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La solución a la crisis patronal

Ha llovido desde 2011, pero no ha sido suficiente para limpiar la suciedad del sistema

Esto se debe a una desconexión creciente entre los sindicatos con los trabajadores por un lado y la patronal con los empresarios por otro lado. En buena lógica es normal que exista esta desconexión, puesto que tanto unos como otros se olvidaron de su natural fuente de financiación y fueron a beber recursos públicos del charco envenenado de subvenciones, formación y en definitiva quedarse amamantados por la "teta" del Estado. Ha sido mucho más fácil bailar al son que han marcado los distintos instrumentos políticos que han mantenido en el soborno constante a los agentes sociales con ingentes cantidades de dinero, que han permitido legiones de liberados, escaqueados y enchufados viviendo de la sopa "boba" y sin aportar nada, además de inversiones insostenibles, creando grandes estructuras patronales que ahora se encuentran ahogadas por la falta de fondos públicos y sin una fácil salida».

Creo sinceramente que las consecuencias de este sistema perverso se exponen hoy con la máxima crudeza, porque la crisis, que evidentemente ha cambiado el panorama, ha producido efectos colaterales verdaderamente perniciosos: los oligopolios han aprovechado para demostrar todo su poder y no solamente se ha arrasado el tejido económico y devastados los derechos sociales, sino que también hemos perdido el tejido financiero y vamos camino de perder el de los agentes sociales o por lo menos el de la patronal Coepa. Seguramente por los vicios que condenaban su forma de actuar y su futuro.

Es injusto ir contra la institución y yo nunca lo haré, porque son las personas las que dirigen su rumbo y desde luego éste era un rumbo de naufragio insistentemente anunciado, por eso, todo lo que se recoge en este artículo no es contra la organización, sino en referencia a sus gestores y administradores y al sistema corrupto en el que han basado su actuación. Su pecado comenzó prácticamente en su nacimiento, porque el sistema de financiación de los agentes sociales nunca estuvo regulado de forma expresa y siempre la administración pública fue «cuasi» tolerante con las fórmulas alternativas: «subvenciones a dedo», «falsos créditos» y sobre todo «mucha formación», lo que ahora viene llamándose «capitalismo de amiguetes». Estas organizaciones ensimismadas en conseguir el dinero público y no dar ningún servicio ni prestar batalla a ninguna necesidad de las empresas de verdad, consiguieron ahuyentar a los empresarios reales, cansados de ver que sólamentese les requería para hacer «palmas» al político de turno.

«Para eso me voy a mi casa, que tengo mucho que hacer, que a mí nadie me regala el dinero?», éste ha sido el comentario de muchos de los que ahora dirigen grandes empresas de esta provincia, y que no quisieron participar en el latrocinio que suponían estas «actividades». Eliminados de la ecuación los empresarios de carácter, la raza de emprendedores que tiene esta provincia prefirieron irse a trabajar y comenzar un camino en solitario, que en ocasiones les ha llevado al fracaso, pero en otras, muchas más, al éxito, siendo muchos de ellos referentes nacionales e internacionalmente reconocidos.

¿Quiénes quedaron?: los «muñidores», toda una suerte de personas, que sin ser empresarios, han llevado las riendas durante más tiempo y a peores caminos que los propios pseudo empresarios que quedaron en estas organizaciones condenadas por el inicio y el devenir de los acontecimientos, pero sobre todo por la acción y dejación de sus administradores. ¿Puede salvarse Coepa? Pues posiblemente NO, salvo con prevaricaciones, chanchullos y otras prácticas, ya propias de otra época. Vivimos en otra época, para los que no lo hayan notado. En la Administración Pública, pasó el tiempo de las irregularidades y de las cacicadas, no creo que nadie se quiera sentar a negociar con los que, con su actitud, les han insultado repetidamente y con sus decisiones han corrompido hasta los cimientos el sistema. Si así lo hiciesen estarían dinamitando todos los puentes con los que hemos defendido que otra forma de hacer gestión desde las instituciones empresariales era posible, y nos hemos dejado muchos disgustos y numerosos insultos sólo por denunciar lo que, a nuestro juicio -y, por lo que se ve, también al de la Justicia- eran irregularidades y delitos de mala administración.

