Ahora que estamos celebrando los 38 los años de la Constitución española y que por parte de algunos se cuestiona la transición política (y económica) desde posiciones populistas o nacionalistas, creo que merece poner de manifiesto algunos aspectos de este período que nos permita recuperar un poco de perspectiva sobre el mismo y reivindicar, en mi caso, los esfuerzos que la sociedad española ha realizado y realiza para mantener a este país entre los mas avanzados de la economía mundial. Además y tras los últimos datos de la EPA parece que España ha reducido su tasa de desempleo por debajo del 20% tras varios años en los que en el mercado de trabajo ha soportado lo mas duro del ajuste de la crisis actual.

En efecto, por tercera vez en nuestra historia reciente España ha tenido el triste honor de superar el 20% de desempleo tras una crisis económica internacional. De hecho, tras la crisis del petróleo de finales de los setenta (aquí complicada con una difícil transición política), nuestra economía tuvo que ser auxiliada por el FMI implantando un duro programa de ajuste económico (Pactos de la Moncloa) que se llevó por delante varios millones de puestos de trabajo tras la reconversión de sectores poco competitivos (línea blanca, naval, siderurgia) alcanzando en 1984 la tasa de desempleo el 22%. En ese año la población activa estaba en torno a los 13 millones con 2,8 millones de desempleados y solo 10,2 millones de población empleada. La recuperación que se inició en el año siguiente contó con una mejora en las expectativas internacionales acerca de nuestro país al ser admitido por fin en la Comunidad Económica Europea (CEE), lo que tuvo lugar en 1986. El acuerdo de integración requería de la reducción de los niveles de proteccionismo (aranceles y tasas al comercio internacional) de nuestra economía para acceder a la unión aduanera que era lo que constituía la CEE en aquel momento.

Se necesitó un duro esfuerzo de nuestras empresas y trabajadores para integrarse en un área fuertemente competitiva. De hecho el Gobierno de aquel momento, socialista, a finales de los ochenta, tuvo que soportar varias huelgas generales debido al enfrentamiento con los sindicatos que reclamaban que parte de las ganancias del crecimiento de estos años, se trasladaran a los convenios colectivos. La respuesta del gobierno socialista de integrar a España en el Sistema Monetario Europeo (SME) fue, en mi opinión una de las mas arriesgadas y valientes que se han tomado (una especie de quema de naves de Cortés) puesto que significaba que la política monetaria y fiscal debían acomodarse a la disciplina cambiaria que dicho sistema implicaba, lo que reducía nuestra capacidad para utilizarlas como instrumentos de política económica interna. En cualquier caso y tras varios años de crecimiento económico, la tasa de desempleo tan solo se había reducido al 16% a principios de los noventa con una población activa que había crecido hasta los 14,5 millones, lo que daba un total de desempleados de 2,3 millones y unos 12,1 millones de empleados según la EPA.

En 1992 debido a diversos factores tales como la política monetaria que el Bundesbank se vio obligado a seguir para controlar la tasa de inflación alemana tras la reunificación, el SME entró en crisis debido a las incertidumbres de los mercados sobre la capacidad de los países participantes de mantener sus monedas dentro de las bandas de fluctuación acodadas. El resultado fue la salida del Reino Unido, Suecia y Dinamarca del SME ( por tanto, el abandono de la coordinación y disciplina cambiaria) y la devaluación de otras monedas como la peseta y la lira, necesarias para mejorar su sector exterior y para recuperar la competitividad que sus altas tasas de inflación relativas les había generado respecto de los países centrales del SME.

La crisis de 1992-94 provocó una recesión en la economía española cayendo el PIB en torno al 1,5% pero con un fortísimo ajuste en el mercado de trabajo lo que elevó la tasa de desempleo del 16 al 24% en apenas dos años. Con una población activa de apenas 16 millones, esto implicaba que se encontraban parados en torno a los 3,8 millones y tan solo 12,2 millones con empleo. Por segunda vez la economía española tras una crisis había hecho recaer todo el ajuste en su mercado laboral, con una enorme destrucción de pymes y puestos de trabajo. La devaluación de la peseta en mas del 25% (devaluación externa) permitió recuperar la competitividad de nuestro sector exterior, que empezó a tirar de la economía (aportación positiva de la demanda externa al PIB) llevándonos a una (excepcional) situación de superávit de la balanza de pagos (corriente). El impulso del sector exterior vino acompañado de una recuperación del consumo y finalmente de la inversión por parte de familias y empresas, de manera que a partir de 1995-96 la economía española entró en un nuevo ciclo expansivo. Este ciclo se vio enormemente ayudado por la recuperación de la confianza de los mercados internacionales en economías como la española al constatar que acabarían entrando en el euro y que, al perder sus propias monedas (política monetaria y cambiaria), deberían ajustarse internamente a aquellos países mas competitivos.

El proceso de la creación de la Unión Monetaria fue un éxito sin precedentes. En un brevísimo período de tiempo 11 países acordaron dar un paso en la integración monetaria y económica de los mismos que constituía el SMI, formando una Unión Monetaria y Económica (UME).

