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La burbuja rusa se desinfla

El veto del Kremlin, el conflicto de Ucrania y la devaluación del rublo han hundido un 70% las exportaciones alicantinas al país eslavo pero también han afectado a la venta de casas o la llegada de turistas

Los establecimientos con carteles en ruso han proliferado en la provincia en los últimos años. PILAR CORTÉS

Durante unos años, los más duros de la crisis en España, muchos vieron en el mercado ruso la gran oportunidad que andaban buscando, la auténtica gallina de los huevos de oro. La economía del país eslavo crecía a un ritmo superior al 4% anual, asentada sobre los elevados precios del petróleo y del gas, y su floreciente clase media y media-alta se lanzaba a comprar productos europeos -hasta entonces considerados de lujo- y segundas residencias en el extranjero. La Costa Blanca fue una de las zonas más beneficiadas y los rusos llegaron a ser la segunda nacionalidad que más viviendas adquiría en la zona. También los exportadores encontraron un mercado con buenos precios y con ganas de consumir.

Pero todo se torció hace poco más de un año, cuando el conflicto en Ucrania provocó la imposición de sanciones mutuas entre Moscú y la mayoría de los países occidentales -el famoso veto ruso a la importación de productos agroalimentarios de la UE-; el precio del crudo se desplomó a la mitad por la sobreproducción mundial; y el rublo se dejó más de un 40% de su valor en apenas cuatro meses. La burbuja que se había creado, simplemente, empezó a deshincharse.

La primera víctima -casi inmediata- fueron las exportaciones. Si en los primeros seis meses de 2014, los empresarios alicantinos llegaron a enviar a Rusia más de 93 millones de euros en mercancía, en lo que va de año apenas suman 28 millones. Un desplome de casi un 70%. Y los más perjudicados son los agricultores, que han pasado de colocar en este mercado más de 55 millones de euros al semestre a no vender ni un euro por culpa del citado veto.

«Es verdad que no suponía un gran porcentaje sobre el total de lo que exportamos, pero era un mercado donde se pagaba muy bien y que cada año crecía. ¡Con lo que cuesta hacerse un hueco!», se lamenta el presidente de Asaja Alicante, Eladio Aniorte quien, además, denuncia que «los productores no hemos visto ni un euro de las ayudas que prometieron».

Zapatos demasiado caros

Tampoco les ha ido bien a los fabricantes de calzado. En su caso las ventas han caído de 18,6 a 12 millones de euros porque el tipo de cambio ha elevado mucho el precio que los rusos deben pagar por un par de botas fabricadas en Elche o en Elda, y «porque los propios distribuidores han frenado los pedidos ya que la situación económica no está nada clara, y la gente gasta menos», señala la secretaria general de la Asociación Valenciana de Empresas del Calzado (Avecal), Marián Cano. Teniendo en cuenta que el coste medio del par que se enviaba a Rusia superaba los 200 euros, solo hay que echar cuentas.

Como es lógico, si no hay dinero para gastar en casa, tampoco lo hay para comprarse apartamentos o darse lujos en el extranjero. Lo saben bien en las inmobiliarias de la provincia, que tenían a los rusos entre sus mejores clientes. «Los compradores de clase media, los que se gastaban entre 80.000 y 150.000 euros, prácticamente han desaparecido y sólo se mantienen los de clase más alta, los que quieren casas a partir de medio millón. Como en todas partes, cuanto más dinero tienes, menos te afectan las crisis», razona Magdalena Moreno, que posee dos agencias, una en Guardamar y otra en la Playa de San Juan de Alicante.

Aún así, estos privilegiados también tienen ahora más dificultades para comprar su casa de ensueño en la playa, debido a las restricciones a la salida de capitales que ha impuesto el Kremlin para evitar una fuga masiva de fondos, explica Moreno. Entre unas cosa y otras, las ventas de inmuebles a los ciudadanos de esta nacionalidad se han reducido un 47%, de acuerdo con los últimos datos del Colegio Notarial de Valencia. Por suerte para el sector, esta deserción de compradores rusos se está viendo compensada con la llegada de más ciudadanos de países nórdicos.

Coches en venta

Lo que todavía no ha detectado Moreno es que los rusos hayan empezado a desprenderse de las propiedades que han adquirido en los últimos años en la provincia, algo que sí que empieza a ocurrir con los automóviles de alta gama que compraron, según explica el responsable de las instalaciones de Mercedes-Benz Vegar en Torrevieja, Diego Lozano. «Tenemos clientes que vienen a pedirnos ayuda para vender el coche porque se marchan y quieren recuperar el dinero», asegura Lozano.

Hasta el verano pasado la situación era la opuesta. Los rusos eran los mejores clientes para este concesionario y copaban casi la mitad de todas las ventas. Ahora no suman ni la cuarta parte, según el gerente. «Es normal, hacen números y es que ahora el coche les cuesta el doble con la devaluación que ha sufrido el rublo. Los que vienen, se lo piensan más», apunta Lozano. En este caso, es la recuperación de la demanda nacional la que atenúa el golpe y cubre el hueco dejado por los compradores eslavos.

Lo cierto es que la caída del rublo supone un duro revés para los miles de residentes rusos que siguen teniendo su principal fuente de ingresos en su país -hay muchos empresarios que tienen aquí a sus familias y ellos viven a caballo entre ambos estados para atender sus negocios-, ya que todos ellos han visto caer su poder de compra en España. Por eso, los que ahora deciden salir de Rusia se plantean alternativas como Turquía o Tailandia, donde la moneda local no se ha revalorizado tanto como el euro, según afirma el empresario y presidente de la asociación Casa Rusia en Alicante, Aleksander Chepurnoy.

El descenso de gasto de esta comunidad se ha notado, incluso, en las joyerías de alta gama, aunque eso sí, menos que en otros negocios. De acuerdo con el presidente de la principal asociación del sector, Asempja, Antonio Huebra, ahora gastan entre un 20% y un 25% menos, aunque en este caso sí que se puede decir que es por pura precaución ya que los clientes de estos establecimientos son de un poder adquisitivo muy alto. «Lo más barato que compran es un reloj de 15.000 euros y, de ahí, para arriba», señala el joyero. «Les gusta la exclusividad y el exceso y parece que les cuesta privarse», añade. El único comercio de los consultados donde aseguran que no han notado ningún descenso es en El Corte Inglés. Siempre hay afortunados.

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