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Google no sabe de Memoria Histórica

Google no sabe de Memoria Histórica

Algunos alcaldes han empezado a cumplir su promesa (o amenaza) de cambiar el nombre de algunas de las calles de sus municipios. En concreto Madrid y Alicante lo tienen claro. Todo ello amparado en la Ley de Memoria Histórica. No voy a entrar en medir la temperatura franquista de los nominados, pero he repasado algunos nombres y (como les ha pasado a ustedes) hay muchos que no conozco: ni en Wikipedia aparecen. Y eso que somos hijos de la EGB y el BUP, que si fuéramos de la LOGSE ni le cuento. Reconozco que no sabía quién era Eduardo Aunós que da nombre a una calle en Madrid, reconozco, incluso, que no sabía que los Hermanos García Noblejas tenían una historia en plan «Salvar al soldado Ryan» -a la española y en la Guerra Civil- y eso que he vivido más de 30 años en la capital de España. La parada de metro García Noblejas era un clásico. Por no hablar de Manuel Senante o Enrique Madrid en Alicante. Oigan, ni idea de quiénes eran.Pero bueno, la cosa es otra. Cambiar de nombre a una calle no es sólo quitar y poner una placa: eso es lo más sencillo. También podemos hablar del coste que le supone al ciudadano el cambio de toda la señalética asociada a esto, pero aunque fuera gratis, los problemas importantes son otros.En esas calles no sólo hay viviendas sino que también hay muchos comercios. Que se lo digan a los bares, restaurantes y tiendas de la calle General Fanjul en Madrid o a los de la plaza de Calvo Sotelo en Alicante. Esto supone muchas cosas. Para empezar hay que dedicar un tiempo y un dinero en cambiar la razón social en el registro, los seguros, los recibos? Supone también cambiar la dirección en todas las herramientas de marketing. Vivimos en la era digital. Todo está en Google. Y una empresa existe (vende) si ésta aparece en las primeras líneas del buscador. Y para estar arriba hacen falta muchas horas de trabajo (de SEO y SEM que lo llaman los geeks). Y cuando su negocio lo tiene posicionado en Google de pe eme en la calle Alfonso Muñoz Alonso, ahora van y cambian el nombre al de Las 27 Constituyentes. Vuelta a empezar. Por no hablar de la geolocalización. Todos tenemos un smartphone que usamos como guía para llegar a los sitios. Dígale ahora al cacharrito que le lleve a Las 27 Constituyentes: me temo que pasarán una docena de actualizaciones de Apple o Android antes de que su calle aparezca en el móvil. ¿Y los GPS de los coches? Pues si ahora ya es un follón porque para el artefacto la calle Jaime I es diferente de la Jaume I, imagine ahora lo que puede pasar con Las 27 Constituyentes, en castellano y en valenciano. En fin, que podemos seguir y no acabar de imaginar situaciones tragicómicas, pero al final de todo, unas decisiones políticas -que parecen que no fueran demasiado urgentes ni especialmente reclamadas por los ciudadanos- causan un estropicio a los negocios con los que la gente se gana la vida. Mi despacho está en una avenida dedicada a un antiguo alcalde de Alicante, que además de médico era masón, por lo que parece que está a salvo.

De verdad merece la pena todo este lío?

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