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Confianza digital

Confianza digital

Algunos de ustedes tendrán hijas en edad adolescente. Yo también. Imaginen que mientras leen este periódico les dice que anoche para volver a casa no cogió un taxi sino que la trajo un desconocido en su coche particular. Seguidamente le comenta que para el puente de la Santa Faz se va a ir a Madrid con una amiga, y que van a dormir en casa de unos chicos que no conoce, pero les alquilan una habitación. ¡Ah! y que no va ir a Madrid en AVE sino en autostop. Los pelos como escarpias oigan. Pero rebobinemos. Imaginemos que mientras lee este periódico su hija le dice que ha reservado una habitación en Madrid a buen precio en el portal Airbnb para el puente de la Santa Faz, que ha entrado en la web BlaBlaCar para compartir el viaje, y que desde que usa la app de Uber para volver a casa los sábados por la noche, se ha ahorrado dinero. En esta segunda versión su tensión arterial no se ve comprometida. Pero ¿No es en el fondo lo mismo? Es increíble la confianza que hemos depositado en personas que no conocemos por el mero hecho de interactuar con ellas digitalmente. Estamos en la era de la confianza digital. Actos de fe digitales en toda regla.

Para Frédéric Mazzella, fundador de BlaBlaCar, hay tres variables que generan confianza en los negocios no presenciales. La primera es la autenticidad: revisar si la persona es la que dice ser. En segundo lugar intentar descubrir las intenciones del desconocido ¿Son buenas? ¿Malas?. Y la tercera es conocer el grado de capacitación o experiencia ¿Es buen médico? ¿Buen pintor?. Dependiendo del tipo de negocio será más importante una que otra. Para subirse en un coche a Madrid la pericia conductora no es tan importante como conocer las verdaderas intenciones del dueño del vehículo, de la misma manera que para contratar una canguro lo que más nos importa saber es la verdadera identidad de esa persona. Entonces el éxito de un negocio en internet pasa por generar herramientas que proporcionen soluciones a estas variables para generar confianza en sus usuarios. Un reto similar lo resolvieron los mercaderes del Mediterráneo en el siglo XI. Para los mercaderes medievales era muy caro viajar ellos mismos con la mercancía, por lo que un productor genovés necesitaba de un agente en el puerto de Barcelona. Y para ello debía confiar en él: básicamente que no le robara. Para resolver este problema usaban una combinación de reputación e interés mutuo, por ejemplo, si el agente en destino robaba, el resto de mercaderes se comprometían a no contratarlo. Se creaba así una especie de ranking de agentes confiables, y aunque nunca se hubieran visto en persona mercader y agente, el primero se fiaba del segundo por su conocida buena reputación. ¿No es eso lo que lleva haciendo eBay desde hace tres lustros?: El sistema de puntuación de eBay demostró cómo los usuarios pueden controlarse entre ellos mismos y dejar un rastro de la fiabilidad del vendedor/comprador. Algo que no era posible hacer en el Segundamano.

Gracias a esta confianza digital cualquier persona puede comprar, vender, alquilar, compartir o intercambiar bienes y

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