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Alicante se apunta al coworking

Las nuevas tendencias del mercado laboral, con un mayor peso de los autónomos, favorece la proliferación de espacios donde los profesionales pueden alquilar un puesto de trabajo por poco más de 100 euros

Alicante se apunta al coworking héctor fuentes

«Cuando uno trabaja por su cuenta siempre es muy duro empezar. Si te quedas en casa te aíslas y si buscas una oficina sólo para ti, los gastos son brutales. Por eso el coworking me pareció la mejor opción. Además, es una forma de establecer conexiones», asegura el programador web Israel Ortuño, que fue el primer cliente del centro ULab de Alicante. «Quería diferenciar el espacio laboral y mi espacio personal, y también tener compañeros con los que comentar el partido, la serie de turno o lo que sea. Relacionarme con otras personas, no estar todo el día solo», señala, por su parte, el desarrollador Víctor Blanco, que tiene alquilada una de las mesas de Coworking12, también en la capital de la provincia.

Como ellos, cada vez más profesionales están optando por instalarse en este tipo de establecimientos, donde, a diferencia de los centros de negocio al uso, que alquilan despachos cerrados, los usuarios sólo disponen de un escritorio o un puesto en una mesa compartida -que, en ocasiones, ni siquiera es fijo- dentro de una sala común. Una forma de contar con un lugar de trabajo a un precio muy asequible -los hay por tan sólo 60 euros mensuales, aunque lo habitual es una cifra de entre 100 y 200 euros- que, además, favorece las relaciones con otros profesionales y la aparición de nuevas oportunidades de negocio.

Una tendencia, como suele ser habitual en estos casos, que nació en Estados Unidos, aterrizó en España a través de las grandes ciudades y ahora parece haber arraigado en la provincia, donde páginas como Coworkingspain.es ya recogen más de 40 alternativas distintas repartidas por diversos municipios. Una cifra muy significativa que no impide que muchos de ellos ya estén completos o, incluso, con listas de espera, según afirman sus responsables.

El más veterano de todos ellos es el ubicado en el Centro Europeo de Empresas Innovadoras (CEEI) de Elche, que abrió sus puertas en 2007 y que entonces no fue, precisamente, un éxito. «Fue una iniciativa de un emprendedor, que nos alquiló la nave, pero al año ya iba a cerrar porque no cuajaba. Llegamos a un acuerdo y decidimos explotar nosotros las instalaciones. Ahora lo tenemos al completo», señala el director del CEEI, Joaquín Alcázar, que recuerda que la crisis favoreció una caída del alquiler de oficinas convencionales y un incremento de la demanda de este tipo de centros. En su caso, los puestos se pueden alquilar por tan sólo 60 euros, «lo que supone un ahorro muy importante».

De hecho, incluso profesionales que toda la vida habían tenido su propio despacho llamaron a la puerta de los coworking cuando la recesión rebajó considerablemente su cifra de clientes o los honorarios que podían cobrarles, como ratifica también Juan Reig, el impulsor de Coworking12. Un trasvase que no siempre funcionó ya que hubo quien «no supo adaptarse a las reglas de convivencia que impone el trabajar codo con codo en la misma sala con otras personas, que no quieren oir tus gritos», apunta Reig.

En cualquier caso, aunque los gestores de estos centros reconozcan que la crisis tiene mucho que ver en su elevada ocupación actual, también tienen claro que el coworking ha llegado para quedarse y que la demanda, lejos de bajar, sigue en aumento ante la desregulación que ha sufrido el mercado laboral, donde las empresas cada vez recurren más a trabajadores externos para evitar costes fijos, como apunta el director del CEEI. Una nueva forma de relaciones laborales que, además, es más habitual en sectores en alza, como el de las nuevas tecnologías. Programadores informáticos, desarrolladores, diseñadores 3D o expertos en marketing digital son perfiles habituales entre los usuarios de estos centros, junto con abogados o, por ejemplo, traductores.

