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«No se puede gastar lo que no se tiene»

En términos económicos, la frase de Rajoy que da título a este artículo es una gran estupidez

En términos económicos, la frase que da título a este artículo es una gran estupidez. Explicar la contundencia de esta afirmación es sencillo: si así fuera, el crédito sería innecesario, sobraría el sistema financiero, no habrían bancos y, seguro, viviríamos mucho peor, siempre que aceptemos que, por lo general, la calidad de vida está alta y positivamente correlacionada con la renta per cápita; a mayor renta, mayor calidad, y a la inversa. Algunos economistas, para explicarlo con un lenguaje llano, han señalado que el crédito es como la sangre, que transporta el oxígeno a las células, activando, así, el crecimiento económico.

Mariano Rajoy no puede ser tan estúpido y, si fuera el caso de que se hubiera deslizado -errar es de humanos- sus colaboradores le habrían advertido al respecto. No, definitivamente, no fue un desliz, sino una frase demagógica fácil de «vender» a ciudadanos agobiados con las consecuencias de una crisis de deuda.

Conviene rememorar que la crisis que se inició en el verano de 2007, y se agudizó, un año después, con la quiebra de Lehman Brothers, es una crisis de deuda. España, al igual que otros muchos países, tenía un altísimo nivel de endeudamiento privado; más concretamente nuestros bancos debían mucho a otras instituciones financieras extranjeras -lo que había resultado imprescindible para alimentar la burbuja inmobiliaria- y también algunas grandes empresas españolas habían realizado importantes operaciones corporativas de adquisición, totalmente apalancadas.

La crisis estalló en el corazón financiero del mundo, EE UU, y se exportó rápidamente a nivel global como consecuencia de la extraordinaria movilidad internacional de capitales en los años previos. Se trata, pues, de una crisis importada, aunque con perfiles propios diferenciados, que se habían ido acumulando desde la creación del euro, al generarse la falsa expectativa de que, en el interior de la eurozona, había desaparecido el riesgo país.

Así pues, cuando irrumpe la crisis financiera global, España tiene un altísimo nivel de endeudamiento privado y exterior, mientras que la deuda pública era relativamente baja. Fueron las consecuencias de la crisis las que provocaron un rápido aumento del déficit y del endeudamiento público. Repasemos los datos.

En diciembre de 2004, la deuda de las administraciones públicas españolas alcanzaba la cifra de 389.888 millones de euros, y suponía el 45,30 por ciento del PIB. Al finalizar 2007 -año en el que estalla la crisis- la deuda era ligeramente inferior en términos nominales, concretamente 383.798 millones de euros, aunque casi 10 puntos porcentuales menos en términos de PIB, el 35,50. Uno de los niveles de endeudamiento más bajos del mundo avanzado. ¿Puede decirse, con tales datos, que hubo un comportamiento fiscalmente despilfarrador? Sí, pero sólo faltando a la verdad.

La deuda pública empieza a crecer en 2008, cuando ya hemos entrado en crisis y se paraliza la actividad inmobiliaria -con consecuencias negativas sobre la banca y otros sectores económicos- se inicia la destrucción de empleo, se hunden los ingresos públicos y se disparan muchos gastos, como las prestaciones por desempleo. En diciembre de 2011, la deuda pública española era 743.530 millones de euros, el 69,50 por ciento del PIB. En siete años, de 2004 a 2011, creció en 353.642 millones, 24,2 puntos porcentuales en términos de PIB.

Fue entonces cuando Mariano Rajoy -el que repetía una y otra vez que no podíamos gastar lo que no teníamos- ganó las elecciones.

¿Qué ha pasado, desde entonces, bajo la gestión del señor Rajoy, con nuestra deuda pública? Los datos son del Banco de España y están fácilmente accesibles. A marzo de 2016, el volumen de deuda estaba situado en 1.095.358 millones de euros (1,095 billones). O sea, en tan solo 4 años y 3 meses, la deuda ha crecido 351.828 millones de euros, 31 puntos porcentuales de PIB y ya supera el 100 por 100. España ha pasado a ser uno de los países del mundo con un mayor nivel de deuda pública.

Al señor Rajoy en 2011 le gustaba decir cuánto debía cada español (se entiende que solamente por cuenta del Estado): 15.731 euros. Ahora ni se le ocurre mencionar que, por ese mismo concepto, debemos 23.543 euros por persona; 7.812 euros más cada uno, lo que equivale a casi un 50 por ciento de aumento. Menos mal que no podíamos gastar lo que no teníamos.

Este hecho es mucho más grave de lo que parece. Afortunadamente para todos -lo que viene muy bien al señor Rajoy para maquillar su gestión de la deuda pública- en el verano de 2012, el Banco Central Europeo cambió radicalmente su política monetaria y, desde entonces, no ha dejado de practicar una cada vez más relajada y expansiva, lo que ha permitido -gracias al señor Draghi- que la prima de riesgo y los tipos de interés se hayan hundido. Eso supone miles de millones de ahorro a los presupuestos de las administraciones públicas y una gran demanda de papel soberano.

No soy adivino, ni creo que estemos todavía en condiciones de predecir cuándo cambiará tal política monetaria, pero es seguro que lo hará y, lo que es peor, seguramente tendremos un altísimo nivel de deuda pública y lo pasaremos mal. En este punto, es conveniente añadir que las cifras de endeudamiento público que he manejado son las que se calculan de acuerdo con los criterios del Protocolo de Déficit Excesivo, establecidos por Eurostat, para poder ser comparables con los datos del resto de países de la UE. Pero el endeudamiento real de las administraciones públicas españolas (los pasivos totales, que incluyen algunos conceptos más de deuda) es superior en unos 300.000 millones de euros.

¿Es esta una gran gestión económica? Pan para hoy (poco) y hambre para mañana. A pesar de los recortes en servicios públicos esenciales, no se ha conseguido, ni un solo año, cumplir con el objetivo de déficit pactado con Bruselas y, eso que para no hacerlo mayor se ha vaciado, en gran medida, la hucha de las pensiones. Está por ver que, una vez pasado el 26J, no seamos sancionados por déficit excesivo, tal y como solicitan muchos países del Eurogrupo; decisión, que de momento, para no perjudicar a Rajoy, se ha aplazado. Este es el legado de Rajoy.

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