El anuncio en las últimas semanas del cierre de 450 oficinas por parte del Banco Santander, de 500 nuevas prejubilaciones en CaixaBank o del ERE de hasta 1.120 personas en Banco CEISS (antigua Caja Duero) han dejado bien claro que el proceso de reestructuración del sector financiero español aún está lejos de concluir. Cuando la mayoría de entidades aún sigue digiriendo las consecuencias del estallido de la crisis -sobre todo, en forma de activos inmobiliarios que todas han tenido que asumir-, el negocio bancario se enfrenta a un reto mucho más complicado, el de cambiar su modelo para adaptarse a la nueva economía digital, y todo ello en medio de la mayor caída de tipos de la historia, que ha hundido aún más la rentabilidad del sector.

Como explica el catedrático y director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, Joaquín Maudos, basta con echar un vistazo a los datos de lo ocurrido hasta el momento para darse cuenta «de que estamos ante un cambio mucho más profundo que la simple limpieza del exceso de grasa acumulado durante los años del "boom"». En el caso concreto de la provincia de Alicante, desde el año 2008 ha desaparecido ya un 36% de la red de oficinas existente, al pasar de las 1.748 sucursales que había aquel año a las 1.126 del pasado mes de septiembre. En total, 622 locales cerrados, prácticamente el doble de los que abrieron durante los años de la expansión económica.

De hecho, según los registros del Banco de España, hay que retroceder nada menos que hasta 1984 para encontrar en la provincia una cifra de sucursales más baja que la actual. Una tendencia que se repite en todo el país, donde la reducción de la red alcanza el 32%, según el informe que ha elaborado el propio Maudos para la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), en el que alerta de que la concentración que se ha producido en este tiempo empieza a generar problemas de falta de competencia en algunas provincias.

Aunque Alicante no es todavía una de ellas -los mayores problemas se dan en aquellas demarcaciones de menor tamaño-, no deja de ser significativo que sólo tres entidades copen ya el 53% de todo el negocio bancario de la provincia, cuando antes de la crisis los tres mayores bancos y cajas sólo sumaban un 37% de cuota.

Y el futuro no pinta mucho mejor. «Con los tipos de interés por los suelos y la presión regulatoria actual, las entidades no tienen más remedio que seguir recortando costes. Y eso significa cerrar oficinas y reducir empleo», explica Maudos. Al respecto, el experto recuerda «que los tipos que se pagan por los depósitos ya no pueden caer más -en la mayoría de entidades roza el 0%- pero los que se cobran por los créditos, sí. Lo que significa que sus ingresos van a reducirse aún más».

Además, la banca española resulta especialmente vulnerable a la actual situación porque tiene un porcentaje de hipotecas a interés variable muy superior al que se da en el resto de Europa, un problemaque muchas entidades tratan ahora de revertir potenciando los préstamos a tipo fijo.

«Está claro que van a tener que generar nuevos ingresos y que, por ejemplo, servicios como el asesoramiento tenderá a ser de pago», razona el socio responsable del sector Financiero de KPMG en España, Francisco Uría. Dicho de otra forma, que habrá que acostumbrarse a pagar más y mayores comisiones, tal y como también advertía esta semana el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán.

En la misma línea, las entidades también intentan elevar las ventas de seguros y fondos de inversión, que en estos momentos dejan un margen muy superior al de otros productos financieros, o, incluso, amplían la gama de sus negocios. Así, hay entidades que ya tienen en la venta a plazos de aparatos electrónicos, como teléfonos móviles, una importante entrada de efectivo.

Pero, sin duda, el mayor reto que tienen por delante los bancos es la transformación del negocio que supone el avance de la banca electrónica y del denominado «fintech», es decir, las aplicaciones de móviles que permiten realizar, por ejemplo, pagos entre amigos a través del téléfono o las que sirven para controlar los gastos y los ingresos de todas las cuentas del usuario. «Ya hay un 20% de clientes que son puros de internet, que sólo operan a través de la banca electrónica, y es una cifra que aumenta en progresión geométrica», asegura Uría.

Es más, según un reciente estudio de Telefónica, el poder entrar en las cuentas bancarias es, junto con la presentación de la declaración de la renta, uno de los motivos que están impulsando el porcentaje de internautas entre la población mayor de 55 años, en teoría la más reacia a las nuevas tecnologías.

De esta forma, según el socio de KPMG, el futuro de las redes de sucursales pasa por su especialización. «Habrá oficinas más pequeñas que se dedicarán operaciones transaccionales -ingresos, pagos, retiradas de efectivo- mientas que el resto se concentrará en grandes sucursales donde el personal se dedicará al asesoramiento», señala Francisco Uría. Un modelo que ya están implantando entidades como Bankia -que ha conseguido que hasta el 90% de las operaciones transaccionales, las de menor valor, ya se realicen fuera de la oficina- o que se asemeja también mucho al plan que ha puesto en marcha el Sabadell con lo que denomina «oficinas multiubicación».

En cualquier caso, lo que parece inevitable es un nuevo recorte en la red, aunque algunos banqueros se resistan a esta idea. Así, un reciente estudio elaborado por Santiago Carbó y Francisco Rodríguez para Funcas, estima que las entidades cerrarán otro 10% adicional de sus oficinas en los próximos tres años, lo que en Alicante supondrá bajar la persiana de otro centenar de sucursales. A largo plazo, el presidente del BBVA, Francisco Gonzáles, ya apuntó que sobran tres cuartas partes de la red en España, donde, pese a todo, la densidad aún es muy superior a la que se da en el resto de Europa, como también recuerda Joaquín Maudos.

Como no podía ser de otra forma, todos estos cambios y el recorte de la red han tenido una incidencia directa sobre el empleo, tanto en su cantidad, como en la calidad y las tareas que desarrollan los trabajadores, según señalan los representantes sindicales. En términos cuantitativos, la caída ha sido más que notable, según reflejan los datos de afiliación de la Seguridad Social, ya que desde 2008 se han perdido hasta 3.500 empleos sólo en la provincia, al pasar de 12.722 ocupados a poco más de 9.200. Y todo apunta a que esta cifra va a seguir encogiendo, a tenor de los anuncios que están realizando, precisamente, los bancos que supuestamente mejor superaron la crisis, como son el Santander o CaixaBank.

Pero, además, lo que también ha cambiado por completo es el perfil que exigen a sus empleados. «La imagen del trabajador de banca como un administrativo que se limita a atender a los clientes que entran por la puerta ya no tiene nada que ver con la realidad. Ahora, incluso a la persona que está en caja, se le exigen objetivos comerciales», explica Yolanda Sánchez, miembro de la ejecutiva del sector financiero de CC OO en Alicante y una de las negociadoras del último convenio colectivo, que se ha cerrado este misma semana.

De hecho, ahora lo habitual son las prolongaciones de jornada -no es extraño que el horario laboral, que arranca a las ocho de la mañana, se estire hasta más allá de las ocho de la tarde- y que sean los empleados los que salgan a la calle a captar clientes, «incluso, puerta a puerta» en el caso de los comercios y otros negocios, según Sánchez.

Por si fuera poco, las cosas aún van a estar peor para quienes se incorporen a partir de ahora al sector. Las presiones de la patronal han conseguido que los sindicatos acepten crear un nuevo salario inicial hasta un 25% más bajo que el actual, que se aplicará durante los dos primeros años de contrato. En definitiva, que en poco tiempo la banca también ha dejado de ser el oasis laboral de antaño.