Los empresarios y las asociaciones auténticamente representativas y libres, no se lo vamos a permitir, sería una grave irresponsabilidad social. Es curioso que ni siquiera cuando constituye un clamor social el reproche a la gestión realizada y al daño que se hace, ni entonces quieren apearse del sillón. Esta última posición, termina de liquidar posibilidades porque no es justo, ni presentable, ni posible que los que han llevado a la ruina a Coepa se aferren con uñas y dientes al sillón, ya que con esto dañan todavía más los intereses que deberían haber defendido.

En una especie de salto al vacío y al contrario de lo que parece sensato, desesperadamente, y debiendo cuatro meses de salarios según algunos medios de comunicación, contratan a una agencia especializada en medios, con dinero público, para que les enseñe a parecer buenos. Miren ustedes, no se trata de ser o parece bueno, se trata de ser eficaz, de tener capacidad de gestión, de tomar las decisiones con acuerdo a ley y un sinfín de cosas más, que pueden reforzarse con una buena campaña, pero que si lo que se pretende es volar con una sola pluma, pues? con eso el batacazo está asegurado y la factura también quedará pendiente.

¿Y qué opinan los empresarios, no los que han estado aplaudiendo a Moisés Jiménez y antes a Camps, sino los auténticos creadores de riqueza de la provincia? Pues seguramente que no es necesario salvar Coepa porque el papel que ha jugado no tiene ninguna utilidad para el conjunto de la provincia, fuera de los trabajitos que han conseguido los miembros de la directiva facturando el Centro de Oficios. Esa es otra: es una desvergüenza que las facturas demuestren que en el Centro de Oficios se facturó por una parte de los miembros de la junta directiva, de ahí su interés por construirlo. Daba igual que la actividad se realizara o no se realizara después porque los intereses aparecen por otros derroteros.

¿Y ahora pedimos una derrama para pagar los platos rotos? Pues va a ser que los empresarios que nada han tenido que ver con esto, lógicamente no quieran ni oír hablar de ello, por mucho que esos gastos y esos contratos, digan, que están «justificados sobre papel». Todos hemos visto demasiadas veces la artesanía de «justificar lo que haga falta», pero la realidad tiene aquí argumentos de piedra. Por otra parte, el llamamiento a la «unión» empresarial, es un auténtico sarcasmo, cuando viene de parte de miembros de la junta directiva de Coepa, ¿quiénes votaron para expulsar a Cepyme Alicante? Por favor un poco menos de hipocresía, Moises Jiménez no es el único equivocado, él era sólo el muñeco de trapo, que cobró vida y casi termina mordiendo a sus «dueños», pero desde luego, no es el único culpable de todo este despropósito.

¿Qué pasará con el movimiento empresarial? Es evidente que para poder construir algo fuerte, debemos partir de la regeneración, el saneamiento y nuevos formatos, con renovados compromisos y pasando página de la triste reciente historia de las patronales en Alicante. Por eso me he atrevido hace muchos años a actuar, a riesgo de no acertar, porque considero que es más importante intentar construir, que callarse y esperar a que «otros», caracterizados porque nunca han hecho nada, tengan ganas esta vez de mover ficha. En mi opinión hay dos opciones de futuro consensuado; tener una sola organización aglutinando todo el empresariado que quiera sentirse representado o mantener dos confederaciones, una para empresas en general, donde tienen su refugio las grandes empresas y parte del inexistente lobby empresarial alicantino y otra la de pymes, que bajo la especialidad únicamente de las pequeñas y medianas empresas, vigile de forma permanente las agresiones que el entorno pyme recibe de forma histórica.

Si optamos por una nueva y sola organización que unifique al empresariado es necesario que se cumplan los siguientes puntos: Nuevos interlocutores, gestores y directiva, representantes sin «mochilas» de ningún tipo, ni casos de corrupción, ni estar caracterizados por llevar a la ruina a sus gestionadas, sean empresas o instituciones. Nuevos estatutos, donde se contemple una participación plural y democrática, donde no se compren los votos con el talonario. Limitación en la duración de los cargos, es evidente y la sociedad ha marcado una dirección inequívoca, los cargos no pueden ser vitalicios y los estatutos deben velar por impedirlo. Nuevas formas de financiación, hay que abandonar por completo la dependencia de la Administración Pública y todavía más, la utilización de la formación como fórmula habitual de financiación. Listas abiertas, para evitar la depuración de los «críticos» con el gobierno de la organización.

