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Juicio a la excúpula de la CAM

Y ella sola se murió

La última cúpula de la CAM reinvidica su buen hacer al frente de una caja de la que ya no queda ni el nombre

Y ella sola se murió

«Había pánico». Con esta claridad describió el exdirector de Información Financiera de la CAM Salvador Ochoa ante el tribunal de la Audiencia Nacional, que está juzgando a la última cúpula de la entidad, el escenario en los estertores de una caja que, de creer que podía tocar el cielo, cayó en picado a los infiernos hasta desaparecer. Lo dijo a última hora de la tarde del jueves cuando a punto estaba de concluir la primera semana de las cuatro señaladas para juzgar el saqueo de la entidad.

El testimonio de Ochoa fue el colofón vehemente y arrebatado de un exdirectivo que no dudó en acusar a algunos de sus compañeros allí presentes (antes de trabajo y ahora de banquillo) de ocultación y engaño en la gestión de la caja.

Pero si exceptuamos esta guerra de los Rose que se libró delante los magistrados entre quienes llevaron a cabo las operaciones con las que el fiscal sostiene que se engordaron artificialmente los resultados de la CAM ( Francisco Martínez y Juan Luis Sabater) y los que tenían la función de contabilizarlas ( Teófilo Sogorb y el propio Ochoa), ni una palabra ha salido de boca de los acusados que denotara la más mínima asunción de responsablidad en el resultado final durante las cinco sesiones que se han consumido de la vista oral.

Dejando al margen la esperpéntica declaración de Modesto Crespo quien, incluso en opinión de quienes no son sospechosos de quererle mal, se pasó de frenada en su intento de parecer un cero a la izquierda en la presidencia de la caja (curioso será ver cómo justifica en la otra causa que tiene pendiente por el supuesto cobro ilegal de dietas qué hizo para merecer 600.000 euros en dos años siendo una persona tan incapaz como se dibujó) apartando esto, decía, ni a Roberto López Abad ni a María Dolores Amorós, los dos últimos directores generales de la CAM, se les ha escuchado la menor autocrítica sobre cómo dirigieron las riendas de una entidad que fue testigo de tres siglos y hoy sólo es historia.

Pero la semana que viene es el turno del Banco de España, que los acusados aseguran que bendijo cuanto se hizo, de los socios de una fusión que no fue (los ex CajaAstur y ahora Liberbank Manuel Menéndez y Jesús Ruano) y de los auditores que santificaron lo hecho (aseguran que porque les birlaron datos). Unas comparecencias que sin duda rebatirá gran parte de lo afirmado por los encausados y que las acusaciones esperan como agua de mayo con la seguridad de que pondrán del revés, aventuran, todo lo dicho en lo que llevamos de juicio.

Testificales en las que se escuchará hablar de ocultación de información y de decisiones tomadas a espaldas del Banco de España, aunque hay quien se preguntaba esta misma semana si al organismo regulador no se le tendría que haber hecho también un hueco en el banquillo de los acusados.

Y en medio de todo, los afectados por las cuotas con cabida en este proceso (los que compraron de marzo a julio de 2011), uno de los cuales ha llamado a un psiquiatra a declarar para que explique cómo le ha afectado el fiasco de las participativas. Y mal no vendrá. Lo mismo ayuda a entender por qué si todos hicieron lo correcto, la CAM ya no existe.

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