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Así afecta la caída del petróleo a la economía alicantina

El transporte, el turismo y los consumidores finales son los más beneficiados por la caída del crudo

La rebaja de costes no ha llegado a la industria juguetera. juani ruz

El pasado viernes todas las gasolineras de la provincia vendían ya el litro de gasoil por debajo de un euro, al menos según los datos oficiales que se comunican al Ministerio de Industria, y en 61 de ellas incluso se situaba por debajo de los 90 céntimos. Es la consecuencia más visible de la espectacular caída que ha experimentado el precio del petróleo desde hace ya un año y medio, que se ha acelerado con el comienzo de 2016, con las disputas entre los principales productores de Oriente Medio: Arabia Saudí Arabia Saudíe Irán. Un abaratamiento de la principal fuente de energía que ha supuesto todo un revulsivo para la economía de países como España, fuertemente dependientes de las importaciones de este producto, y que, según los cálculos del BBVA, habría aportado hasta un 1% adicional al crecimiento del PIB durante el año pasado.

Sin embargo, el milagro del petróleo barato no ha llegado a todos por igual y, mientras sectores como el transporte o el turismo han recibido en Alicante un auténtico balón de oxígeno con el desplome del crudo, industrias como la del plástico o el juguete apenas han notado la rebaja en sus costes porque los derivados del petróleo que utilizan, paradójicamente, se han encarecido.

A ello hay que añadir las dudas que genera este descenso tan acusado sobre la evolución económica mundial, lo que podría afectar «a la capacidad de compra de los clientes que las empresas de la provincia tienen en el extranjero y reducir sus exportaciones», tal y como apunta el economista Daniel Lacalle, que esta semana visitó Alicante para participar en una jornada.

En cualquier caso, y con todas las cautelas necesarias, nadie pone en duda que hasta el momento los efectos han sido mayoritariamente positivos. Empezando por los propios consumidores o, más bien, conductores, que lo notan directamente en sus cuentas corrientes. «No es la panacea, pero los que tienen que coger el coche cada día para ir a trabajar se encuentran con más dinero en el bolsillo a final de mes. Además, un petróleo barato también contribuye, por ejemplo, a que la luz o el gas no suban en mayor medida o, incluso, a que baje la factura», explica el presidente de la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios (Avacu), Fernando Móner, que lo único que lamenta es que las caídas de precio del crudo no se trasladen con mayor rapidez a lo que pagan los clientes finales.

¿Y de cuánto estamos hablando? Pues, en el caso del gasóleo, llenar un depósito medio de 55 litros resulta ahora casi 15 euros más barato que el pasado verano y casi 22 euros menos que en junio de 2014, cuando se inició el descenso. Para la gasolina el ahorro es algo menor, de 13 euros desde este mes de julio y de 18,5 euros en el último año y medio.

Esto se traduce «en que las familias pueden destinar ahora ese dinero a otros gastos», como señala el profesor de Economía de la Universidad Miguel Hernández, Juan Pablo Juárez. Es decir, que pueden consumir más de otros productos, aunque su presupuesto total no haya variado, lo que se refleja, por ejemplo, en el aumento de ventas de los comercios.

Eso sí, como apunta Juárez, «el impacto es menor de lo que puede parecer observando la cotización del petróleo porque, además de que gran parte del precio de la gasolina son impuestos, la devaluación del euro también ha amortiguado sus efectos». Y es que, al mismo tiempo que el barril de Brent perdía hasta un 75% de su valor -al pasar de los 112 euros de junio de 2014 a los aproximadamente 30 euros actuales-, también la moneda europea cedía más de un 20% frente al dólar, la divisa en que se pagan las importaciones de crudo.

En el terreno empresarial son los transportistas quienes más han ganado con esta situación. «Para nosotros el coste del gasoil es fundamental, supone entre el 40% y el 50% de nuestra cuenta de resultados y esto ha sido un auténtico balón de oxígeno», señala el secretario general de Fetrama, Francisco Ortiz. Un regalo inesperado que, unido al aumento generalizado de la actividad económica -lo que implica un mayor movimiento de mercancías-, han provocado que las flotas de camiones vuelvan a crecer en la provincia, tal y como ya avanzó este diario el pasado 7 de enero.

Por poner un ejemplo, Ortiz apunta que, para un trayecto internacional a Centroeuropa, el ahorro en combustible puede alcanzar entre los 400 y los 600 euros. Además, gran parte de este dinero ha ido a parar directamente a los márgenes de las firmas del sector ya que este negocio se suele regir por acuerdos anuales, lo que les ha permitido mantener sus precios a pesar de la rebaja del carburante. También es cierto que durante los años centrales de la crisis, en que los carburantes subieron, este sistema les supuso importantes pérdidas.

El otro sector que ha recibido con los brazos abiertos el maná del petróleo barato es el turismo, para el que unas tarifas de transporte a la baja suponen casi de forma automática una mayor afluencia de clientes. «No es sólo que se van a ver billetes más baratos este año. La rebaja del gasoil también permite que las aerolíneas tengan más recursos disponibles y que los puedan destinar a aumentar su capacidad [comprar nuevos aviones] y a crear nuevas rutas», asegura el presidente de la patronal hotelera de Benidorm, Toni Mayor.