¿Les recuerdan algo estas exigencias? Más bien parece el clamor popular que existía en la calle antes de la Constitución de 1978, que las aspiraciones de las pymes en 2015, pero así nos luce el pelo. Si recuerdan un poco más, ésta fue, pero al revés, la reforma estatutaria que se propuso y aprobó en Coepa recientemente, todo un giro hacia las cavernas de la oscuridad preconstitucional.

En caso de optar por dos confederaciones con las especialidades anteriormente expuestas, hay que salvaguardar una igualdad de rango en la representatividad empresarial, no se puede subordinar la representación de la mayoría numérica, al poder de los oligopolios o de grandes empresas que siempre buscarán su propio beneficio, sin priorizar en el cuidado del ecosistema pyme.

Si el futuro no puede ser consensuado, el desastre está servido. Por una parte, Coepa no podrá salvarse porque el veneno está dentro y como ya he dicho en más de una ocasión, «la garrapata es mucho mayor que el perro», intentar arrancarla por la fuerza será el fin de lo que hubiésemos querido salvar, cuando todavía era viable. Por otra parte, la refundación de una nueva Confederación que cubra el sitio de la anterior sin el necesario consenso, es una aventura a la tempestad que supondría una continuidad con las posibles derivaciones de responsabilidades, que una nave tan nueva no podría soportar alegremente.

Por tanto y para no extenderme más, quiero dejar claro que el problema no es sólo Moisés Jiménez, contra el que no tengo nada personal. Muchos creen que liquidando a Jiménez se desbloqueará el tema y no es verdad, porque muchos en su junta, por no hablar de su secretario y su tesorero, son tan culpables o más que el que ha dado la cara y todos deben irse de igual forma. Ahora están surgiendo «salvapatrias» que proceden de la misma estructura nefasta y que creen que con echar a los lobos al presidente salvarán al resto del ganado.

Los Salvadores de la Patria siempre son un peligro para las sociedades sanas. Empiezan por creerse ungidos para resolver los problemas y al final son un problema en sí mismos por la tendencia a sentirse los elegidos cuando nadie les ha llamado. Querer ser intermediario y conciliador es una noble postura, excepto en el caso de que cuando tuviste la solución y el extintor en la mano para apagar el incendio optaras por echar gasolina a las llamas.

Considero que es prácticamente imposible que Coepa no entre en liquidación sin escupir en la legalidad vigente. Es posible que algunos políticos sientan la tentación de salvar a Coepa o, por mejor decirlo, que «no muera» mientras ellos estén en el cargo y desde luego existe la voluntad de algunos de que resolver el problema ante el pánico que tienen a que les arrastre. Por otra parte, la Generalitat querría encontrar vías de solución, pero tiene dos limitaciones: no quiere ni ver a la gente que ha creado el problema y no puede utilizar ni un euro del Erario Público, por otra parte tan esquilmado.

Que ahora Coepa desaparezca o no, ya no es importante, porque para el peso que tiene en la actualidad y su capacidad de influencia que roza el cero absoluto, es mejor buscar alternativas. Creo que Alicante no podrá hacerse valer si no existen organizaciones con peso en Valencia y en Madrid, cambiando todos los nombres y buscando interlocutores nuevos, y válidos, sangre nueva, o sea justamente lo contrario de lo que tenemos ahora mismo salvo honradas excepciones.

Si se salvara Coepa habría que darle la vuelta como un calcetín y hacer un cesto nuevo sin ninguno de los mimbres del pasado. Si no se hace así nos tendrán en contraa los más de veinte mil empresarios que hemos estado en contra de la manipulación, la corrupción y el enriquecimiento ilícito. No lo vamos a permitir, es una cuestión de Responsabilidad Social Empresarial, aunque algunos ni siquiera sepan lo que es esto.

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