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Escuelas de criterio, no sólo negocio

Escuelas de criterio, no sólo negocio

Choi Yoon-Hee escribió más de veinte libros de autoayuda que invitaban a vivir la vida en armonía y felicidad. Era una estrella mundial, una sacerdotisa de esa nueva religión basada en eslóganes del «tú puedes». Yoon-Hee se suicidó. No quiero hacer un chiste negro, pero corren malos tiempos para los comportamientos coherentes. Haz lo que digo y no lo que hago. Da igual hacia donde mirar porque en cualquier ámbito social las personas de referencia caen como un dominó. Sólo en la última semana hemos visto a un ministro con cuentas offshore, un presidente de banco que saqueó a su entidad y estaba intentando recuperar el dinero robado, un director de cine que viviendo de la subvención estatal escondía sus impuestos y a una asociación que apostaba por la limpieza en la vida pública a la que detienen a su presidente por presunta extorsión. ¿Qué nos queda en pie? Escasean los líderes que tomar como ejemplo. Por ello un empresario que tiene éxito se convierte en sospechoso porque nadie entiende el triunfo sin acudir a prácticas corruptas o poco éticas. Algo habrá hecho, pensamos.

Debemos prestar atención a la nueva hornada de profesionales que nos tienen que relevar en las empresas. Nosotros tuvimos referentes donde fijarnos. Con sus defectos, pero teníamos unos jefes que sabían lo que era el esfuerzo. Como decía mi abuela, conocían lo que era pasar hambre. A esa generación les sustituimos aquellos, que aunque no pasamos hambre, teníamos que buscarnos la vida. Ya saben lo que decían nuestras madres: si te quieres comprar unos Levi's te los pagas tú.

Los nuevos directivos han tenido todo a su alcance. Menos una cosa: ellos no tienen referentes de comportamientos ejemplares. Un profesional que tenga treinta y pocos sólo ha conocido una crisis económica que se originó por la avaricia del sistema financiero -el libro Grietas en el sistema de Raghuram G. Rajan debería ser de lectura obligatoria desde primaria-, grandes y reputadas empresas que de la noche a la mañana tenían un agujero que ya lo quisiera Stephen Hawking, y casos de corrupción un día sí y otro también.

Al espejo de los comportamientos ejemplares se le ha roto el azogue. Por ello la única salida para invertir esta tendencia de fraude y mentira es la formación. La formación universitaria da capacitación, pero la formación directiva proporciona además criterio y juicio. Qué voy a decir yo que soy juez y parte, pero es que estoy convencido de ello. Las escuelas de negocio son una parte esencial en el desarrollo del comportamiento futuro de un directivo, por ello estas organizaciones son pieza clave en la sociedad, y algunos, por una serie de prejuicios del pleistoceno, padecen una miopía estratégica de gran calibre.

Para estos miopes las escuelas de negocio son un nido de pijos, cuando la realidad es que una buena escuela no se limita a proporcionar herramientas de gestión, sino a transformar personas y sacar lo mejor de ellas, también en lo que a comportamientos éticos se refiere. Prefiero que las empresas sean dirigidas por pijos que saben donde está la raya que no hay que pasar. La mentira y el postureo tienen siempre las patas muy cortas. Que se lo digan a los clientes de Mossak & Fonseca.

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