La decidida apuesta que la mayoría de las empresas realizó por la exportación tras el estallido de la crisis económica ha permitido a la industria alicantina recuperar buena parte del terreno perdido como consecuencia del desplome del consumo interno que provocó la recesión. Sin embargo, no todos los sectores han tenido el mismo éxito y, a día de hoy, la situación de unos y otros es muy distinta. Mientras que negocios como el calzado, el agroalimentario o la industria del caucho y del plástico ya presentaban a finales de 2014 -el último ejercicio con datos oficiales- cifras similares o, incluso, superiores a las de 2008; otros como el subsector del mármol y los materiales de construcción, la metalurgia o el mueble siguen muy alejados del volumen de negocio de los años de bonanza.

En su conjunto, a finales del citado periodo la facturación de la industria alicantina seguía alrededor de un 17% por debajo del nivel precio a la crisis, con 9.747 millones de ingresos frente a los 11.694 que conseguían antes de la caída de Lehman Brothers, de acuerdo con la información que acaba de hacer pública el Instituto Valenciano de Estadística (IVE).

Sin embargo, la situación del calzado es bien distinta. Los fabricantes del Alto, Medio y Bajo Vinalopó no sólo han logrado recuperar ya todo lo perdido desde el estallido de la burbuja inmobiliaria que arrasó la economía nacional, sino que, incluso, se sitúan un 4% por encima de aquellas cifras, con 2.054 millones de euros. Con este dato el calzado se convierte, además, en la primera industria provincial, arrebatando esta posición al sector agroalimentario que la había ocupado tradicionalmente.

«Hay que tener en cuenta que nosotros ya habíamos sufrido nuestra propia crisis anteriormente, con la deslocalización de las fábricas a otros países, y el sector ya había hecho los ajustes necesarios», recuerda la presidenta de la Asociación Valenciana de Empresarios del Calzado (Avecal), Marián Cano. Además, la mayoría de las firmas del sector ya contaba con una importante red internacional para exportar sus productos, lo que también ayudó y explica los relativamente pocos cierres que se han producido.

Algo similar ha ocurrido con el sector del plástico, que también vivió su propia reconversión y que, durante la crisis, ha logrado aumentar su facturación desde los 979 hasta los 1.120 millones de euros, un 14,4% más, si bien es cierto que estas cifras también incluyen al subsector del caucho, donde la expansión de firmas como el Grupo Soledad han contribuido a engordar los números. Mención aparte merece la ya citada industria agroalimentaria, que ha demostrado una solidez a prueba de bombas y ha sido una de las que menos ha fluctuado durante todos estos años, manteniendo su cifra de negocio fuertemente anclada en el entorno de los 2.000 millones de euros.

Desplome de la construcción

Muy distinto es el momento que viven aquellos fabricante que, de una forma u otra, dependían del sector de la construcción. El exponente más claro es el que agrupa al mármol, la cerámica o la producción de cemento, que en el año 2008 facturaban hasta 1.539 millones de euros y que en 2014, a pesar de sus esfuerzos por salir al exterior, sólo habían logrado remontar el negocio hasta los 594 millones, poco más de un tercio de lo que ingresaban entonces. «El mercado nacional desapareció por completo y en el exterior la competencia es muy dura. Yo mismo tengo canteras fuera y extraer el mármol allí te cuesta una décima parte que aquí», explica el presidente de la patronal del ramo, Juan Antonio Santo. Lo mismo puede aplicarse al sector de la metalurgia o también al del mueble, cuyas ventas se ven muy directamente influidas por el funcionamiento del mercado inmobiliario.

Lo que ni en unos sectores ni en otros ha vuelto a los niveles previos a la crisis es el empleo, que sigue muy alejado de las cifras de 2008, incluso en las industrias más saneadas. En conjunto, las factorías ocupan hoy a 18.726 alicantinos menos que en 2008.