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Análisis

Europa y el fin de los estímulos en EE. UU.

El cese de la «expansión cuantitativa» de la Reserva Federal (FED), aprobado anteayer por el banco central de Estados Unidos, supone que la autoridad monetaria norteamericana pone fin, como anunció en febrero, a la «fabricación» de dólares que, por un importe de 4,4 billones, ha llevado a cabo, mediante tres programas sucesivos desde 2008, con el propósito de contribuir al impulso de la economía norteamericana y a prevenir el riesgo de deflación.

El anuncio de la Reserva Federal debería ser bien recibido si los agentes económicos dan credibilidad a que la decisión se fundamenta en una correcta apreciación de que la recuperación norteamericana es firme y que ya no se requieren por ello medidas de excepción. Pero podría inquietar a los mercados dado que supone la retirada de apoyos públicos cuando aún no se han despejado todas las dudas. Para evitar un repunte del nerviosismo la FED se comprometió a una gradual transición: los tipos oficiales seguirán por ahora anómalamente bajos (entre 0% y 0,25%).

Para España y la eurozona que EE. UU. empiece a salir de la unidad de cuidados intensivos es bueno porque la economía norteamericana siempre ha sido la locomotora del mundo en la salida de anteriores crisis y no hay razón para que no lo vuelva a ser. Y es obvio que la UE, en pleno estancamiento, precisa fuerzas motrices internas y externas para no incurrir en la tercera recesión.

La repercusión en la eurozona se está produciendo como cabía esperar: con efectos de distinto signo. Que la FED ponga fin a los programas de ampliación de la oferta monetaria ha supuesto la inmediata apreciación del dólar y la consiguiente depreciación del euro. A EE. UU. le conviene un fortalecimiento relativo del dólar para cercenar posibles brotes inflacionarios tras la masiva inyección de recursos líquidos durante seis años y cuando ya se está creando empleo. Y la caída del euro es un objetivo crucial de la eurozona para estimular la competitividad y las exportaciones del área y para disipar el riesgo deflacionario.

El ascenso del dólar es la respuesta natural a la finalización de las fuerzas devaluatorias que había puesto en marcha EE. UU. en 2008. Si el dólar estaba débil frente al euro es porque se estaban inyectando en el mercado volúmenes masivos de la moneda norteamericana. Que ahora se invierta su cruce con el euro tiene sentido además porque, si el valor de la moneda debe ser expresión de los fundamentos de una economía, no tenía sentido que el dólar se cambiara por debajo del euro cuando Estados Unidos crece y la unión monetaria europea se estanca.

Normalización

La normalización de la política monetaria norteamericana supondrá que cese la compra masiva de deuda pública y privada por la FED. Y la consiguiente caída de la demanda de esos títulos llevará a una depreciación de su cotización y, en consecuencia, a una subida de su rentabilidad. Esto implicará que, salvo que el BCE ponga en marcha un plan de compra de bonos soberanos, la deuda europea tendrá que subir el interés que ofrece al inversor para competir en la captación del ahorro internacional. Esta es la razón de que la prima de riesgo de España y la periferia europea haya remontado desde que se conoció la decisión, lo que podría continuar.

El freno a la expansión monetaria debería servir para prevenir la formación de burbujas de activos en EE. UU. y para atenuar por ello la escalada de la Bolsa estadounidense. Finalmente, la apreciación del dólar deprecia las materias primas, incluido el petróleo, aunque este abaratamiento del crudo no será tal para los países de la Unión Europea si el euro, como se desea, sigue a la baja.

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