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Así presumían los directivos de la CAM de las cuotas y de su honestidad ante la plantilla

Los ejecutivos encontraron en los vídeos corporativos la mejor manera de aleccionar a la red y transmitir una falsa normalidad mientras la caja se desmoronaba

Con la llegada de las nuevas tecnologías e Internet los dirigentes de las grandes corporaciones tuvieron a su alcance un nuevo medio para comunicarse con sus miles de trabajadores y transmitirles, sin intermediarios, sus directrices o la visión que tenían de la situación de la empresa. El envío de vídeos corporativos a través de las redes internas se convirtió rápidamente en un elemento más de la cultura empresarial y los responsables de la CAM no fueron ajenos a ella.

Los dos últimos directores generales de la entidad, Roberto López Abad y María Dolores Amorós, no tuvieron reparo en sentarse delante de una cámara para felicitarse por el «éxito» que a su juicio supuso la colocación de las fallidas cuotas participativas de la entidad -con las que cerca de 55.000 pequeños invesores acabaron perdiendo sus ahorros-, o para levantar la moral de la plantilla en los momentos dífíciles y transmitirles, sin ningún pudor, una falsa imagen de normalidad mientras la caja estaba a punto de ser intervenida por el Banco de España.

Unos vídeos a los que ahora ha tenido acceso INFORMACIÓN y en los que, por ejemplo, Amorós aleccionaba a la plantilla sobre la «transparencia» o la «honestidad» de la CAM -que acababa de ser abandonada por sus socios de Cajastur al descubrir la ruina en la que en realidad se encontraba- mientras sus principales ejecutivos andaban enfrascados modificando los contratos de sus pensiones vitalicias para garantizarse su cobro.

Unos documentos que también reflejan la escasa información que los empleados de las oficinas recibían de sus jefes, a pesar de que eran ellos los que tenían que lidiar a diario con unos clientes más que preocupados, y que sólo en el primer semestre de 2011 llegaron a retirar casi 3.500 millones de sus cuentas.

El inicio de la crisis

El primero de los vídeos en poder de este periódico es el que grabó Roberto López Abad en la Navidad de 2008 para hacer balance del ejercicio. Tras una introducción en la que se ve al ejecutivo caminando por la planta noble de la sede central de la CAM mientras suena de fondo la música bucólica del senegalés Ismaël Lo -que Pedro Almodóvar popularizó en Todo sobre mi madre-, se pasa a un plano corto en el que López Abad se dirige directamente a cámara: «Cuando se vive intensamente -y 2008 ha sido un año intenso-, las cosas suceden muy rápido y, sin darnos cuenta, estamos al final de un periodo que recordaremos», vaticina el ejecutivo, sin equivocarse, aunque por motivos seguramente muy distintos a los que él esperaba entonces.

Y es que el «hito histórico» que logró la entidad aquel ejercicio y que acapara buena parte de su discurso es el lanzamiento de las cuotas participativas, que solo tres años después se convirtieron en la pesadilla de miles de ahorradores. «Conseguimos hacer algo realmente diferencial: ser la primera caja que emitía cuotas participativas con un rotundo éxito», asegura el director general de la ya extinta CAM sin aludir, por supuesto, a la agresiva campaña comercial que tuvo que poner en marcha la red de oficinas para colocarlas a sus clientes.

La alocución continúa comentando el «entorno tremendamente turbulento» de aquel año, cuando la caída de Lehman Brothers supuso el pistoletazo de salida de la peor recesión que se recuerda. Un descalabro, el de la citada entidad, que le sirve para sacar pecho de los beneficios de la caja: «Cuando la mitad de la banca norteamericana ha desaparecido y muchos de los bancos europeos están tocados seriamente (...) nosotros hemos conseguido otra vez más batir nuestras cifras de los últimos ejercicios».

