Acostumbrado a descifrar los enigmas escondidos entre gráficos y estadísticas, el matemático, financiero y analista Juan Ignacio Crespo (Madridanos, Zamora, 1950) predice sin error desde hace años tanto los periodos de crecimiento económico como las recesiones. Y para nuestra desgracia, el próximo pinchazo está a la vuelta de la esquina, en 2017, aunque será de corta duración, pues al año siguiente cerraremos un periodo de depresión de 18 años, gracias a la liberación de tanto capital embalsado y a los extraordinarios avances tecnológicos. Los datos que auguran esta nueva crisis aparecen en «¿Por qué en 2017 volveremos a entrar en recesión?» (Deusto, 2016), un libro en el que el que fuera responsable de negociar las emisiones de deuda pública y los préstamos en divisas del Reino de España augura que los británicos volverán a querer estar en Europa tras el Brexit porque pagarán muy cara la decisión que han tomado. La pócima que puede salvarnos de episodios como el Brexit y el Catalexit, según Crespo, es el comercio.

Señor Crespo. ¿Por qué está usted tan convencido de que en 2017 vamos entrar en recesión?

Por la caída de los beneficios empresariales y por la de los precios de las materias primas debido a que hay menos consumo.

Recuerdo que usted decía que los mercados descartaban el Brexit. ¿Por qué se equivocaron?

Hice una comparación con lo que hicieron los mercados en 1975 cuando se convocó el mismo referéndum y salió la permanencia del Reino Unido en Europa. Los mercados se comportaron de igual forma antes de aquel referéndum y antes del de junio y de ahí concluí que anticipaban el mismo resultado.

Pero no fue así...

La enseñanza más sorprendente del resultado del mes de junio es que a los mercados les dio lo mismo.

¿Es que acaso los mercados pintan ahora menos de lo que la gente cree?

Pintan muchísimo. Eran fundamentales en la época de Carlos I cuando ya los banqueros imponían sus condiciones para prestar dinero a los reyes para las guerras. Y ya Julio César tomaba medidas en Roma destinadas a aumentar o reducir la inflación. Lo que ocurre es que cada 35 años nos olvidamos de lo que ha sucedido en el pasado más inmediato. La influencia de los mercados agrícolas ha sido siempre enorme y ahora lo es la de los mercados financieros.

¿Qué quiere usted decir cuando escribe que «los británicos creen que han votado que no, pero han votado que sí a la Unión Europea aunque ellos todavía no lo saben»?

Pues que, al final, habrá algún tipo de acuerdo para que continúen en Europa o habrá que diseñar conciertos similares a los que existen con Noruega o Suiza. La libertad de movimiento de capitales, personas y mercancías es algo que no va a detener la pataleta de unos pocos contra los inmigrantes.

¿Será, al final, el comercio el único pegamento de la UE?

Por supuesto, el comercio es el pegamento de Europa y el de las buenas relaciones entre los pueblos. El Reino Unido entrará en una recesión muy fuerte por la fuga de capitales y en un año se planteará si no habrá sido una tontería el votar a favor de salir de la UE.

¿Le parece acertado comparar la gravedad del Brexit para la economía mundial con la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers?

No, porque Lehman Brothers fue la quiebra súbita de la banca americana que provocó la paralización de los sistemas de liquidación y compensación. Se paró el sistema financiero mundial. El Brexit afecta al comercio y todo se produce a cámara lenta. En ambos casos la recesión ya estaba ahí cuando se produjeron estos dos hechos.

Otra vez los mercados. ¿Está seguro de que la marcha de los mercados no se verá influida en manera alguna por el resultado del referéndum británico después del batacazo que se pegó la bolsa?

Sí. Los mercados tienen razones que el corazón no entiende.

O sea, que a largo plazo, el Brexit no influirá en el comercio ni en los negocios...

Eso es otra cosa porque sí va a influir y muchísimo. Una cosa es que a los mercados les dé lo mismo y otra cómo influye en el comercio. Los turistas británicos tendrán, por ejemplo, menos dinero para venir a España por la depreciación de la libra. Habrá impacto en la masa de la actividad económica.

¿Cómo van a ser las relaciones entre Gran Bretaña y la UE en el futuro?

Como siempre, entre el amor y el odio.

Juncker ha advertido a Gran Bretaña que «fuera significa fuera», pero el premio Nobel de Economía Stiglitz aconseja que los mutuos beneficios del comercio y de la integración económica se mantengan, y que incluso se busque mayor integración económica. ¿En qué polo se sitúa usted?

En el segundo. Supongo que Juncker también, pero al ser responsable de la negociación tiene que esgrimir ahora cierta firmeza. Cuando uno discute con un díscolo no es recomendable decirle a todo que sí.

Señor Crespo. ¿En qué circunstancias se atrevió usted a vaticinar la crisis de 2008?