Atender a los clientes

Otro de los motivos que con frecuencia lleva a los profesionales a optar por el coworking es la necesidad de disponer de un lugar para atender a los clientes, como bien sabe Juan Reig. Periodista de formación, se marchó a Madrid para poner en marcha su propia agencia de comunicación y descubrió lo incómodo y la mala imagen que proyectaba «tener que citar a la gente en cafeterías y sitios así». De ahí nació la idea de crear Coworking12, hace ya tres años, en un local que compró con su padre como socio. «Aquí puedes traer a quien sea sin miedo. Tienes un lugar cómodo, le puedes ofrecer un café en unas instalaciones modernas... Cambia mucho la situación», apunta este emprendedor. Unas instalaciones que, por ejemplo, incluyen también una pequeña cocina y hasta una miniterraza para poder despejarse cuando el trabajo agobia. Se trata de un centro pequeño, con 12 puestos, pero que ha llegado a tener hasta 15 personas en lista de espera por su precio -desde 99 euros más IVA- y su ubicación privilegiada, en la calle Segura de Alicante, muy cerca de Luceros.

Mucho más ambicioso es el proyecto impulsado por el empresario Enrique Burgos en la Plaza de San Cristóbal de Alicante, el ULab, que se inspira en los grandes centros norteamericanos y que combina una gran área de coworking, con otra de despachos cerrados, salas de formación y espacios para eventos de «networking», como el Cañas Bloggers!, que celebran el último jueves de cada mes con la intención de potenciar que sus usuarios establezcan relaciones y surjan oportunidades de colaborar, como explica la project manager, Isabel Romero.

«Las conexiones que se establecen son muy importantes, sobre todo si tienes en cuenta que en gran medida es gente que está empezando. Si a alguien le llega un trabajo y no puede abarcarlo todo, es muy frecuente que le proponga a otro que le ayude, o, si eres diseñador y necesitas a alguien que programe, pues te vales del que tienes al lado», explica Romero. De hecho, se ha llegado a dar el caso de empresas que han acudido directamente al centro para preguntar por determinados perfiles profesionales para encargar proyectos que no pueden acometer con sus propios recursos.

Flexibilidad

Otra de las características del ULab es la flexibilidad que ofrece. Se pueden alquilar puestos a jornada completa, media jornada o incluso bonos de horas sueltas. «Hay gente que trabaja en casa y simplemente necesita desconectar durante unas horas a la semana», señala la responsable del centro, que también empieza a tener ya problemas para atender todas las peticiones que recibe, apenas un año y cuatro meses después de su inauguración. En este caso, el ULab combina la presencia de profesionales independientes con equipos completos de empresas que también se valen de este sistema para ajustar costes o por comodidad. Es el caso de la finlandesa Fun Academy, que ha elegido estas instalaciones para ubicar a uno de sus equipos de desarrolladores, o de la consultora Everis, que también tiene aquí a los trabajadores de uno de sus proyectos. El centro incluso ofrece el servicio de oficina virtual, es decir, permite que las empresas establezcan su domicilio social en sus instalaciones y atiende el correo o las llamadas.

Los usuarios

En términos generales, entre los usuarios de los coworking suele haber dos tipologías bastante diferenciadas: quienes utilizan estos centros como palanca de lanzamiento de un proyecto -por ejemplo, del coworking del CEEI surgió la web La Tienda de Valentina, uno de los proyectos de comercio electrónico más exitosos de la provincia-; y quienes encuentran en este sistema su forma de trabajo ideal. «Si hasta te viene mejor para la renta porque te lo puedes desgravar», señala Israel Ortuño, que se encuentra entre estos últimos y asegura que, si alguna vez deja el ULab, será para marcharse a otro coworking. En términos similares se expresa también Víctor Blanco, otro de los convencidos, en este caso, de Coworking12. El caso de Andrea Masó es algo distinto. Ella trabaja por cuenta ajena para Agencia Friday, una pequeña firma de márketing online radicada en el ULab, pero también ha encontrado en este ecosistema su lugar ideal: «Es un ambiente que fomenta la creatividad y el intercambio de ideas. Es muy útil para un negocio como el nuestro», asegura. Apenas lleva un mes y ya es una auténtica creyente.

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