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Tribuna

Impuestos a la carta

En el largo período preelectoral, los ciudadanos atienden expectantes a las ofertas de los distintos partidos políticos...

Mariano Rajoy, candidato del PP, y el socialista Pedro Sánchez se saludan, en una imagen de archivo. efe

Para captar comensales/votantes incluyen lo más sugestivo y suculento, cuidan que la oferta sea apetitosa, y todo lo que pueda motivar rechazo, por su contenido o aspecto, se elimina de los menús/programas, que procuran ser abundantes, prometiendo un precio reducido por su disfrute. Justo es decir, que como la competencia política es menos leal y amistosa que la gastronómica, se producen trifulcas y como la cuenta a pagar a los vencedores se identifica con los impuestos a satisfacer, éstos, adquieren un especial protagonismo.

Pero no solo los tributos deberían determinar la elección política, como tampoco importa sólo el coste de los restaurantes, porque otros factores concurren: calidad, comodidad, buen trato y demás atenciones del banquete. Habrá quienes no podrán pagarlo todo y se les habrá de hacer algún descuento; otros, sí que podrán atender su importe; en cambio, quizá algunos de los más pudientes protestarán y pedirán rebajas en su cuenta. El objetivo debiera ser que todos queden satisfechos, pero, ya se sabe que «la dolorosa» suele ser de lo más ingrato.

Con la precampaña, los restauradores socioeconómicos anticipan platos de sus menús, a la vez que determinan cómo sacarán el dinero; es decir su política fiscal, porque nada define mejor a una sociedad y a su ideario político como los impuestos, el equivalente a la factura. Quizá porque el que da primero da dos veces, el chef Mariano Rajoy, se adelantó a comienzos de verano, y sirvió una batería de rebajas, especialmente en el IRPF y sociedades, cambios en los módulos y rebajón en cotizaciones sociales para autónomos, nuevas contrataciones y retenciones, así que poco más ofrecerá, salvo algún chupito, para mejorar la digestión de todos los recortes.

Un concepto está en el punto de mira de todos para integrarlo en la factura, salvo del PP: la tributación de las sicav, que sólo pagan el 1%, en vez del 25%, y aplazan el resto sine die, lo que en este país se traduce en el nunca jamás. Así que por tantos mariachis que nunca vienen mal en restaurantes, pero cantan mal en lo fiscal, los aspirantes a master chef, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, quieren que tributen los amos de la comparsa cuando ésta ni pincha ni corta. Todos aseguran que arrinconarán al fraude y lo sumergido para que nadie ponga pies en polvorosa y huya sin pagar. Hay un hartazgo social por tantos gorrones que, como sentencia el dicho popular, «se comen el pan y se cagan en el morral». Perdón, que estamos comiendo.

Pedro Sánchez, está empecinado en hacer caja para que el equilibrio fiscal se logre, y a sabiendas del daño que causa la elusión en el pago, aumentará el personal encargado de la gestión e inspección de los tributos. Y promete bajar los impuestos a la clase media, recuperar para las comunidades los impuestos de Patrimonio y Sucesiones, fijando un mínimo, e impedir que las grandes empresas tributen menos del 15% efectivo sobre sus ganancias, y promete una mejor ilustración bajando el IVA cultural.

Albert Rivera, simplificará y mejorará el sistema de financiación autonómica con un sistema fiscal único para toda España, que procure igualdad financiera a las comunidades para los servicios sanitarios y educativos básicos. Eliminará el tratamiento VIP a vascos y navarros, y permitirá a las autonomías crear mecanismos de copago si desearan prestar servicios extraordinarios. O sea que autorizará incluir otros platos, pero fijando suplementos. Su director de sala, Francisco de la Torre, cocinero antes que fraile, -fue portavoz de los inspectores de Hacienda-, dice que eso mejoraría la competencia. Quieren bajar el IVA general al 18%, y el reducido al 7%, gracias a eliminar deducciones en renta y sociedades reduciría los tipos de gravamen, mientras que, también subirían el mínimo exento del impuesto de patrimonio al millón de euros, y acabarían con el desmadre en sucesiones para igualarnos ante la muerte. Como detalle de la casa, ofrecen corregir la menguada minuta cobrada por el PP a los amnistiados del 2012, y hacerles pagar el 10% de lo aflorado, en vez del escaso 3% que les costó.

Pablo Iglesias, subirá la cuenta del impuesto de sociedades a las grandes empresas, y el impuesto de patrimonio a los más ricos. En un renuncio a su apellido, acabaría con las prerrogativas a la Iglesia y le exigiría el IBI por todos sus inmuebles, mientras que a los demás les subiría el impuesto por las segundas y siguientes viviendas. Claro, que en cocina el IBI abunda y el precio en carta ya es alto, así que puede perder muchos clientes por esto. Pedro Sánchez, también quiere recaudar el IBI a la Iglesia pero por los bienes no destinados al culto, y para cobrar el plato de las pensiones, según su ayudante de cocina, Luz Rodríguez, establecería un tributo específico y finalista sobre la renta y el patrimonio, al estilo francés. Deberían meditarlo, porque la mayoría de los que cobran pensiones ya cotizaron largo y tendido; otros, no las cobran aunque cotizaron, pero no lo suficiente, y el dinero para las pensiones de viudedad y para los que no cotizaron, entregado por razones solidarias, debería salir del conjunto del sistema fiscal, al igual que en otros países, en vez de hacer compartimentos estancos finalistas, ¿porque emplear el sushi cuando el sistema es de reparto y no de capitalización?

En torno a tanta oferta nos movemos. Será preciso que el grupo restaurador elegido cuide el maridaje entre comidas, bebidas y precio para evitar indigestiones, que procure un esmerado trato a los comensales; que vigile las prendas de abrigo en el guardarropa para que al salir nada falte; y que paguen todos la cuenta, según la capacidad de los comensales. Y mucho ojito después, porque el restaurador escogido debe ordenar el servicio según el pedido cursado; escuchar el ¡oído, cocina¡, servir en su punto los platos, y después, procurar que la cuenta sea correcta, no cometer pufos y que nadie escape sin pagar, ni que el cajero se olvide de hacer facturas o se lleve el dinero al bolsillo.

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