Las empresas familiares capearon la doble recesión española sin acometer reducciones de plantilla y el volumen de trabajadores se elevó pese a la crisis y a costa de perder productividadel volumen de trabajadores se elevó pese a la crisis y a costa de perder productividad. Ésta es una de las conclusiones principales del estudio La empresa familiar en España, presentado ayer en Madrid, y que analiza el comportamiento de este tipo de firmas entre 2007 y 2013 a través de una radiografía pionera a nivel micro y macroeconómico. En ese periodo los ingresos de explotación de las empresas familiares cayeron un 0,49%, lo que en cifras nominales equivale a más de 3.000 millones de euros, mientras que el empleo creció un 0,41% (12.000 trabajadores más). «La empresa familiar es un bien social en sí mismo», expuso ayer el presidente del Instituto de Empresa Familiar (IEF) y Editorial Prensa Ibérica (grupo al que pertenece INFORMACIÓN), Javier Moll de Miguel, que las define como el «capitalismo con rostro humano». En el mismo sexenio, las empresas no familiares facturaron un 17,86% más, pero elevaron la contratación solo un 5,66%.

El documento, patrocinado por Banco Santander, fue elaborado por la red de Cátedras de Empresa Familiar y el Servicio de Estudios del IEF e incluye en su muestra sociedades anónimas y laborales (SA y SL) exclusivamente, sin los autónomos. El texto sentencia que el «esfuerzo real realizado por las empresas familiares respecto del mantenimiento del empleo es superior» a las no familiares aún a costa de perder productividad. Con un menor nivel de ingresos y sin reducción de plantilla, la productividad por trabajador desciende. A cierre de 2013 la facturación por empleado era de 209,3 euros en las empresas familiares, un 0,95% menos que en 2007, mientras que en las no familiares este indicador creció un 11,5%. ¿Cómo?

Con planes internos de ajuste para responder a criterios de rentabilidad, que rigen los planes y estrategias en los sectores donde la empresa familiar no tiene tanta penetración: finanzas y seguros, inmobiliarias, educación y sanidad o las gigantes energéticas. Las firmas familiares son más intensivas en mano de obra: sector primario, industria, construcción o comercio. Si para fabricar cien ladrillos a la semana una empresa emplea a veinte personas, cuando la producción desciende a ochenta ladrillos y no ajusta plantilla la productividad desciende, ya que los mismos trabajadores generan menos volumen de actividad. Aquí está la pérdida de productividad, un puntal hipotecado por las empresas familiares pese a la «crisis extrema» que azotó a España.

Para los promotores del estudio esto «dibuja una situación de gran responsabilidad y compromiso de las empresas familiares con el empleo». Por cada millón de euros facturado (ingresos de explotación o corrientes), las mercantiles familiares creaban 4,7 empleos en 2007, frente a los 3,1 de las no familiares. Tras la double-dip recession (doble recesión, se denomina así porque en medio se registra una recuperación de la actividad, que en España tuvo lugar en 2010) las empresas familiares pasaron a emplear a 5,1 personas por cada millón de facturación, por los 3 del resto de sociedades mercantiles. El compromiso con el empleo que reivindican se sustenta además en un dato clarificador: el 66,7% del empleo en España -de nuevo, sin contar con autónomos u otras sociedades que no sean SA o SL- corresponde a las empresas familiares, un porcentaje que diverge entre aquellas comunidades con una economía más intensiva y con menos penetración de capital foráneo (Murcia, Galicia o Extremadura) y otras como Madrid, País Vasco o Navarra, con gran presencia de empresas internacionales y otras atraídas por el marco fiscal.

En consonancia con esta realidad, prácticamente el 90% de las empresas nacionales son familiares -1.084.617 mercantiles-, que aportan un valor añadido bruto (VAB) del 57,1% sobre el total del sector privado analizado en este estudio.