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Politización: nueva frontera directiva

Politización: nueva frontera directiva

Solemos hablar de dos de las grandes tendencias socioeconómicas que han modificado radicalmente la manera de hacer negocios: globalización y digitalización, de ésta última venimos dando cuenta en esta columna con cierta frecuencia. Pero hay una tercera que emerge cada vez con más fuerza: la politización.

Cualquier empresario ya ha descontado que los mercados no los delimitan las fronteras geográficas entre Estados. De la misma manera que las empresas ya no tienen definida una nacionalidad concreta. Hay empresas que facturan más que el PIB de algunos países del mundo desarrollado. Son empresas gigantescamente globales con un poder de influencia superior al de muchos primeros ministros. Esto hace que la línea entre lo público y lo privado sea cada vez más difusa. Pero esto no sólo afecta a las elefantiásicas corporaciones, sino que también impacta -y cada vez más- en las Pymes que tenemos más a mano. La razón es simple: el novedoso empoderamiento de muchos de los colectivos sociales que obligan a las empresas a que no se escuden en su condición de ámbito privado, y se vean obligadas a aceptar que su objetivo de maximizar el beneficio tiene un impacto social. Nace pues la necesidad de tener directivos que sepan manejar relaciones también en lo público. Grupos de consumidores, asociaciones, colegios profesionales, etcétera, solicitan nuevas regulaciones y leyes más estrictas que protejan a la sociedad. Y es en esos debates donde los directivos de las empresas tienen que estar, es decir, gestionar la politización de los negocios.

Un ejemplo. La duda de si poner a un recién nacido boca arriba o boca abajo para dormir es consistente con el paso del tiempo. Unos años nos dicen que es mejor de una manera, y otros años de la contraria. Recuerdo las Navidades de 2006 cuando una asociación de pediatras hizo una revisión de todos los muñecos bebés que se vendían en el mercado, analizando si en la caja el muñeco estaba colocado hacia arriba o hacia abajo. Una tontería, pensarán. Pues no. Todos los fabricantes que habían diseñado el embalaje con el muñeco puesto en la postura contraria a la que la asociación médica consideraba como correcta, recibieron una carta explicando los riesgos de muerte súbita que estaban provocando -por imitación- en los bebés humanos colocando el bebé de juguete en la postura inadecuada. Varios fabricantes de la Foia tuvieron que retrabajar miles de muñecos para darles la vuelta: a ver quién se la jugaba obviando la circular de la asociación de médicos pediatras. Pero la pregunta es: ¿Cuántos directivos de empresas jugueteras participaron en ese debate para encontrar una solución, al menos de compromiso, que evitara los elevados costes que supuso esta medida? Correcto: ninguno. A esto me refiero con que las empresas tienen que empezar a entender que parte de la función directiva tiene que ser participar de las decisiones públicas, colaborar con los nuevos grupos sociales que adquieren cada día más poder, en lugar de aislarse y refugiarse en que las empresas pertenecen a un ámbito privado.

Es la politización, la nueva tendencia socioeconómica a gestionar que dice el profesor de IESE Fabrizio Ferraro.

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