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Diez años de crisis

El colapso de la burbuja inmobiliaria y el ajuste tras los excesos de la banca abrieron en 2007 una década de recesión mundial

El edificio In Tempo de Benidorm es reflejo fiel del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. david revenga

El niño inflaba e inflaba su burbuja para conseguir la de mayor tamaño, la más grande entre todos sus compañeros. Pero, al final, estalló. Un episodio infantil que podría resumir lo que pasó en el mundo económico y financiero internacional hace diez años, cuando en EE UU saltaron las primeras alarmas por lo que acabó denominándose la crisis de las «hipotecas subprime».

Muy pocas veces el pinchazo de una burbuja tuvo tantos efectos adversos para la vida de los alicantinos y de los ciudadanos de todo el mundo como las arrastradas a lo largo de la última crisis. Una década de intensa recesión que se cumple en estos días, y que dejó un rastro de elevados niveles de desempleo (en el cuarto trimestre de 2013 Alicante registraba una tasa de paro del 29,5%, superior a la media); además de múltiples desahucios de viviendas por el impago de las cuotas de la hipoteca o el alquiler y de muchas familias rozando el umbral de pobreza, al margen de provocar el adelgazamiento y la reestructuración de motores claves de la economía como la construcción y la banca. Sector que al año siguiente entró de lleno en su propia crisis, tras la quiebra en septiembre del 2008 del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers.

Aún sin noticias de la recesión, se vivía una época de bonanza en la que muchos alicantinos y españoles se lanzaron a comprar esa vivienda soñada y aquel vehículo de gama alta a la que antes no se podía acceder. Todo ello por mor de una economía en auge y de las facilidades para la financiación que ofrecían las entidades bancarias.

Pero de aquellos polvos estos lodos. Y desde agosto de 2007 se ha vivido una década crítica, que Bruselas dio por superada en la Unión esta misma semana. La economía de la Eurozona está «en forma», dijo el miércoles, aunque señaló el reto del paro como un problema pendiente. Sin ir más lejos, en Alicante, pese a que se ha reducido el desempleo, la tasa de paro provincial aún se sitúa en el 18,5%. Antes del estallido de la crisis, en el segundo trimestre de 2006 era del 8,5%.

El inicial símil infantil sirve para visualizar cómo se produjo el «boom» y el colapso de la burbuja inmobiliaria y , paralelamente, el expansionismo y la crisis financiera internacional. Una de cuyas primeras víctimas en España fue, precisamente, la alicantina Caja del Mediterráneo (CAM), intervenida en julio de 2011 por el Banco de España y adjudicada en diciembre del mismo año al Banco Sabadell. La mala gestión de aquellos gestores que llevaron a la CAM a la quiebra se juzga ahora en los tribunales.

«La crisis ha sido un curso intensivo de finanzas que nos ha obligado a familiarizarnos con conceptos desconocidos hasta entonces como las hipotecas subprime, la prima de riesgo, las titulizaciones, las cláusulas suelo, las participaciones preferentes o las cuotas participativas, entre otras», cita Gloria Pardo, profesora titular de Economía Aplicada de la Universidad de Alicante (UA) y miembro del Instituto de Economía Internacional de la UA. Algunos de ellos eran productos «tóxicos» que dejaron atrapados a muchos pequeños inversores que los firmaron sin conocer los riesgos.

Concentración del riesgo

Pardo entiende que en el sector de la banca hubo una «concentración excesiva de los riesgos (préstamos y créditos) en la construcción, la promoción inmobiliaria y en la adquisición e vivienda». Un factor que estuvo acompañado «por un crecimiento del crédito a tasas muy elevadas en los años previos a la crisis», que se financió a través del endeudamiento en los mercados de capitales exteriores. Y habla de una expansión del crédito que propició la ampliación de la red de oficinas de las entidades financieras. Pero el deterioro de la calidad de los recursos propios, «al ganar peso en su composición los complementarios, como deuda subordinada y participaciones preferentes sobre los básicos (capital social y reservas)», pasó factura a su solvencia. Una falta de equilibrio, que con la aparición del ajuste inmobiliario causó serios problemas a las entidades, «especialmente a las cajas de ahorros para renovar la financiación en los mercados de capitales por la crisis de confianza», ante los altos porcentajes de activos dudosos y de la morosidad del ladrillo, explica Pardo.

