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El parto de los montes

La fábula de Esopo, «El parto de los montes», satirizaba con el desgarrador escándalo que éstos organizaron ante el futuro alumbramiento que se iba a producir de sus entrañas

El parto de los montes

Emulando la leyenda, nuestros políticos han necesitado nueve meses, el tiempo de gestación de un ser humano, para hacer posible, al fin, que el Congreso haya dado a luz al gobernante menos querido de la democracia, Mariano Rajoy, alumbrado en medio de un guirigay descomunal en este mediocre circo mediático en que se ha convertido el Congreso de los Diputados y así favorecer, tras un inmerecido sufrimiento ciudadano en el tiempo de buena esperanza, que un nuevo gobierno con la ayuda de todos, pueda ponerse a trabajar por el país, legislar las muchas normas que necesita, profundizar en las reformas económicas y evitar seguir incidiendo en una deriva tortuosa de la que urge escapar.

España no va tan bien

Si bien ciertos indicadores económicos siguen respondiendo a los objetivos trazados, beneficiándose de la inercia, como el paro, que ha bajado del 20% después de seis años, y los niveles de consumo que continúan apoyando el crecimiento, o el turismo, la automoción y las exportaciones que siguen empujando, nuestro nivel de déficit es excesivo, y escandaliza a los ciudadanos que tanto han contribuido para impedirlo con los recortes sufridos en sanidad, educación y gastos sociales, a la vez que la deuda pública sigue creciendo y creciendo, alejándose cada vez más del objetivo propuesto por Bruselas, debido a una obesidad mórbida que podría ser amenazante si la política de compras del Banco Central Europeo cambiara o se elevasen los tipos de interés.

Al tiempo, ocurre que no ha mejorado, sino todo lo contrario, la equidad del sistema, y obra de ello es que el nivel de desigualdad en España es de los más altos de Europa, lo que perjudica no sólo a los millones de ciudadanos cada día más pobres sino que actúa de freno para el crecimiento económico

Pero volviendo al símil del interminable parto, días antes del alumbramiento, nos visitaron, no ginecólogos, sino los hombres de negro del Fondo Monetario Internacional, que preocupados porque no alcanzamos los objetivos de consolidación fiscal, y cansados del interminable estado de gobernanza en funciones, no han querido retrasar durante más tiempo el informe sobre el estado de nuestra economía que emitirán a primeros de diciembre. En similar posición han comparecido los supervisores del Banco Central y del Consejo de Europa. Así que nuestros nuevos representantes políticos deben recordar que seguimos estando bajo el punto de mira de Bruselas y del resto del mundo.

Ojo avizor

Y si interminable y costosa ha sido la génesis de la investidura, como paso previo para la formación del nuevo gobierno, lo que ahora espera puede ser terrible, salvo que Rajoy sea capaz de cambiar su pasividad y negativismo del «no es no» de la anterior legislatura para cuantas propuestas y enmiendas se le plantearon desde la oposición, y que también los socialistas entiendan, de una vez por todas, que su sino actual es contribuir con los que gobiernan, por decisión de las urnas, a sacar a este país del «stand bye» en el que permanece por no saber perder y mantener el «no es no» como una muletilla, cuando era una perogrullada creer posible lo que no podía ser.

Se necesita una buena dosis de responsabilidad, de sentido de Estado, de lealtad institucional, de esas virtudes de las que ha hecho gala el partido de Albert Rivera. Se precisa que los partidos políticos saquen a relucir lo mejor, no lo peor, de sí mismos, su capacidad negociadora y muestren voluntad para alcanzar acuerdos, para avanzar por los senderos del crecimiento estable, y para conseguirlo con equidad, con generosidad, sin desatender las exigencias sociales y económicas.

Hay que recuperar el año perdido en discusiones bizantinas, y procurar mejoras en los aspectos más preocupantes, dejar aparcados los desencuentros, estimular los objetivos comunes que son beneficiosos para el país, y ello, aunque cada partícipe, por sí mismo, crea que podría hacerlo mejor, que aún sin ser lo óptimo para él, según qué circunstancias, lo mejor es enemigo de lo bueno, y es preferible avanzar hacia posiciones mejores que permanecer estancados.

Hay tanto trabajo por hacer que es perverso que los políticos se enzarcen entre sí por personalismos. Todo político incapaz de dialogar, consensuar y pactar debería ser arrojado de la política por ineptitud profesional. Pretender lo óptimo, que además es un concepto muy subjetivo, es una utopía, siempre se deberá luchar por alcanzar acuerdos para mejorar, por hacer camino al andar. Ante posturas diferenciadas, porque son muchos y distintos los programas de cada uno de los interlocutores, se deberá luchar no por el provecho propio excluyente de la ideología de los otros, sino por alcanzar ese mínimo común múltiplo, que a todos satisfaga y que supere los defectos de la anterior posición. No es cuestión de batir un récord de velocidad, sino de llegar a la meta aunque sea más lentamente, «piano piano si va lontano».

La abulia y el desprecio mostrada por resolver los problemas graves por el anterior gobierno de Rajoy para desespero de los demás partidos ya le ha pasado factura en estos meses. Es hora de ponerse todos a trabajar, de proceder a la inmediata aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, de convocar al Pacto de Toledo para reformar el sistema de las pensiones; de cambiar el pésimo modelo de financiación territorial porque es injusto e insolidario, de cumplir mejor las exigencias de consolidación fiscal de Bruselas, de corregir y modificar el sistema tributario general, y el autonómico y municipal que están impregnados de tributos anacrónicos, extramuros de la capacidad contributiva, y tantos otras estructuras de las Administraciones públicas que resultan ancestrales.

Reformas

Junto a las reformas económicas, hay otras muchas que exigen el acuerdo: educativa, judicial, electoral, etc., que deben emprenderse bajo un clima de negociación, conciliación, armonización, lealtad institucional y generosidad. Entiendan los negociadores que la generosidad, la altura de miras debe ser en favor del país, antes que del propio partido. Quizá sea pedir demasiado a una generación de políticos de escaso altruismo y peor formación, con abundancia de empecinados que sólo se miran al ombligo; en algún caso, incluso, partidarios de buscar el apoyo en las calles creando altercados, desoyendo el dictado de las urnas, algo que alienta el líder de Podemos. Deberían ser conscientes de que vivimos en democracia, y que se deben seguir las reglas del juego político en el que decidieron participar, y en las que está prohibido jugar con dos barajas. Si todos demás partidos hicieran lo mismo, ¿para qué las elecciones?, el país sería un caos.

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