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Un monte de piedad en Alicante después de 25 años

La heredera de Caja Madrid abrirá un establecimiento de empeños en el centro de Alicante

El local donde se ubicará el nuevo monte de pieda en la ciudad de Alicante PILAR CORTÉS

Más de un cuarto de siglo después de que la CAM cerrara el último establecimiento de este tipo que aún mantenía en la provincia, Alicante volverá a contar a finales de este mes con un monte de piedad, un lugar en el que conseguir pequeños préstamos personales a cambio de dejar joyas en prenda. Este negocio, que en su día fue el origen de las cajas de ahorros, se ha convertido ahora en la tabla de salvación de muchas de las fundaciones que heredaron la obra social de estas entidades tras su desaparición, y que ven en él una fuente de ingresos para financiar las actividades solidarias o culturales que antes mantenían los beneficios de la caja.

En este caso, es la Fundación Montemadrid la que ha decidido dar el paso de salir de su comunidad autónoma de origen para expandir su negocio -que ya le reporta unos réditos anuales superiores a los diez millones de euros- y ha escogido Alicante como su primer destino. En concreto, ha alquilado una antigua sucursal de Banesto en la calle Álvarez Sereix, junto a la avenida de Alfonso el Sabio, que ya ha reformado convenientemente y que espera abrir al público en unas dos semanas.

De esta forma, la institución madrileña se adelanta a la Fundación Caja Mediterráneo, que también contempla la puesta en marcha de un montepío entre las distintas alternativas que baraja para incrementar sus ingresos. Eso sí, el proyecto de la alicantina sigue todavía sin fecha, según confirmó ayer a este diario su presidente, Matías Pérez Such.

Sin competencia

Precisamente, fue la ausencia de un competidor establecido uno de los motivos que llevaron a la heredera de Caja Madrid a inclinarse por la provincia, según reconocía ayer a este diario su director general, Santiago Gil, ya que, por ejemplo, en Valencia sigue operando el monte de piedad de Bancaja y en Barcelona el de La Caixa. Sin embargo, no fue la única razón. También pesó el hecho de que la entidad ya contaba con unos 3.500 clientes en la zona -ciudadanos alicantinos y murcianos que se desplazaban hasta Madrid para empeñar sus alhajas- y que los alquileres resultan bastante más asequibles que en otras ciudades.

También la existencia de una importante masa de usuarios potenciales, que suelen ser personas de clase media-baja o media-media que necesitan liquidez en algún momento puntual. «Por ejemplo, en esta época tenemos muchas madres que vienen a empeñar algo para pagar la matrícula de la universidad y que prefieren acudir a nosotros antes que a un banco», explica Gil, quien rechaza la imagen que se tiene de que un monte de piedad es una institución «de último recurso».

Por el contrario, según explica, «se trata de una opción más y quien sabe utilizarla resulta muy beneficiado». Así, durante los años de crisis son muchos los profesionales liberales y los autónomos que han visto en estos establecimientos una forma de obtener la financiación que el banco les negaba. No obstante, el perfil mayoritario entre su clientela sigue siendo el de una mujer -suponen el 60% de los que entran en estos locales- que solicita alrededor de 600 euros.

Solo un 5% de impagos

Durante los años más crudos de la recesión el volumen de negocio llegó a dispararse alrededor de un 40%, según Santiago Gil, pero ahora parece estabilizado. Eso sí, a pesar de la mala situación económica apenas son un 5% los que no consiguen pagar a tiempo su crédito y, por tanto, no llegan a recuperar las joyas que han empeñado. En este caso, las prendas salen a subasta y, si se obtiene una cantidad mayor al importe de la deuda, «se reintegra la diferencia al propietario original», explica el responsable de Montemadrid. Además, los incumplidores no se incorporan a ningún fichero de morosos.

Los montes de piedad aparecieron en el siglo XIX para solucionar los problemas de financiación de las clases populares, a las que no atendía la gran banca de entonces, y fueron el origen de las cajas de ahorros. En la provincia se creó el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy en 1875, la primera del conjunto de entidades que más tarde se fusionarían para crear la CAM. Según recuerda Toni Gil, responsable del proyecto «Raíces», que recopiló la historia de la entidad, la mayoría de estos establecimientos cerró durante los años cuarenta, «cuando la caja lanzó unos préstamos populares, sin necesidad de avalista,» que cubrieron esta demanda.

El de Alcoy cerró en los sesenta y sólo se mantuvo el montepío que la CAM tenía en la avenida de Alfonso el Sabio, en Alicante, que acabó también cerrando a finales de los años ochenta.

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