Reestructuración

Léase en todo ello a la CAM -en el caso de Alicante-, y Bancaja, aunque en estos «errores» cayó, en general, el sector financiero español, que tuvo que iniciar a la fuerza una fase de reestructuración y de saneamiento. De hecho, el Estado tuvo que salir al rescate de aquellas entidades cuya viabilidad se veía más amenazada por los «errores» cometidos.

En esta década, la banca se ha sometido a una dieta de adelgazamiento. En Alicante, la red de oficinas ha pasado de las 1.736 sucursales de 2007 a las 993 actuales. Una reestructuración que, paralelamente, afectó al empleo. El pasado año ya se habían perdido más de 3.500 puestos desde 2008, al pasar de los 12.722 a los 9.200, incluidos los de las aseguradoras.

Por otra parte, tras la compra del Popular por parte del Santander y de la absorción del Banco Mare Nostrum por parte de Bankia el pasado mes de junio, en la provincia sólo ocho bancos mantendrían una red significativa de oficinas abiertas, frente a los 18 de antes de la crisis. Un recorte que ha afectado significativamente a pequeños municipios. Aunque esta concentración, hasta ahora, se ha producido «en un grado moderado, según los índices al uso», advierte la profesora Pardo, quien, no obstante, incide en que con ello «se reducen las opciones para los usuarios y podría afectar a las empresas, que también verían disminuidas sus opciones de financiación».

De toda esta crisis, los consumidores «hemos aprendido que es importante tener una educación financiera mínima», subrayaba Gloria Pardo y que «no debemos adquirir un producto financiero si no lo entendemos bien y no somos capaces de entender sus riesgos», añadía. Una lección pertinente en estos tiempos de reactivación. Un periodo en el que, por otra parte, los préstamos y créditos al consumo están creciendo. A nivel general, Pardo cree los bancos «han aprendido el peligro de una concentración excesiva de los riesgos en un solo sector».

Los que sobraban en el ladrillo

Además de la actividad financiera, la otra cara más visible de la crisis ha sido la del ladrillo, cuyo ajuste se ha prolongado en el tiempo y ha afectado a sectores auxiliares y a muchas familias que comenzaron a verse asfixiadas económicamente al ver reducidos sus ingresos al entrar en situación de desempleo. Para empresarios del sector como Juan Riera, a su vez presidente de la Cámara de Comercio de Alicante, «el efecto llamada del boom inmobiliario hizo que llegaran al sector personajes no profesionales que distorsionaron el mercado y generaron un exceso de producto. La crisis ha servido para poner las cosas en su sitio y que perduren los profesionales que nos hemos dedicado a este sector». Una sentencia que comparte el presidente de la patronal alicantina Coepa, Francisco Gómez, que también opera en la actividad promotora turístico-residencial. Gómez cree que, precisamente, la crisis ha hecho desaparecer a aquellos que «compraban y vendían suelo. Especulaban e inflacionaban el sistema».

Pero no todas las empresas constructoras actuaban así. Y son las que han sobrevivido al ajuste, «ahora más fuertes», añadía Gómez, pese a que en los duros momentos del estallido de la burbuja se cerraron las fuentes de financiación. Una situación que, pese a que ha mejorado, «aún hoy continúa esa escasez de créditos», señala Paloma Taltavull, catedrática de Economía Aplicada y miembro del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante.

Preguntada por errores en que se incurrió en el sector del ladrillo, ella prefiere no hablar de errores, como tal. «Lo que no debería cometerse de nuevo es el cambio abrupto de políticas. Aunque si se habla de errores, el mayor es la falta de control en el crecimiento urbano, que abocó a la mayor aceleración de la edificación, aunque hubiese crecido bastante igualmente», añade.

