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Luis Galindo: «Tenemos que vivir el fracaso profesional como experiencia para madurar y aprender»

Da conferencias por todo el mundo en las que habla de algo tan sencillo como «ilusionarse», en la vida personal y laboral

Luis Galindo: «Tenemos que vivir el fracaso profesional como experiencia para madurar y aprender» antonio amorós

Cuando las cosas van bien, es muy fácil estar ilusionado. Pero cuando se complican a nivel profesional o personal, es más necesario buscar motivos para ilusionarse. Hace dos o tres años había más paro, más carencias en las familias, y el mensaje era más complejo. Ahora, aunque no hemos salido del todo de la crisis, sí estamos viendo luz al final del túnel. Hay datos que nos hacen ser un poco más optimistas, pero sigue habiendo mucha gente que lo está pasando mal, por lo que no podemos dar un mensaje triunfalista. Ilusionarse a diario es dificilísimo. Pero la otra opción es resignarse. Balzac denominaba la resignación como un suicidio cotidiano. Ir aguantando la vida y morirse un poquito todos los días. Y esa opción, a mí me aterra, aun sabiendo que ilusionarse a diario es difícil, porque no es fácil la vida de pareja, ni con los hijos, ni la laboral. No he conocido en mi vida ninguna empresa ideal ni ningún jefe ni empleado ideal.

Todos demandamos en la vida atención. Da igual que hablemos de un niño, una pareja o un jubilado. En las empresas, igual que en la familia o que en un colegio, lo que demandamos es que se preocupen de nosotros, que nos escuchen. Lo pedimos a gritos, lo que pasa es que vivimos en una sociedad a la que le queda muchísimo para ser madura y nos da miedo pedir ayuda en todos los ámbitos. En mi discurso siempre hago un paralelismo entre la vida personal y la profesional, porque somos la misma persona, aunque con roles diferentes. Y la que es egoísta en el trabajo, lo es en su vida personal, al igual que la que es generosa. Pero esto es universal. Si me cuidan y me miman, puedo trabajar a tope en casa o en el trabajo. Si me siento poco valorado, me limito a cumplir.

Yo no hablo de actitud negativa. Digo que la vida no es fácil, por lo que no es un discurso negativo, sino muy objetivo. Al hablar de ilusión hay que hacerlo con los pies en el suelo. No creo que haya que resignarse. Por ejemplo, no hay que aguantar y esperar que pasen los días hasta que llegue el verano, que quedan 90 días. Tenemos que intentar disfrutar de cada día, llenarnos de energía y atrevernos a dar la mejor versión de nosotros mismos. Ese es uno de mis mantras. Mis abuelos me decían tú haz las cosas todos los días lo mejor posible, te vean o no te vean, te lo agradezcan o no. Si estamos pendientes de la recompensa, siempre tendremos excusas. No vamos a tener nunca un jefe o una pareja perfectos. Si estamos esperando ese agradecimiento de los demás o de la vida, muchas veces nos vamos a poner las excusas para no dar la mejor versión de nosotros mismos. Es lo que yo llamo ser tacaño con tu vida.

Por eso mismo. Esto lo he aprendido en el Hospital Niño Jesús, de Madrid, con los padres de los niños enfermos, o en Proyecto Hombre (en Alicante, Valencia o Madrid), donde colaboro como voluntario. Cuando la gente lo está pasando mal, es más necesario sacar lo mejor de dentro. Y el ser humano tiene una fuerza y unas capacidades inmensas.En mis conferencias pregunto si conocen a alguien que tendría motivos para estar enfadado con la vida y, sin embargo, es un ejemplo de ilusión, y levanta la mano el 80% de la sala. El director de las excavaciones de Atapuerca dice que si el ser humano ha llegado hasta aquí es porque ha sido capaz de superar todas las adversidades que ha tenido a lo largo de la historia.

Tenemos muchísima gente que dirige de maravilla, similar a otros países y gente que dirige muy mal, similar a otros países. Al final, estamos hablando de algo más que de conocimientos técnicos o preparación profesional, que se supone. Yo hablo más de la cuestión humana, de los valores, de que te importe la gente y su desarrollo. Y cuando al directivo le importan esas cosas, lo nota el empleado. En el caso contrario, el trabajador, a la hora en punto, se va a su casa. Cuando hay un buen jefe o un buen padre, el equipo y la familia están motivados. Cuando hay liderazgo, eso funciona.

En este escenario, que en ingles se denomina VUCA (volátil, incierto, complejo, cambiante), más que nunca hace falta tener un alma fuerte, como empresas y como personas.

Tener una visión inspiradora, que significa tener ilusión por el futuro más que nunca. Precisamente, porque el futuro es incierto. Estar decidido a que mi puesto y mi equipo sean un lugar extraordinario para trabajar. Y eso no es utopía. Es difícil, pero posible. En mis conferencias pregunto cuántos conocen casos de gente que trabaja en equipos, que aunque sean muy exigentes, sean muy cercanos; y levanta la mano la mayoría de los asistentes. El modelo del que hablo es escaso, pero posible. Todo el mundo tiene la posibilidad de hacer de lo que yo llamo "tu jardín" en un sitio especial. No vas a cambiar el mundo, pero puedes cambiar "tu jardín": tu trabajo y tu familia. Se trata de elegir cómo quieres vivir. Si no, siempre tendremos la excusa de hablar del país que tengo, de la empresa o el jefe que tengo... Esa es la trampa. Hemos hecho una sociedad escéptica, y eso nos lleva a no dar la mejor versión de nosotros mismos, sino de cumplir.

Motivos para el escepticismo hay miles, pero si te apoyas sólo en eso, tu vida va a ser mediocre. Si decides que a pesar de eso, tu vas a ser la mejor madre, la mejor pareja, el mejor profesional posible, tú llamas la atención donde la mayoría de la gente se limita a cumplir.

En España echo de menos que la gente asimile que pueda equivocarse y fracasar. En la cultura anglosajona, el fracaso no se ve como un desastre, sino como una enseñanza. Una persona puede abrir un bar y cerrar, si no le va bien. En España, muchas veces tenemos que disimular, ocultar que hemos abierto un bar y que al final, hemos fracasado. En EE UU, en Inglaterra o en el norte de Europa, el haber hecho dos negocios y que hayan salido mal no es un motivo de deshonra. Aprenden que así no ha funcionado, que lo tienen que hacer mejor y perfeccionarlo. Tenemos que vivir el fracaso profesional al igual que el personal, como una experiencia que nos tiene que ayudar a madurar y aprender de ella.

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