Lo hice a finales de 2006 y lo resumí con una frase de un asesor de Nixon, Herb Stein, que decía que «si es demasiado bueno para durar, no durará».

¿Qué era demasiado bueno en aquellos años?

El exceso de crédito para comprar cualquier cosa y en las operaciones de fusiones y adquisiciones. Vi que eso iba a acabar mal y lo escribí año y medio antes de que empezara la crisis, que en realidad comenzó en 2007 y explotó en 2008. Nadie lo quiso creer porque a nadie le gusta que termine la fiesta.

En 2009 anunció usted dos crisis más: una entre 2012/2013 y otra en 2016/2017. ¿Cómo se ha sustanciado la primera y qué recomienda hacer ante la que ya pica a nuestra puerta?

La de 2012 ya se ha visto cómo ha afectado, sobre todo, al aumento del desempleo en España. Zapatero se fue con una tasa de paro superior al 24% y el PP llegó a tener el 27%. La que está ahí está por ver cómo se comporta, pero pocas cosas podemos hacer.

Pero supongo que algún consejo tendrá para capear esta crisis, ¿no?

El Banco Central Europeo ya está haciendo algo al comprar deuda pública. Deberían de ponerse todos los gobiernos de acuerdo para aumentar el gasto para que no importe tanto que el déficit vuelva a subir. Hay que hacerlo con los socios europeos y mundiales. España sola no puede hacer nada y si lo hiciese, solo conseguiría desestabilizarse más.

Son dos tropiezos que, según su último libro, se producen en vísperas del final de una crisis iniciada en 2000 que dará paso a un largo periodo de recuperación en 2018. ¿Cómo llega a esa conclusión tan optimista ante un panorama tan poco alentador?

Planteo que con esto se acaban los 18 años de estancamiento secular y que las economías comenzarán a crecer otra vez de forma sostenida. Los ciclos históricos parece que van así y hay un exceso de capitales que están ociosos y en algún momento se tendrán que poner a trabajar y, además, hay adelantos tecnológicos esperando para producir grandes saltos de productividad con crecimientos muy superiores.

Lo que destruirá más empleo, ¿no?

Pues sí, se sustituirá mano de obra por trabajo automatizado, pero se encontrarán soluciones como se encontraron en el pasado.

Si no tenemos que trabajar, ¿de qué viviremos?

Si en algún momento los robots trabajan por nosotros será estupendo, pero a ver cómo hacemos eso compatible con que todo el mundo tenga con qué vivir.

¿Habría que dar una renta básica universal?

Es una cosa inevitable. Ya se hacen programas piloto en Finlandia y en alguna ciudad holandesa para comprobar si con esta renta la gente se tira a la bartola y ya no busca trabajo. Hay que ver si tienen influencia en esta búsqueda otros factores como la integración social o el sentirse útil y productivo.

¿En qué se traducirá para los españoles el ajuste de 10.000 millones hasta 2017 que exige la UE a España?

Eso por sí mismo, si no hay mucha suerte, puede provocar la recesión en España y es el factor específico español que comento en el libro. A esos 10.000 millones habrá que sumar el volumen de negocio que se perderá por el turismo británico que dejará de venir a España más la desaceleración del comercio mundial.

¿Estamos en España de nuevo al borde del precipicio como hemos estado en la legislatura posterior a Zapatero?

Un poco menos porque aún se podrá crecer al 1,5% y eso no estaría mal. Zapatero hubiese dado su reino por ese crecimiento al final.

¿Es mejor que sea Rajoy quien aborde de nuevo esa situación de vértigo o es preferible que lo haga un nuevo presidente?

Creo que Rajoy ha hecho lo que ha podido como Zapatero hizo lo que pudo. A los dos les tocó lidiar con tiempos muy difíciles.

¿Qué conclusión saca al ver por televisión los mítines de Podemos?

Al principio veía un vigor, una fuerza, una energía y un entusiasmo ausente en el resto de los partidos. Podemos disfrutó, además, de dos años de gracia. Algo pasó no obstante después de Navidad y vi que los de Podemos habían perdido ese estado de gracia y habían dejado de imponer su lenguaje para empezar a hablar de patria y a enarbolar la bandera española.

Si Pablo Iglesias llegara al poder ¿acabaría girando hacia el centro como Mitterrand en Francia y Tsipras en Grecia?

Sí, en circunstancias normales, pero en un mapa de caos y disolución de Europa sería otro cantar y sacarían su alma bolivariana.

¿Cómo evalúa usted el problema catalán en el futuro de España?

Como el Brexit. Pase lo que pase, Cataluña está donde está y comercialmente atada a quien está. Si al final lograsen salirse de España todo seguiría igual, pero mejor que no haya un Catalexit porque eso genera de mano tremendos problemas económicos.

¿Tiene solución este problema?

Sí, la solución está en el comercio. Es demasiado tarde para romper los lazos comerciales.