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Democracia y empresa

Democracia y empresa

La democracia es buena? Si nos referimos a democracia como el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de éste a elegir y controlar a sus gobernantes, pues sí, para mi sí. Pero, ¿es buena la democracia como sistema de gestión en las empresas? Ni por asomo? ¿Algún médico en la sala?: Se me acaban de desmayar algunos lectores.

Los modelos de gestión democráticos han sido objeto de investigación desde siempre. Bajo el título Workplace Democracy se recogen estudios sobre la aplicación de la democracia en todas sus formas (sistemas de votación, debates, estructura democrática, etc) dentro de las empresas. Lo malo es que no se citan ejemplos de éxito. Perdón, sólo se cita uno y además es español: la cooperativa Mondragón. Podríamos ahora debatir si una cooperativa puede compararse con una sociedad anónima o limitada.

La democracia en la gestión es una más de las banderas que enarbolan los adeptos al management del buenismo. Ya saben, el management del buenismo es esa moda de gestión happy. Las empresas no pueden ser democráticas. Frases como que en esta empresa no hay jefes o aquí somos todos iguales, sólo revelan una auténtica ausencia de liderazgo. A veces se confunde el trabajo en equipo -que no sólo es positivo, sino imprescindible- con la democratización de las decisiones. Un directivo tiene la obligación de tomar decisiones. Y esto siempre, siempre, conlleva una dosis de incertidumbre. El buen directivo es el que acierta la mayoría de las veces gracias a que reduce al máximo la incertidumbre: tiene experiencia, escucha a sus colaboradores, está técnicamente preparado, sabe interpretar las señales del mercado, etcétera.

El directivo buenista no es así. El buenista descarga sobre el equipo la responsabilidad de la decisión bajo la excusa de la participación democrática, haciendo que el equipo haga un trabajo que le corresponde a él. En el fondo le acongoja decidir, pero no lo dice. Y es que un modelo de gestión donde todo se colegia genera empleados desmotivados.

Podemos decir que el mejor modelo de gestión en la empresa es aquel donde el directivo va transformando el poder que le otorga su cargo en autoridad, y de esa manera se convierte en el líder del equipo. Y el equipo confía en sus decisiones. El buenista no es capaz de generar autoridad ni de ejercer el poder, y el jefe tirano sólo echa mano del poder para que las cosas se hagan.

¿Y los partidos políticos deben gestionarse democráticamente? No lo sé. Pero hemos visto hace escasas fechas cómo a un líder político le costó el puesto su pretensión de delegar en las bases una decisión que le correspondía tomar a él? ¿Le sobró democracia? ¿Le faltó autoridad?

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