El informe presentado ayer quiebra un triple prejuicio: que las empresas familiares son siempre más pequeñas, que no son rentables en ningún caso y que el retorno a los accionistas es bajo. Eso sí, los seis años de depresión económica han pasado factura, como consta en el indicador «excedente bruto de explotación», uno de los componentes del PIB, y que cuantifica qué porcentaje se reparte entre la parte empresarial una vez devengados todos los gastos corrientes, impuestos y amortizaciones. En 2007 la rentabilidad económica de las mercantiles familiares era del 6,3% (beneficio antes de intereses e impuestos, Ebitda, sobre el total de activos), superior al de las no familiares, del 5,5%. En 2013 la rentabilidad pasó a números rojos de cinco décimas en el primer caso y de cuatro en el segundo, de acuerdo al estudio.

Más aún, las empresas familiares de más de 100 empleados -una firma familiar no depende del tamaño, sino de su gobernanza y accionariado- son el doble de rentables que las demás (3,4% de rentabilidad económica frente a 1,8%).

Eso sí, lo son menos en el caso de las firmas con menos de 50 trabajadores -las que ocupan el rango de entre uno y 25 empleados no ofrecían rentabilidad a fecha de cierre del informe del IEF-, que han sufrido especialmente la recesión a causa de la caída de la demanda y la ausencia de crédito.

Por otra parte la rentabilidad financiera es la que obtienen los accionistas y propietarios y es un indicador que se obtiene de la relación entre el resultado y los fondos propios de una empresa. La crisis ha penalizado a las sociedades familiares y no familiares casi por igual, ya que a cierre de 2013 la rentabilidad financiera era del -2,4 y el 1,9%, respectivamente.

En un escenario no estresado los retornos a los accionistas y propietarios es del 7,3%, apenas 1,4 puntos porcentuales por debajo del que presentan el resto de firmas mercantiles.