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Tribuna

La Prevención de Riesgos Laborales ya no es cosa de los andamios

El 8 de noviembre de 1995 nació la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Han pasado desde entonces 21 años y podemos decir, sin ninguna duda, que ha cambiado la vida de los trabajadores de una manera radical.Poco a poco ha calado en el tejido empresarial, dejando atrás a aquellas empresas que no apostaron firmemente por la seguridad y la salud de sus trabajadores. Administración, organizaciones empresariales, mutuas, sindicatos, servicios de prevención y, sobre todo, trabajadores y mandos comprometidos han logrado reducir la mortalidad laboral. De 1.437 trabajadores fallecidos en 2007 se ha pasado a los 608 accidentes mortales de 2015.

El camino comenzó orientando casi todos nuestros esfuerzos hacia los sectores que destacaban en su falta de seguridad, la construcción, las empresas con mayor riesgo de químicos y, en general, actividades con riesgos de caídas desde alturas o accidentes con máquinas peligrosas. Más de 20 años después debemos preguntarnos donde estamos y cuál es el camino que debemos trazar para seguir bajando estas cifras.

En el año 2015 de los 608 accidentes mortales registrados, 108 se produjeron al ir o volver del trabajo, 216 correspondieron a infartos o ictus, 69 fueron accidentes de tráfico durante la jornada laboral y menos del 50%, 215, se debieron a accidentes traumáticos en el ámbito laboral, entre ellos, 49 caídas desde altura. Durante el primer semestre de 2016 por primera vez las muertes por causas no violentas suponían más del 50% de los accidentes laborales, según datos del Ministerio de Empleo Seguridad Social. Este es, por tanto, «el campo de batalla». Los que de una u otra manera nos dedicamos a la prevención, lejos de dormirnos en los laureles de lo conseguido tenemos el reto de abrir nuevos caminos. Accidentes de tráfico, estrés, envejecimiento de la población activa, nuevas tecnologías? ponen ante nosotros nuevos retos en la aplicación de la Ley de Prevención.

Los trabajadores, especialmente del sector servicios, que no se sentían en riesgo, aquellos que pensaban que la prevención era para los que se subían al andamio, deberán concienciarse de que no es así. Necesitamos empresas saludables donde los trabajadores colaboren activamente en políticas de mejora de la salud. Empresas que saquen sus planes de prevención de sus instalaciones y las implanten allá donde el trabajador esté.

La seguridad en los desplazamientos, así como la de los trabajadores que deben utilizar el vehículo para su trabajo debe ocupar y preocupar a todos. Las nuevas tecnologías introducen en la conducción elementos de distracción que producen, según la Dirección General de Tráfico, alrededor del 20% de los accidentes mortales. Trasladando estas cifras al ámbito laboral, sería la causa de 35 accidentes laborales mortales en el año 2015.

En cuanto a la prevención de riesgos psicosociales y el estrés nos enfrentamos al reto de saber interpretar los síntomas que no son tan evidentes como la falta de un equipo de seguridad, además, en estos casos, se desdibuja la línea que separa lo profesional y lo personal.

Los técnicos de prevención deberemos abordar en el futuro este tipo de problemas y la administración deberá articular los mecanismos para poder hacerlo junto a los equipos de medicina preventiva de la Salud Pública. Algunas empresas responsables han comenzado a invertir esfuerzos en ese sentido. Agamed ha lanzado por segundo año un proyecto de investigación de hábitos saludables con la participación de sus trabajadores.

Obesidad, sedentarismo, ansiedad, tecnoestrés, etc., no son problemas estrictamente laborales pero no pueden quedar fuera de los planes de prevención de nuestras empresas puesto que son causa de un número importante de accidentes de trabajo.

(*) Técnico en Fraternidad-Muprespa

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