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El fracasador profesional

Si es usted un fiel seguidor de las teorías del buenrrollismo en la empresa no siga leyendo este artículo porque puede dañar su sensibilidad. Y es que hoy vamos a hablar de una de las modas que nos ha traído este management del buenismo que nos invade: la cultura del fracaso. En estos tiempos fracasar es happy.

Resulta que ahora tener un currículum donde figuren algunos fiascos es un plus. Vaya por Dios. Y al calor de esta moda ha surgido una figura novedosa: el fracasador profesional, un tipo que da lecciones acerca de su experiencia en arruinar negocios. Y que se presenta diciendo que es la persona adecuada para pilotar esta empresa o aquel proyecto porque ya sabe lo que es fracasar. A más galletazos mayor valor incluso. Y no lo dice con humildad, no, no, lo dice con la arrogancia del sabio. Entonces a ver si lo he entendido? ¿Es usted el mejor porque es el peor?

Que levante la mano quien haya acertado siempre en la gestión de sus equipos y/o empresas. Pues eso. ¿Aprender de los fracasos? Siempre. Pero no hay que hacer de los fracasos virtud. Escuchar a Steve Blank -actual gurú de Silicon Valley- contar el auge y caída de su empresa Rocket Science Game -antaño empresa de software para juegos de consolas- es asistir a una clase magistral de gestión. «A nadie le gusta fracasar», dice Blank «Estamos hechos para el éxito». La diferencia entre Steve Blank y un fracasador profesional es que el primero pone en valor el éxito y el segundo el fracaso. Para Blank el fracaso es una experiencia. Para el fracasador profesional fastidiarla con jota es una anécdota.

Habrán oído aquella frase de que se aprende más de los fracasos que de los éxitos. Pues no. Las investigaciones del profesor de Harvard Mark H. Histed demuestran que el cerebro humano es mucho más receptivo al aprendizaje después de un éxito que después de sufrir un fracaso.

Fracasar no es bueno. No es una tarjeta de visita. No le aconsejo presentarse a un cliente diciendo que usted es un excelente asesor fiscal porque ya ha aprendido de sus errores después de que a su último cliente lo fulminaran en Hacienda. Fracasar es casi inevitable, pero de ahí a hacer de ello un «nice to have» hay un trecho. Del fracaso se aprende sobre todo humildad. Como en las FuckUp Nigths que inventaron los mejicanos, donde entre amigos, copas y buen humor cuentan sus errores en la dirección de sus empresas.

Los adeptos del buen rollo en la gestión nos llevan de cabeza descubriendo nuevos modelos de liderazgo. Pero en lo que se refiere a la cultura del fracaso pinchan en hueso: el fracasador profesional es un incapaz y punto.

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