Así, las solicitudes de permisos para operar en el aeropuerto de El Altet de cara al próximo verano se han incrementado alrededor de un 15% y las compañías no dejan de anunciar nuevas conexiones. Pero, además, como recuerda el hotelero, la coyuntura actual también favorece al gran número de turistas nacionales que llega en coche, que también tendrá más dinero para gastar en su destino «si le cuesta menos llenar el depósito». Era la guinda que le faltaba al negocio, que en los últimos años ya se ha visto muy beneficiado por la inestabilidad en varios destinos competidores del Mediterráneo, como Túnez, Turquía o Grecia.

La lógica también indica que las grandes industrias de inyección de plástico y del juguete de la zona de l'Alcoià y la Foia de Castalla se tendrían que haber visto igualmente favorecidas por la evolución del petróleo, puesto que su principal materia prima es un derivado del mismo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, según se lamentan los empresarios consultados, que denuncian que el polietileno y el polipropileno -los dos tipos más empleados en la industria- son incluso más caros que hace un año. «Desde hace un par de años los precios del petróleo y del plástico dejaron de tener correlación. El problema es que el mercado está controlado por unas pocas petroquímicas que el año pasado redujeron su producción y dispararon los precios», explica el director de Compras de ITC Packaging, Javier de Juan.

En el caso del polipropileno, la tonelada comenzó el año pasaso en 1.100 euros, se disparó hasta los 1.530 a mediados de junio y desde entonces ha vuelto a caer, aunque aún sigue por encimpa de la cota inicial, en unos 1.160 euros, según los datos facilitados por De Juan, cuya firma exporta los envases que fabrica con este material a media Europa.

«El poder de las petroquímicas en muy grande. Entre cuatro lo controlan y ellas se lo arreglan», se lamenta también el propietario de Plásticos Indem, Bernardo Guillén.

El mismo lamento se repite cuando se habla con el responsable de cualquier firma juguetera, donde el plástico también supone una buena parte de los costes. Ahora sus esperanzas están puestas en la entrada de nuevos proveedores «no europeos» en el mercado, que podrían incrementar la oferta de este material y permitir que su precio se ajuste más a la realidad del mercado, según explia el director de Operaciones de Miniland, Carlos Balmaseda.

En una situación similar se encuentran también los agricultores alicantinos. Según relata el presidente de Asaja, Eladio Aniorte, la bajada de alrededor de un 18% en el gasóleo agrícola durante el último año ha ayudado a controlar algo los costes en el sector pero no ha sido suficiente para compensar las subidas que se han producido en otros apartados, como el de los abonos y fertilizantes, que también son derivados del petróleo. Si a esto se suma el encarecimiento del alambre o del agua -agravado por la sequía-, el resultado son unos gastos alrededor de un 2,5% más elevados que en la campaña anterior.

«Hace tiempo que los precios están disociados. La evolución del petróleo es sólo una parte de lo que vale producir sus derivados. Los costes de refino, sobre todo en Europa, han aumentado en los últimos años y también influye el aumento o la caída de la demanda de determinado material. Es errónea esa correlación directa que hacemos entre el barril y el plástico o la gasolina», explica el economista Daniel Lacalle. «Si fuera tan directa, el año pasado habría crecido mucho la economía japonesa, que es una de las más dependientes del petróleo externo, y no ha sido así», insiste el experto, que destaca las posibles consecuencias negativas de esta evolución tan acentuada del barril.

La principal es que esta situación debilita a la economía de países emergentes como México, Brasil o Rusia, que habían adquirido un peso notable en el comercio global y que ahora reducirán sus compras de otros productos. A su vez, eso afectará a la actividad en otros países como los europeos, donde se dirigen la inmensa mayoría de las exportaciones alicantinas.

Quienes, de momento, no han acusado ni para bien ni para mal el hundimiento del crudo son los fabricantes de calzado, la mayor industria de la provincia. «La repercusión que puede tener en nuestros costes de materias primas es insignificante -la industria local utiliza principalmente la piel natural- y el transporte tampoco es una cuestión que nos preocupe, porque suele correr a cargo del cliente», señala el expresidente de la Federación de Industrias del Cazado de España y máximo responsable de la firma Rebeca Sanver, José Sanchís. En el sector están mucho más contentos por la citada devaluación del euro, que sí ha supuesto una importante ventaja competitiva para los fabricantes.

Y los que no saben en qué bando situarse son los empresarios de las estaciones de servicio. «En principio debería ser positivo que el precio baje, porque se supone que la gente consumirá más pero lo cierto es que no es eso lo que notamos. La gente pone los mismos 20 o los 30 euros a los que está acostumbrada, pero ahora le duran más», señala el presidente de la asociación del ramo, Emilio Córcoles. Todo llegará.

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