El comercio tradicional es uno de los sectores más retrasados en la salida de la crisis, a pesar de la mejora experimentada en los últimos dos años. Su dependencia casi exclusiva de la demanda interna -con la excepción de los establecimientos de primera línea de la playa- le ha impedido beneficiarse del impulso que ha supuesto para la industria o el turismo la mejora del panorama internacional. Pero, además, los primeros síntomas de recuperación coinciden en el tiempo con la transformación de los hábitos de compra que ha supuesto el auge del comercio electrónico y la adopción de tradiciones extranjeras, como la del «black friday», que ya marcan claramente -y no siempre para bien- la agenda de las tiendas.

«Las navidades de este año no han sido todo lo buenas que se esperaba por culpa del "black friday". Los descuentos y rebajas que se ofrecieron llevaron a mucha gente a adelantar sus compras y eso fueron ventas que se dejaron de realizar en las siguientes semanas», explica el secretario general de Facpyme, Francisco Rovira. Por si fuera poco, este año ha supuesto el despegue definitivo del comercio electrónico, lo que también desvió muchas compras a las grandes plataformas de internet. «El que no se adapte, lo va a tener muy difícil», reconoce Rovira.

Así, el año pasado el comercio tradicional cerró el ejercicio con un volumen de actividad todavía un 20% inferior al existente antes de la crisis, según el índice que elabora el INE, y al finalizar 2015 -los últimos datos disponibles- había en funcionamiento casi 2.500 establecimientos menos que en 2008.

«Mientras no se recupere el empleo y, sobre todo, la calidad del empleo será muy difícil que se vuelva a ver la alegría de los años previos a la crisis», según el portavoz de Facpyme. A todo esto hay que sumar los cambios en el clima, que hacen cada vez más difusas las temporadas. Otro obstáculo más.