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Silbidos y aplausos

Durante la precampaña, se ha colado la noticia de las millonarias indemnizaciones que perciben altos directivos al cesar en el desempeño de sus funciones

Pedreño y Gil Olcina se saludan, en presencia de Ximo Puig y Manuel Palomar. rafa arjones

Indigna que en vez de juzgarlos, desposeerlos de sus prebendas y sancionarlos por su ignorancia, se les permita huir como ratas en naufragio de barco; eso sí, cargados de billetes. El sentido común dicta que debieran cesar con una mano delante y otra detrás, y ser condenados a «trabajos forzados» por el daño causado a trabajadores, clientes, proveedores, accionistas, incluso a los contribuyentes cuando al rescate han de acudir las administraciones públicas.

¿Por qué han de tener esa obsesión los poderes públicos por engordar a las empresas de sectores estratégicos, como el financiero o el eléctrico, hasta convertirlos en oligopolios, sabiendo que su caída habría de contenerse por el erario público por interés nacional para impedir la pérdida de puestos de trabajo, el daño a terceros, etc.? Y otra cosa, ¿por qué no está prohibida por ley la incorporación de políticos a los consejos de administración y a los puestos básicos de dirección de las principales empresas a las que acceden por la vía de las puertas giratorias, tras haber tenido antes capacidad decisoria sobre ellas, sin tener experiencia empresarial alguna ni conocimiento de la gestión?

El caso de las indemnizaciones a directivos en Abengoa, como antes lo fueron a los de la CAM, Caja Madrid, Bancaja y otras, que hicieron trampas en esa ruleta política donde la banca siempre gana, es irritante. ¿Qué hace la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para que la toreen constantemente? ¿Para que sirve dicha institución, si sus auditorias no ofrecen más que parabienes cuando deberían mostrar las posiciones de peligro antes del derrumbe? ¿Para qué sirven los estados contables y el análisis de los ratios financieros de liquidez, de maduración, estructura, rentabilidad, insolvencia, etc.? A estas alturas, el Instituto de Crédito Oficial (ICO), a instancias del ministro De Guindos, ante el escándalo de la indemnización de 20 millones de euros para su expresidente, Felipe Benjumea, y su exconsejero delegado, Manuel Sánchez, puntualiza que no aceptará quita alguna en Abengoa si tales pagos se realizan. Menos mal.

Y por qué el presidente Rajoy exclama que para gobernar al menos habría que haber sido concejal, en vez de decir que deberían tener cursados estudios universitarios y experiencia en la gestión de recursos, y, en todo caso, sentido común y no poca deontología en el ejercicio profesional.

Ejemplaridad

A instancias del departamento de Análisis Económico Aplicado y del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante, que él creó, se ha homenajeado a un académico ejemplar al jubilarse. Los aplausos interminables, elogios, halagos y la emoción incontenible brillaron en el acto en honor del exrector Andrés Pedreño. La exposición de su autoría, gestión y desarrollo del campus universitario más envidiado de España por su configuración, estructura, jardines y demás instalaciones que sirven de referente internacional fueron glosados en dicho acto.

Han pasado casi veinte años desde que hubo de soportar sobre sí el peso de un trato injusto que se hizo extensivo a la Universidad. Lo sufrió en silencio, sin ofrecer ni una mala acción ni una palabra indebida. Se limitó a defender a la Universidad de Alicante, la suya, la nuestra, la que se creó en los años lúcidos con la contribución de tantos prohombres e instituciones alicantinos, que, sin embargo, en aquel momento vital de la segregación de la Facultad de Medicina y de la titulación de Estadística, se quedaron en el silencio o en la opinión interesada. Un silencio que, por el contrario, sí que rompió este diario, pese al coste que ello le supuso, para defender a la UA del acoso y derribo a la que fue sometida por un revanchismo político inexplicable.

Las alabanzas en este acto del Magnífico y Excelentísimo Rector Honorario, Antonio Gil Olcina, pusieron en la cúspide de los meritos la actuación del rector Pedreño, y la loa por sus innumerables iniciativas e incontables logros en su vida académica, realizada por la profesora Gloria Pardo, abrumó hasta a quienes los conocíamos. El actual rector, Manuel Palomar, le tendió la mano para que no se alejara en demasía, porque la UA, aún desde la distancia, querría seguir contando con él, y el presidente del Consell, Ximo Puig, recogió la propuesta del venerado Gil Olcina para que la Generalitat obre el reconocimiento que antaño le hurtó y recomponga el daño causado a quien no hizo más que cumplir con su obligación de defensa a su Universidad y a la española, ante los insólitos ataques contra su unidad, para impedir la fractura que la privó de su principal baluarte: la Facultad de Medicina. Una acción que se emprendió, pese a los acuerdos en contra del Claustro, de la Conferencia de Rectores de las Universidades españolas (CRUE), del Consejo de Universidades y los Rectores europeos.

No fue improcedente, sino heroico, el tratar de impedir que la autonomía, patrimonio inviolado durante casi ocho siglos de la Universidad española, fuese vulnerada de forma insólita y desleal por un injusto proceder político, que a todos, y especialmente al entonces rector herían el alma; su alma Mater.

Las palabras de gratitud del profesor Pedreño han sido emocionadas, breves, tanto como extensa, prolífica, magnífica y altruista ha sido su obra de servicio público. Se marcha por voluntad propia, sin otra retribución que la del buen hacer, con la conciencia tranquila. Nunca deseó reparación, para él innecesaria. Se siente pagado, no necesita ir a ninguna empresa pública, ni a institución, ni oligopolio; no ha percibido indemnización, ni recibido planes de pensiones, acciones o prebendas. Se reinventará una vez más para triunfar en todo aquello en lo que se inicie. Y, como siempre ha hecho, seguirá ofreciendo altruistamente, a quienes se las pidan, cuantas ideas, sugerencias y soluciones les puedan ayudar. Sólo le debe de molestar que con el empecinamiento de aquella escisión, la Generalitat Valenciana diera al traste con los excelentes proyectos e iniciativas que planteó, como el Medpark, el que habría sido el primer parque científico de España, y que se perdiesen innumerables investigaciones y desarrollos tecnológicos porque durante años congelaron las aportaciones y relaciones.

Pero la realidad es testaruda y la verdad termina imponiéndose. Basta con dejar que el tiempo transcurra. Es verdad que nadie devolverá a la Universidad, ni al municipio de Alicante y su provincia tantos paraísos perdidos, pero, al menos, debería repararse el daño causado a la Universidad de Alicante y al profesor Pedreño. Es de justicia.

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