«Si salgo de ésta, lo cuento», asegura con brillo en los ojos Adolfo Catral. Es un trabajador alicantino de 44 años que en el plazo de cinco ha pasado por tres expedientes del Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) debido a la quiebra o la insolvencia de las empresas en las que trabajaba como vigilante de seguridad. Acaba de cobrar su primera nómina, tras un largo periodo de inestabilidad entre estar en el paro y esperar a poder percibir del Fondo lo que le adeudaban tres empresas en las que trabajó. Fueron 6.000 euros de la primera; 10.000, de la segunda, «aunque la deuda era mayor, pero el Fogasa no cubre la totalidad de los impagos de las empresas»y otros 6.000 de la última, que entró en quiebra el pasado año. «Los últimos dos años he estado viviendo con la ropa y la comida de Cáritas. A la que hay que agradecer todo lo que hacen», asegura Adolfo con cierta emoción. «He sufrido mucho. Aunque me veas vestido con esta camiseta y unos vaqueros de marca, es ropa de Cáritas».

Pero ahora ya mira con otros ojos el futuro porque en los últimos años «parece que empresa en la que entraba, quebraba», se lamenta. En este tiempo ha ido sorteando la difícil situación con la ayuda de amigos y de sus familiares. «En el último año he vivido de acogida en casa de un amigo. Pero con este nuevo trabajo me voy a coger un piso para alquilar».

Adolfo Catral, que está separado, asegura que en este tiempo lo más duro era que «trabajabas y no cobrabas» y tenía dificultades para pagar la manutención de su hijo. Una situación de «sufrimiento» superior a la que puede representar no ingresar las nóminas, asegura. En una de las empresas -la segunda- «que fue donde peor lo pasé, cobraba cada cuatrimestre una mensualidad y a los once meses pedí la baja al Ministerio -está establecido- para irme al paro porque necesitaba vivir de algo». Entró con más de 60 compañeros en un expediente -«que hicimos de forma individual»- para que el Fogasa les abonara la deuda de la empresa, que se declaró insolvente.

«Un caso raro en el Fogasa»

Fue en 2011 cuando Adolfo Catral inició esta odisea entre tramitaciones en el paro y el Fogasa. «En este organismo, incluso, me han dicho que es muy raro que un trabajador se vea afectado por tantos expedientes», cuenta.

Hace cinco años, llevaba trabajando ocho regularmente como vigilante de seguridad, pero la empresa quebró. El débito fueron 6.000 euros y entró en el primer expediente del Fondo con una veintena de compañeros. Tras los pertinentes trámites en el Fogasa, incluido el judicial, han transcurrido varios años hasta que el organismo le ha abonado el importe, «del que más de mil euros tuve que pagar a Hacienda, además de los honorarios del abogado», añade.

La avalancha de casos que entraban en el Fondo durante los duros años de la crisis retrasaba varios años el abono a trabajadores afectados por el cierre de sus empresas.

En 2011 encontró otro empleo de vigilante de seguridad, donde trabajó hasta 2014, pero tampoco le fue bien. Tuvo que darse baja para percibir una prestación y tener algún ingreso. «Además, la ayuda del paro ne ma negaron tres veces, pese a que llevaba más de diez años cotizados. Al final, tras reclamarlo, lo autorizaron». El verano de 2015 supuso un respiro. «Fueron dos meses de vigilante en una urbanización y me pagaron», enfatiza. Después, en noviembre de 2015, reingresa en otra compañía que «hace un mes entró en concurso de acreedores». Una situación que representaba su tercer expediente en el Fogasa, al adeudarle la mercantil 6.000 euros, que aún no ha cobrado». Los débitos anteriores sí. Ahora espera, con la nueva compañía iniciar un nuevo y mejor futuro laboral.