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Tribuna

El impacto del «no pacto»

Los líderes políticos dan muestras a diario de su mediocridad al dedicarse al desencuentro.

El impacto del «no pacto»

Hacen hincapié en el reproche y las frivolidades que les separan, como cuál debe ser el lugar donde reunirse, quién debe convocar a quién, «no sin mí» o «no con él», y otras majaderías que los distancian, mientras los ciudadanos manifiestan su hartazgo cansados de ver reflejados en tantos de ellos el «coge el dinero y corre», en vez de que atiendan al «si tú me dices ven, lo dejo todo», cuando tantas razones de Estado hay para que concilien sus programas.

Los resultados de la última encuesta del CIS, prueban el empacho del pueblo al reflejar cómo la preocupación de los españoles ante la corrupción se ha disparado en 8 puntos en un mes, pasando a ser el segundo problema tras el paro. En cuanto a la situación política, sólo el 3,2% de los encuestados considera que en España es buena o muy buena. Esta y muchas otras razones dan fe de la necesidad de acabar con el Gobierno en funciones y alcanzar pronto el consenso para ejecutar tantas medidas de política económica y social que el país necesita.

Como eso no ocurre y el rayo que no cesa de los presuntos, y ciertos, delitos estalla cada día, la realidad económica, influida también por la estancamiento exterior, se contagia y muestra signos de desaceleración. Así se observa en la caída de los índices de confianza, de producción industrial y del comercio exterior. En cuanto al ritmo de crecimiento del PIB, se pronostica que bajará del 3,5% anual del último trimestre del pasado año, al 2,9% al término del primer semestre de este año, debido al freno que se ha producido en la inversión, como vaticinan la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) y la Agencia de calificación y Solvencia (Fitch), sin que el ministro del ramo, De Guindos se atreva a negarlo, sino todo lo contrario.

Ocurre, y lo saben nuestros representantes, que el impacto de la inestabilidad política contagia al mundo económico, hasta el punto que a los inversores extranjeros en España, les ha faltado tiempo para materializar su miedo, propiciando que la fuga de capitales en los meses de diciembre y enero se acerque a los 30.000 millones de euros. Tal desinversión ha sido la mayor que España ha sufrido desde el año 2012. Mientras tanto, los dirigentes políticos, ajenos a la que están liando, siguen jugando, como comentó García-Abadillo, a la vetocracia. Quizá porque su objeto de deseo es conseguir con su «veto a todo», que se repitan elecciones; en ello se afanan.

Preocupa la situación económica de Europa, y especialmente el escaso índice de inflación en los países de la eurozona, a causa de la desaceleración económica o del estancamiento; así que Mario Draghi con las nuevas medidas aprobadas por el Banco Central Europeo, ha intentado impulsar el crecimiento a la vez que ahuyentar la amenaza deflacionista al reanimar el crédito. Y mientras el panorama internacional no ofrece el mejor habitat para el crecimiento, nuestro país sigue en el punto de mira del Consejo de Europa, que no está por la labor de que los desencuentros y la actual inacción política nos desvíen del sendero de exigencias y compromisos contraídos: No valen excusas para incumplir el compromiso de estabilidad presupuestaria, y pone el acento en que aunque tengamos un Gobierno en funciones, debemos acabar con los desequilibrios, especialmente el de las comunidades autónomas, que viven en un desmadre de gasto público, que podría empeorar, siguiendo el dictado de la Ley de Murphy.

En su mensaje, el Consejo de Europa, pone en un tris al ministro Montoro por no actuar contra las CC AA que han desatendido los objetivos de déficit, especialmente Cataluña y la Valenciana, y que disparó el déficit agregado al nivel 1,3%, casi el doble del objetivo comprometido del 0,7%. Lamentan que se hayan obviado las medidas preventivas, primero, y después las correctivas, a la vez que nos dan un ultimátum al exigir que antes del 30 de abril, el Gobierno, adopte nuevas medidas de austeridad que permitan embridar el excesivo gasto regional, según exige la Ley de Estabilidad Presupuestaria. De su actitud cabe colegir que no va a ser fácil conseguir, para el Gobierno que emerja, mayores aplazamientos; así que aviso a navegantes, especialmente a Podemos que aspira a lograr una ampliación de dos años.

Mientras intentamos navegar en estas aguas turbulentas, nuestros políticos siguen jugando al escondite, sin considerar que resulta imposible gobernar en mayoría, salvo que entre ellos se produzca la cohesión solidaria para salir del atolladero. De esta situación de impasse, sólo parecen querer salir el PSOE y Ciudadanos que con el conjunto de medidas recogido en el acuerdo contraído entre ellos muestran una predisposición. Ante el contenido de las 200 medidas que se recogen, resulta muy difícil no entender cómo no se sientan todos a negociar, cómo tantas propuestas que cuentan con la rotundidad de su coherencia y bondad, pueden ser rechazadas ¿Por qué no se aceptan por los demás las que son coincidentes con sus programas, las deseables y por las que la sociedad clama?, y ¿por qué, los demás, se niegan a establecer otras propuestas que gozando de predicamento se podrían incorporar? ¿Tan torpes son todos los partidos que no buscan el mínimo común múltiplo que los une, frente al máximo común divisor al que hasta el momento los mueve el permanecer inmóviles?.

Tras acordar las causas sociales y económicas, sería la hora de hablar sobre quiénes debieran compartir la obligación de gobernar, y en dicho trance compartir funciones y contar con personas de consenso. Quizás eso resulte mucho pedir a quienes hoy son los protagonistas en el arte del no pactar, pero esa debería de ser su meta. No en vano, a la política se la ha definido como «el arte de hacer posible lo imposible». Pues a por ello, ¿por qué no dar de lado a las estupideces y afrontar la noble tarea del consenso? Nadie debería ser político sin ser capaz de pactar para mejorar la sociedad olvidándose, en caso de suma necesidad, de su particular beneficio o el de su institución.

Todo antes que seguir en la inacción actual, antes que permanecer estancados en el desgobierno. Hay que sentarse a trabajar, rechazar, consensuar y aprobar las medidas que conformen el programa de gobierno de coalición. Y una vez acordado, la cerrazón no debería impedir el acuerdo sobre quién presida ese Gobierno y quiénes deben ayudarlo. Se hace necesario que nuestros políticos trabajen en beneficio del pueblo: la mano que mece sus cunas. Procede acabar con la imagen de «Las Cortes cerradas por desacuerdo». Tal y como están las cosas, parece como si los leones que flanquean su fachada principal fuesen una cruel alegoría del talante de nuestros políticos de hoy: no en vano el león es el animal más vago y dormilón de la selva.

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