Llama la atención que en todo el vídeo no hace ni una sola referencia al sector inmobiliario ni a las multimillonarias inversiones que la caja realizó en el mismo y que fueron el origen de su ruina. También que se muestre tan satisfecho con el resultado del ejercicio cuando sólo dos meses antes, en octubre de 2008, el Banco de España había decidido enviar a la caja un equipo de inspectores para vigilar su actividad «in situ», ante las sospechas de que muchas operaciones no se estaban realizando correctamente, una supervisión que se mantendría ya de forma ininterrumpida hasta el año 2010.

Éxito amañado

La estética navideña también marca el que sería el primer vídeo de María Dolores Amorós como directora general de CAM. Había sido nombrada para el cargo apenas 15 días antes, tras la marcha de Roberto López Abad al banco que se había creado para ser la cabecera del nuevo grupo que la caja alicantina iba a poner en marcha con Cajastur, Caja Extremadura y Caja Cantabria. La propia Amorós reconoce que 2010 ha sido un año para «borrar» y recuerda la multitud de problemas -todos externos, eso sí, no hay ningún atisbo de autocrítica- que ha tenido que afrontar el sector. Cita el cierre de los mercados financieros, los problemas de deuda soberana «sin precedentes», los rescates de países y entidades y lo que califica de «novedades extrañas» en la regulación del negocio, en referencia a las pruebas de estrés del BCE.

Pero, al igual que su antecesor, lo hace para destacar que la CAM ha logrado salir a flote. «Un ejercicio complicado, duro y que hemos sabido afrontar con éxito», asegura. Efectivamente, poco después la directora general presentaría las últimas cuentas individuales de la entidad con unos beneficios de 244 millones de euros que luego el FROB y los tribunales -los que juzgaron el despido de la propia Amorós- considerarían falsas.

Y es que mientras la directora general sacaba pecho del trabajo bien hecho, los directivos de la CAM se intercambiaban correos donde señalaban la necesidad de «sacar 300 millones» de beneficios como fuera, o se aseguraban de realizar los cambios necesarios para cobrar los bonus, aunque no se hubieran conseguido los objetivos iniciales marcados para ello. También por esta época andaban a vueltas con los contratos de sus pensiones vitalicias, que querían dejar resueltos antes de que sus nuevos socios tomaran el control y vieran lo excesivo de su importe. «Contamos con unos profesionales magníficos que, año tras año, habéis demostrado que cuando nos proponemos algo somos capaces de lograrlo», piropea Amorós a los trabajadores, en una frase que, en su segunda parte, bien podría aplicarse a la falta de escrúpulos demostrada por los directivos.

Huida hacia adelante

El último vídeo es el que grabó María Dolores Amorós después de que Cajastur decidiera romper con la CAM. Una ruptura que la ejecutiva atribuye en la grabación a la decisión del Gobierno de elevar los ratios de capital de las entidades y no, como más tarde trascendió, al duro requerimiento que el Banco de España envió a finales de diciembre a la caja, obligándole a reclasificar como morosos miles de créditos, lo que supuso asumir cuantiosas pérdidas.

Así, frente al cambio de «visión» de sus ya exsocios, Amorós destaca que «CAM es una empresa transparente, es una empresa fiable, honesta y que cumple sus compromisos». La ejecutiva ya muestra en este vídeo algún síntoma de cansancio e, incluso, algún temblor en la voz tras unas semanas frenéticas de gestiones que no impidieron la ruptura del SIP. Mientras ella se ha quedado al frente, varios de los miembros de su equipo ya habían optado por acogerse al ERE puesto en marcha por la caja, eso sí, con condiciones mucho más ventajosas que el resto de empleados.

La directora general se esfuerza por explicar en la primera parte del vídeo todo el proceso legal que está siguiendo la entidad y en trasladar la imagen de que es el mismo que siguen el resto de cajas. «CAM no está intervenida», señala contundente y apunta, además, que «sólo se puede aportar capital público a empresas que son viables, según la normativa europea». «Os pido que sigáis transmitiendo, como lo estáis haciendo, confianza y seguridad a nuestros clientes. Estad seguros de que vamos a hacer de CAM la entidad de prestigio que siempre ha sido», concluye el vídeo. Nada más lejos de lo que ocurrió.

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