Sólo en términos de compraventa de viviendas, la comparativa refleja la dura travesía de la actividad en esta década. En Alicante, entre enero y julio de este año se han formalizado 17.516 transacciones. Una cifra un 40,4% inferior a las 29.394 operaciones de venta de viviendas registradas en el mismo periodo de 2007, justo antes de estallar la crisis.

No obstante, las grúas han vuelto al paisaje urbano de la provincia: en la Vega Baja, en la Playa de San Juan y en Las Marinas. Poco a poco se inician más promociones de viviendas. Pero lo que parece que no volverá es el modelo constructor de la burbuja.

«La crisis ha supuesto un antes y un después; un momento de reflexión para ver con qué modelo se puede salir adelante para innovar y competir mejor», subrayaba Francisco Gómez. «Ahora se hacen casas más eficientes energéticamente y con unas calidades superiores a las de entonces, introduciendo, incluso, la domótica. Los márgenes se han ajustado y la relación calidad-precio es mejor», añadía. El sector está reforzando su reactivación y espera que la mejora económica impulse la compra de la segunda residencia por parte del cliente español, ya que hasta ahora sólo venía tirando del carro la demanda extrajera, sobre todo los británicos. Aunque su peso se ha visto reducido en los últimos meses a consecuencia del Brexit.

Promotores y fondos de inversión

Ahora son menos los agentes que operan en el ladrillo. Aunque, el escenario también ha cambiado con la entrada de nuevas promotoras auspiciadas por fondos de inversión en la provincia, que compiten con las inmobiliarias de los bancos y las empresas locales que han sobrevivido a la crisis. Taltavull considera que la «actual estructura de la construcción necesitará que se creen de nuevo más promotoras o que aumenten su tamaño las que existen.Una de las características que dio más flexibilidad a la construcción en Alicante fue, precisamente, que hubiera una red nutrida de pequeños promotores capaces de atender la demanda», añade.

Por otra parte, el hándicap que detecta el sector en esta fase de recuperación es la lentitud en la concesión de licencias de obras o el estancamiento de bolsas de suelo por planes parciales urbanísticos o estratégicos que «paralizan y, en su caso, desvían inversiones», según vienen advirtiendo los promotores.

Para Taltavull, las administraciones «han reaccionado intentando contener el rebote del ciclo dada la vuelta de la demanda, básicamente, en áreas secundarias y turísticas» y considera que «el sistema administrativo de gestión de los planes urbanísticos de la Comunidad es de los más flexibles de España, y debe incorporar mecanismos de control para evitar nuevos desajustes».

Por otra parte, en esta fase de recuperación, el mercado de automóviles está mejorando «porque somos una provincia muy activa con sectores que funcionan bien en la exportación y otros estratégicos como el turismo. Hay una recuperación, aunque las concesionarias han quedado muy mermadas», señalaba Manuel Torrecillas, gerente de Hijos de Manuel Crespo.

La venta de coches y el plan PIVE

Estas empresas están aumentando el empleo a tenor de la reactivación. Pero Torrecillas recuerda cómo el sector vivió la crisis, de forma muy paralela a la del ladrillo. Cómo de repente se cerró la financiación para comprar un coche y se hundieron las ventas. Una situación que se agravó con el elevado paro y el endeudamiento. Sólo el plan PIVE (octubre de 2012 a septiembre de 2016) contribuyó a dinamizar el mercado cuando no había facilidades para el crédito. «Y, aunque las matriculaciones han crecido, sobre todo en el canal de los coches de alquiler, la venta a particulares, que es el termómetro en el sector, está cayendo desde que desapareció el plan PIVE. El mes pasado lo hicieron en un 6% en relación al año anterior.», añade Torrecillas. Según datos de la Dirección General de Tráfico, en Alicante, las matriculaciones, en general, se acercan a los niveles del primer año de la crisis. En 2008, fueron 87.947 y 87.462 en el pasado ejercicio. Antes de la recesión, en 2007, se superaron las 120.000 matriculaciones.

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