Esta parte de nuestra historia reciente es más conocida pero me gustaría resaltar tres hechos diferenciales respecto de las crisis anteriores. En primer lugar, solo en el caso español (de entre los países grandes de la UE), el período expansivo que se inició a finales de los noventa ha venido acompañado de un fuerte incremento de la población. La población española que estaba en 40 millones a finales de los noventa pasó a 47,4 millones en 2007, es decir, un incremento del 18,5% de población. Por supuesto que ese aumento no fue porque nuestra tasa de natalidad se disparó al infinito por la alegría de la UME sino a la emigración. Si un país como Alemania, que tras la reunificación tenía en torno a los ochenta millones hubiera tenido un incremento similar, ahora estaríamos hablando de una Alemania con 95 millones. Lo mas significativo es que, tras la crisis, la población española apenas se ha visto reducida en 800.000 personas, estando en la actualidad en torno a 46,5 millones. Segundo hecho y que obviamente esta conectado con el anterior, la fuerte creación de empleo. La población activa pasó de 16 millones a 23,4 millones desde 1996 a 2008. En paralelo la población empleada alcanzó los 20,5 millones en 2007, con unos 2,4 millones de desempleados y una tasa de paro del 9,5%. Esta era la primera vez desde la transición política que este país reducía su tasa de paro por debajo del 10% pero además con una población empleada que suponía ocho millones de empleos más que en la crisis anterior. El tópico de que este país era incapaz de crear empleo se desmoronaba. Tercero, pese a que la crisis de 2008 golpeó con una fuerza inusitada a los países de la UME (no solo a ellos) esta crisis ha tenido dos fases diferenciadas. La primera va desde 2008 a 2010. En esta fase la economía española parte con buenos datos de déficit y deuda pública, pero una debilidad extrema en su sector exterior. El PIB cayó en 2009 en un 3,7% y la tasa de desempleo aumentó en casi 7 puntos porcentuales pasando del 7,5% al 14%. La caída de ingresos y el aumento de gastos disparó el déficit del sector público al 11% elevando la deuda pública varios puntos porcentuales sobre el PIB. En el 2010 el PIB apenas varió pero se iniciaba en la UME la segunda crisis (auto infligida) asociada a las dudas que se generaron sobre la estabilidad del euro y la situación de algunos países del sur. En mi opinión fue una campaña absurda la de poner en duda la situación de países como España, que lo que requerían era tiempo y una financiación adecuada, tal y como empezaba a hacer Estados Unidos.

Esa continua declaración por parte de autoridades alemanas de la mala situación de estos países (metiendo en un mismo saco a Grecia con España) elevó la prima de riesgo de un 1% al 6% en pocos años multiplicando por seis los intereses de la deuda que teníamos que pagar por financiarnos. España que pagaba en torno al 2,5% por su deuda (que era de 350.000 millones en 2008) es decir unos 8.000 millones, se encontró pagando mas del 6% en 2012 con un montante de 60.000 millones. Los intereses de la deuda que tuvimos que pagar por la falta de actuación del banco central, entonces en manos de Trichet, a lo largo de estos años (que realimenta el déficit puesto que constituye la partida de transferencias ) fueron los verdaderos responsables de la austeridad. El país no tenía margen de maniobra y debía dedicar sus esfuerzos a reducir esa absurda prima de riesgo inventada. Tan solo con la llegada de Mario Draghi se hizo lo que otros estaban haciendo para USA y Reino Unido. Ha sido la caída de los intereses de la deuda los que han ido dando un mayor margen de maniobra a los gobiernos y de esta manera poder reducir el ratio déficit /PIB sin tener que recortar excesivamente en otros gastos.

Este país tiene muchos problemas pero no es menor el que en estas situaciones de crisis aparezcan partidos oportunistas que juegan a la crispación y a mantener la tensión constante entre los ciudadanos, puesto que eso es lo que conviene a sus intereses. Tanto los partidos independentistas como este «nuevo» partido populista saben que sus opciones suben cuanto peor le vaya al país y a eso juegan. Hay que mantener el malestar de cualquier forma posible. No es extraño, pues, que los españoles tengan peor imagen del país de la que se ve desde fuera ni que sea tan frecuente que cunda el pesimismo sobre nuestra situación y se reclame soluciones drásticas. Hoy, celebrando la Constitución de 1978 que ha dado el período mas largo de prosperidad económica que jamás hemos tenido, colocando a España entre los países mas avanzados en derechos y bienestar, surgen con fuerza voces de cambiar la misma, de manera sustancial. Es la solución fácil. Cuando no se tienen ideas y se está confuso, se dispara por elevación a y a ver qué pasa. Tirar el niño con el agua sucia para no lavarlo. Pero es un error. Para los independentistas «regionales» será un logro que les animará a seguir en sus planteamientos viendo esto como un paso mas en su único objetivo y una debilidad del Estado que combaten. Para los populistas eso no será sino un parche que el sistema hace porque les teme. Aquí ambos coinciden en minusvalorar el período constituyente y a sus protagonistas pretendiendo reescribir esa historia como un acto fallido mas que requiere de su urgente modificación. Y ellos serán los que lo lleven a cabo sin que desde la izquierda tradicional parece que se vea semejante engaño ni se hagan esfuerzos por reivindicar el período que sentó las bases de la modernización de este país y que ellos protagonizaron.

Pero hoy la verdadera batalla no solo está aquí, está en Europa y como ayer son los nacionalistas en todos estos países y populistas los que amenazan un proyecto único de superación de odios y temores ancestrales que debería finalizar en la aprobación de una carta de derechos y obligaciones comunes para todos los países que aún creen en una Europa unida. España no solo no es diferente sino que llevamos conviviendo con las fuerzas que tienden a disgregar la unión europea, los nacionalismos identitarios, más tiempo y sabemos de su peligro. Lo que deberíamos hacer es reivindicar la Constitución y los valores que han hecho de este país unos de los mas europeístas, nuestra convicción de que Europa es la solución (su unión) y no el problema. Y en esa línea volver con fuerza a Europa para reivindicar a la Unión Europea y a las ideas que la vieron nacer en 1957 (Tratado de Roma).