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Futuro de vértigo

Con el fin del año 2016 y el comienzo del nuevo, algunos analistas tecnológicos, económicos, sociológicos y políticos, han advertido sobre los grandes cambios que producirán la nanotecnología, la biotecnología, las TIC o las ciencias cognitivas

Futuro de vértigo

Para muchos, sus ventajas son indiscutibles y favorecerán el crecimiento y el desarrollo hasta niveles inimaginables. Para los detractores, por el contrario, la llamada singularidad tecnológica terminará con el hombre. Eso hace recordar a Hobbes, (homo homini lupus), porque al crear seres artificiales tan perfectos, podría llegar el fin de la raza humana, si, como prevén los futuristas, éstos se desarrollarán y multiplicarán por sí solos.

Empieza a tener sentido la pregunta que se formuló el matemático Marvin Minsky, gran impulsor de la inteligencia artificial y creador del término IA, sobre si heredarían los robots la Tierra, aunque no nos convenza su respuesta, que no deja de ser un mal consuelo: «sí, pero serán nuestros hijos». El propio Stephen Hawking, que se ha servido de la investigación tecnológica más avanzada para mejorar sus prestaciones personales, advierte sobre los peligros del excesivo empleo, porque «su desarrollo podría traducirse en el fin de la raza humana». Sin embargo, los impulsores de la IA creen su buen fin, y se muestran optimistas, sin dejar de reconocer los inconvenientes anunciados por los detractores, en particular, el previsible crecimiento del desempleo hasta niveles insostenibles, lo que empieza a alarmar y exige su control.

Los negativos presagios no exentos del aplauso ante los grandes descubrimientos, muchos de ellos gracias al impulso, entre otros, de las universidades más prestigiosas, la NASA y Google, no son baladíes: se está cumpliendo con creces el vaticinio que en 1965 lanzó Gordon Moore y que terminó adoptando su nombre como ley, al aventurar que el número de transistores en un microprocesador se duplicaría cada dos años, y así ha sido, pues la capacidad de computación está creciendo de forma exponencial. Algo que se antoja insostenible, y atestigua una realidad preocupante; sirva de ejemplo que los datos que se transmiten se duplican cada 18 meses, que está creciendo de modo incontenible el empleo freelance, -en EE UU ya son 53 millones los que trabajan de forma autónoma-, en Japón, los robots ayudan a los mayores y son más productivos, etc.

Crecimiento de la robótica

Mientras tales avances se implementan, el nivel de desempleados, a nivel internacional sigue creciendo, y las nuevas tecnologías, aplicadas en robótica permiten suplir a los humanos en trabajos cada vez más cualificados, lo que plantea el mayor interrogante: qué se va a hacer con los trabajadores a los que sustituyan los robots, por ser éstos, más económicos y productivos, apenas sin necesidades, y lo que causa mayor terror, cuándo llegará el momento en que el ser humano será superado por el androide o singularidad tecnológica, lo que se aventura por los futurólogos antes de 2045.

Dando por muy probable que esto vaya a ocurrir, y en un mundo en el que la población sigue creciendo de forma incontrolada, el mayor interrogante se cierne, en cómo asegurar la pervivencia con dignidad para los millones de seres que están siendo arrinconados por la alta tecnología aplicada gracias a disciplinas combinadas y convergentes, como las del entramado BANG, (bit, átomo, neurona y gen) que ya procura solución a problemas de depresión, desórdenes mentales, el control del Alzheimer, etc. Ha quedado muy atrás el empleo de la fuerza mental para mover objetos a través de las ondas cerebrales (telequinesis), cuando se introducen nanorobots a través del flujo sanguíneo para combatir tumores malignos; y este año se va a desarrollar un proyecto de taxis robot, y la plataforma china Alibabá ha lanzado con éxito un servicio de compra real a través de un entorno virtual interactivo en establecimientos selectos del mundo occidental.

Bajo tales premisas y con la vertiginosa velocidad de los avances tecnológicos, que han dejado en pañales el Postulado de Bitton sobre la electrónica avanzada: «si lo entiende es que se ha quedado obsoleta», se constata a diario la supresión de numerosos puestos de trabajo, bajo la excusa de defender la competitividad empresarial, así que no extraña la preocupación internacional por impedir que los avances en el ámbito de la inteligencia artificial acaben condenando a la raza humana a posiciones más graves de desigualdad, con niveles de desempleo insostenibles y carencia de recursos para grandes masas de población.

Fiscalidad tecnológica

Como los adelantos conducen a un aumento de la productividad y de la riqueza, los defensores del sistema del bienestar, sostienen que se debe actuar para que sus beneficiosos resultados no se repartan, como en el orden económico actual, tan solo a través del trabajo, y exigen la intervención del Estado para garantizar una subsistencia digna y erradicar la pobreza sobrevenida, a la vista del crecimiento de la desigualdad. Así surge, como concepto necesario, el que el Estado garantice una renta básica universal, una solución propuesta por Elon Musk.

En ese contexto se incluye la experiencia piloto que se va a realizar en Finlandia, asignando 526 euros mes a 2.000 personas, y la que en modo similar se realizará a mediados de año en Ontario (Canadá), asignando 970 dólares sin límite de beneficiarios; igualmente en Utrech (Holanda) 250 residentes han comenzado a cobrar 1.000 dólares mensuales. Se cuenta también con los resultados favorables de los estudios pilotos realizados en la India en 2011, sin que empañe tantas pruebas que la propuesta sometida a votación recientemente en Suiza, saliera derrotada por un 75%, quizá por el elevado importe propuesto de 2.260 euros al mes.

Cobra fuerza, también, la idea de repartir mejor el trabajo mediante la reducción de la jornada de 8 a 6 horas, como ha hecho Suecia. Y se afianza como instrumento imprescindible el acudir a la tributación, para exigir que los robots empleados, como elementos productivos, también soporten impuestos.

En estos momentos, en la UE se estudia un Informe sobre Personas Electrónicas, que contempla la posibilidad de gravar a las máquinas, porque si los trabajadores y las empresas, soportan las cotizaciones sociales, el IRPF o el impuesto sobre sociedades, por qué no gravar a los robots y a quienes los emplean, si expulsan del proceso productivo a los seres humanos. No hace falta decir que para que tales tesis prosperasen, habrían de revisarse las leyes y adecuarlas a la nueva realidad, pero ese es el denominador común de toda ley: adaptarse al mundo real.

El mundo feliz ideado por Aldous Huxley se queda pequeño ante tantos avances tecnológicos que presagian unas desgracias que empañarían sus indudables ventajas. Hoy son muchos los que temen que el ser humano pueda desaparecer bajo la dictadura de las máquinas si no se aplica el control a los avances de la inteligencia artificial. Y menos mal que no hemos puesto a trabajar a nuestros parientes más cercanos, los monos, de los que Descartes, con ironía, señaló: «dicen que el mono es tan inteligente que no habla para que no lo hagan trabajar»? y para no pagar impuestos, añadiría yo.

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