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El descenso a los infiernos de un presidente de la Generalitat

José Luis Olivas acumula imputaciones por las piezas que se siguen por la debacle de Bankia y del Banco de Valencia

Manchego de nacimiento (Motilla del Palancar, Cuenca, 1952), aunque valenciano de adopción, José Luis Olivas representa, junto a Rodrigo Rato, el mejor ejemplo de la caída que ha protagonizado buena parte de la vieja guardia del PP. Tras ocupar la Conselleria de Economía en la primera legislatura de Eduardo Zaplana al frente del Consell, y convertirse en su vicepresidente primero, alcanzó lo más alto del Gobierno valenciano cuando este último abandonó la política autonómica para convertirse en Ministro de Trabajo. No llegó a ocupar el cargo ni un año porque, desde el principio, se supo que el elegido para encabezar la lista de los «populares» en las siguientes elecciones era Francisco Camps.

Sin embargo, Olivas encontró buen acomodo en la presidencia de Bancaja y, por ende, en la de su filial, el Banco de Valencia, desde la que no dudó en subirse al carro de la burbuja inmobiliaria y competir mano a mano con la CAM por ver quién seducía a los promotores más destacados de toda la Comunidad y de todo el país. Cuando empezó la crisis y el Gobierno obligó a Bancaja a fusionarse con Caja Madrid se quedó con la vicepresidencia de la nueva entidad, hasta que el FROB la nacionalizó. Desde entonces, Olivas acumula una imputación tras otra por los ruinosos negocios que hizo la caja valenciana. Así, entre otros, está siendo investigado en la pieza principal por la debacle de Bankia y también en la del Banco de Valencia, además de varias pieza separadas que tratan de esclarecer las irregularidades que cometieron estas entidades en sus negocios con varios empresarios, como el ilicitano Ramón Salvador. Ahora, su relación con los benidormís Juan Ferri y José Baldó le ha llevado a la cárcel.

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