Luis Francisco Rico, que acompaña a su mujer en la tienda «Teatro 24» de Alicante, sabe bien cuál es la diferencia entre poder atender a un cliente en su idioma u otro común -el inglés es el más extendido- o no hacerlo, porque «el 40% de la compra que pueda hacer depende de saber otro idioma», asegura rotundo. En su establecimiento cuelga un cartel que reza que se habla inglés y francés, «aunque también entendemos el italiano», añade. Para este comerciante, la diferenciación es clave porque cuando les hablan en una lengua que entienden «se sienten más a gusto. Además, suelen recomendarnos a amigos suyos, repiten ellos mismos en otro viaje o, en el caso de cruceristas, aconsejan a conocidos que posteriormente hagan la escala de Alicante». Otro de los beneficios es que cuando un turista pregunta sobre otras tiendas o artículos, «les decimos dónde pueden encontrarlos en la ciudad». Otro efecto positivo. En su tienda, compran clientes franceses, daneses o noruegos, «pero también acabo de enviar un encargo a Canadá», incide. Luis Francisco Rico se lamenta de que «en una ciudad tan turística como esta no esté extendido atender a los clientes en otro idioma. Entre el sector y la Administración deberíamos hacer algo para revertir la situación», reclama.