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Datos, cuentas... cuentos

En este resumen sobre el ejercicio del poder ejecutivo, se destacan cifras, datos, indicadores de una realidad que debiera juzgarse con objetividad, aunque se ve sesgada por los intereses de los intérpretes

Un hombre deposita su papeleta en 2011. david perich

En este resumen sobre el ejercicio del poder ejecutivo, se destacan cifras, datos, indicadores de una realidad que debiera juzgarse con objetividad, aunque se ve sesgada por los intereses de los intérpretes. Tal diversidad es posible; porque las cifras en economía permiten variadas interpretaciones, comparaciones, proyecciones y conclusiones. Así que, aún tratándose de cifras exactas, lo que para unos es cal, para otros es arena. Lo expresó Picasso cuando dijo: «Si hubiera una sola verdad, no se podrían pintar cien cuadros sobre un mismo tema».

Recuerdo al profesor José Luis Sampedro, en la Universidad de Madrid, afirmando que, para conocer mejor la realidad, conviene atender no solo a los indicadores, también, desplazarse en metro y autobús, sentarse en los bancos de las plazas y parques, escuchar y observar a la gente. Entendía él la Economía como la ciencia que debiera ocuparse del estudio de la pobreza antes que de la riqueza, de ahí sus frecuentes referencias a la «montaña del hambre». Un curso más tarde, el profesor Juan Velarde se apoyaba en cataratas de cifras, que ofrecía como fieles referentes de la realidad. Ambos modos de conocer la situación económica se complementan entre sí y permiten entenderla mejor, porque son tantas las variables y condicionantes que la pluralidad de criterios es habitual en Economía. Vean sino los pareceres contrarios de economistas tan prestigiosos como Keynes, Friedman, Krugman, por ejemplo. Al hilo de las disidencias interpretativas, recuerdo que, otro de mis maestros, Fuentes Quintana, decía que en una reunión de cuatro economistas se vierten, al menos, cinco opiniones distintas.

Visto así, no debe extrañar que la realidad actual se interprete de modo tan dispar, más aún si se tienen en cuenta los intereses electorales que mueven a todos. Cualquier ciudadano se sorprende y pregunta en poder de quiénes está la razón, dado que la confrontación está a la orden del día, y los paladines de cada partido no cesan de proclamar éxitos o críticas, pros y contras, sobre el pasado reciente; y vaticinios sobre el incierto futuro, esperando subyugar al votante con profusión de cifras, cuentas y cuentos.

Los defensores del trabajo cuatrienal hecho sostienen que nuestro PIB está creciendo más que en cualquier otro país de la UE, salvo Irlanda, que no se cita; que el déficit, situado en el 11,2% en el 2009, quedará este año en torno al 4,5%; que a la prima de riesgo, que llegó a superar los 600 puntos, hay que cambiarle el adjetivo, porque ahora es la prima de seguridad, al situarse por debajo de los 120; que el papel de las exportaciones ha crecido sustancialmente, que somos más competitivos, que ha subido el consumo, la confianza de las familias, el nivel de ahorro, que se ha pasado del círculo vicioso al virtuoso.

Desde otros frentes contraponen que la reducción del déficit se debe a los grandes recortes, los copago en sanidad y educación, y a otras pérdidas sociales, amén de las grandes subidas tributarias; y que pese a ello, la deuda pública ha crecido desde el 38,9% al inicio del 2007, a casi el 100% actual, por el aumento de 640.378 millones de euros. Que la bajada de la prima de riesgo no se debe a meritos propios sino a las garantías dadas por el BCE en palabras de Draghi, y que las exportaciones se han visto impulsadas por la bajada del euro y del petróleo, como factores exógenos, a la vez que por la pérdida salarial y el alto nivel de desempleo, como factores internos.

Los del partido del Gobierno, cuentan cómo se está creando empleo en forma sorprendente: en al año 2014, 757.000 empleos, en el 2015 se espera ocupar 600.000 nuevos puestos de trabajo y en la próxima legislatura auguran 2 millones de nuevos empleos, e imputan el crecimiento inicial del paro en su legislatura a la herencia de Zapatero. La respuesta la ofrecen servida a los detractores, quienes argumentan cómo el gran nivel de desempleo llegó con las reformas laborales, que incentivaron el despido, mientras que el empleo creado es precario, temporal y a tiempo parcial, sigue abrumando el desempleo juvenil (46,58%), sufren los hogares con todos sus miembros activos en paro (11,7%), y el número de empleados, pese al triunfalismo, ha caído desde los 21,2 millones en 2007 a 18,6 millones en julio de este año.

La respuesta a tales acusaciones se ofrece mostrando el crecimiento productivo (PIB), pese a contar con menos puestos de trabajo y menor participación de capital, lo que indica que el sistema productivo es más eficiente. Pero a costa, les contrarrestan, los otros, de precariedad salarial, mayor desigualdad, hundimiento de la clase media, aumento de la pobreza y mayor enriquecimiento de los más pudientes, y alegan que no deben vanagloriarse porque en Forbes aparezcan entre los más ricos del mundo varios españoles, sino indignarse porque en la pobreza se hayan sumergido tantas familias españolas.

Y así, uno y mil argumentos, alegaciones, duplicas, réplicas, contrarreplicas, que terminan abrumando a los ciudadanos, por mucho alma que Rajoy haya querido poner a las cifras económicas, por mucho que les asista la razón a todos y cada uno al expresar sus razones.

Se dice que las estadísticas sirven a los economistas, como las farolas a los borrachos, para apoyarse en ellas, no para alumbrarlos. Pero también les ocurre a los políticos. Y pese a conocer las cifras y los indicadores macroeconómicos, uno, recordando a sus maestros con admiración y nostalgia, rememora al profesor a Luis Ángel Rojo y a Sampedro, y gira su pensamiento hacia la microeconomía, y aconseja caminar por las calles, observar, escuchar, y contemplar conductas y expresiones, sacar conclusiones para completar el análisis cuantitativo.

Algunos simplifican la cuestión y dicen que los electores deberían observar más el contenido el bolsillo derecho de la chaqueta, el billetero, antes de votar, y ello aunque el corazón, que se tiene a la izquierda, dicte otra cosa. En fin, que como casi todo, es cuestión de criterios, de gustos? y del color del cristal con que se mire, que dijera Campoamor.

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