Casi todos los expertos coinciden en que la recuperación de la economía no será completa mientras persistan los elevados niveles de paro actuales. A pesar de encadenar ya más de tres años consecutivos de crecimiento, a día de hoy todavía hay más de 170.000 alicantinos inscritos en las oficinas del Servef, de los que más de la mitad ya están considerados como parados de larga duración y otra buena parte sólo consigue salir de las listas durante unos pocos días al mes, cuando logran alguno de los empleos por horas que abundan en la actualidad.

«¿Salir de la crisis? El año pasado trabajé en 20 fábricas distintas y no sumé ni cinco meses cotizados. Te llaman para uno o dos días y te vuelven a enviar al paro. Dicen que es lo que hay, que trabajan sobre pedido y que no pueden hacer otra cosa. ¿Eso es salir de la crisis?», se pregunta María Aparicio en la puerta del Inem del barrio de Los Ángeles, en Alicante. Es un ejemplo de la extrema precariedad que deja la recesión en el mercado laboral de la provincia, que nunca se había caracterizado por su estabilidad -debido al peso del turismo o de sectores estacionales, como el juguete-, pero que tampoco había llegado a los extremos actuales.

«Antes tampoco tenía un empleo fijo pero, si te llamaban para la campaña del turrón, estabas los cuatro o cinco meses seguidos», señala Aparicio, quien asegura que vive pendiente del móvil por si la llaman de la ETT. «Si dices que no una vez, ya no cuentan más contigo», se lamenta.

Yéssica, que prefiere no dar su apellido ni aparecer en ninguna fotografía, ha vivido una situación similar. En los últimos cinco años ha estado realizando sustituciones de todo tipo cada vez que se producía una baja en un conocido hipermercado. Hasta que le han dicho que no habrá más y que mejor que se vaya buscando alguna otra cosa. «Pero, ¿qué hay? Yo no veo que la cosa esté boyante», asegura la joven, con dos hijos a su cargo.

Peor aún lo tiene Francisco Antonio Asensi, uno de los muchos damnificados por el estallido de la burbuja inmobiliaria. Tras haber pasado toda su vida «ganando un buen jornal» como alicatador, la parálisis de la construcción le sorprendió con 53 años, demasiado mayor para empezar en un nuevo sector. «Ven tu edad y ya no miran más. No te dan trabajo y más en un sector como el mío, donde se trabaja a destajo y sólo quieren jóvenes que puedan aguantar el ritmo», se lamenta.

Lleva ya seis años en los que no ha logrado ni un solo contrato y sus únicos ingresos son el subsidio de 426 euros que, según apostilla, «no da ni para tabaco». Por fortuna, su mujer sí trabaja y él ha encontrado la manera de llenar el tiempo encargándose de sus nietos. Para él la recuperación tampoco existe.

Impagos

En el caso de Iván González, su problema no fue encontrar trabajo, sino que la empresa que le contrató no le pagaba. Una situación muy habitual durante los años más duros de la crisis, donde miles de profesionales tuvieron que recurrir al Fondo de Garantía Salarial para cobrar sus honorarios. «¿Así de qué te sirve tener trabajo?», se pregunta. A su juicio, en este momento lo complicado no es encontrar un empleo, lo difícil es que las condiciones sean buenas.

Mucho más optimista se muestra Noelia Manresa, que se quedó en el paro el pasado día 3. Ingeniera Industrial que ha dedicado buena parte de su carrera al sector del mantenimiento de edificios, se muestra confiada de encontrar un nuevo empleo pronto. «Hace cinco años hubiera sido peor. Ahora el mercado se mueve», apunta. Eso sí, reconoce que le causa respeto ver la enorme cantidad de candidatos que se presentan a cada vacante. Quizá demasiados.