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Ni Fabra ni Garrigós

Ni el jefe del Consell ni el presidente de la Cámara convencen a los empresarios con sus discursos de la Noche de la Economía

Castedo y Fabra se saludan a su llegada al Palacio de Altamira de Elche ANTONIO AMORÓS

No convencieron ni uno ni otro. El paso que habían dado las organizaciones empresariales para plantarse ante Madrid, tanto por el contenido como por la forma; la maniobra de Cepyme pidiendo mano dura contra la corrupción y denunciando la existencia de «mafias» en las adjudicaciones públicas sólo un día antes; e incluso el propio discurso del presidente de la Cámara de Comercio, José Enrique Garrigós, exigiendo el año pasado al jefe del Consell, Alberto Fabra, que rompiera con el pasado y acabara con la corrupción sin que le temblara el pulso... Todo eso eran circunstancias que habían sentado muchos precedentes. Los asistentes tenían muchas expectativas puestas en los discursos. No sólo en el de Garrigós, sino también en el de Fabra. Nada. La decepción fue absoluta al final de una noche que probablemente pase a la historia como la más descafeinada de los últimos años. «Vaya pérdida de tiempo», comentaba uno de los asistentes a otro nada más acabada la gala. «Qué lejos queda ya Valenzuela», se lamentaba un empresario. Lo que pocos pasaron por alto fue que Garrigós está ya con el mandato cumplido, y a expensas de que se apruebe la adaptación autonómica a la nueva ley de Cámaras, y, por tanto, la del jueves puede haber sido su última gala.

Sí, se habló de infrafinanciación. Era previsible. Sin embargo, no hubo nada de autocrítica y mucho menos de reproches hacia el Consell, y eso lo penalizaron los empresarios, primero en los corrillos que siguieron al fin de la gala, y también en los comentarios que se seguían haciendo el día después. «Está muy bien pedir a Madrid, pero, ¿qué pasa con la discriminación en las inversiones de la Generalitat hacia la provincia? Tampoco hubiera estado mal que Garrigós hubiera dicho algo de eso», se lamentaba un industrial ayer.

No mucho mejor cayó el que, lejos de plantear reivindicaciones al Consell, se dedicara a dar cera a Fabra. «El problema es que, con estos discursos tan blandos, no vamos a ninguna parte, y lo peor es que Fabra se lava la manos de la gestión anterior y dice que ahora nadie le puede sacar colores, y los empresarios hacen de palmeros», se lamentaba otro, con un discurso muy duro. «No acabé de entender muy bien qué es lo que dio de cal en su discurso el presidente de la Cámara, y mucho menos que ahora se diga que la investigación que ha abierto Bruselas a la Comunidad sea por la infrafinanciación», apostillaba ese mismo empresario.

Tampoco se vio con buenos ojos que el presidente de la Cámara hablara de los «importantes esfuerzos» del Consell por cumplir con el pago a proveedores, cuando algunos de ellos presentes el jueves por la noche en el Palacio de Altamira de Elche confesaban que aún tenían abonos pendientes de pago.

Sin embargo, no todo se centró en los discursos. Tampoco faltaron los comentarios en torno a la presencia de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo. Ya en los últimos días se había venido comentando que el acto se llevaba a Elche para evitar la foto con la regidora alicantina, imputada por tres delitos. Sin embargo, apareció y durante parte de la noche se convirtió en una de las grandes protagonistas. Conscientes de ello, nadie escatimó en efusividad a la hora de los saludos. Las cosas cambiaron de nuevo cuando llegaron las alocuciones de Garrigós y de Fabra. No hubo saludo expreso para la regidora alicantina. Muchos leyeron en esa ausencia en las palabras iniciales un desplante hacia la alcaldesa imputada. En cualquier caso, el presidente de la Cámara sí aprovechó sus palabras para agradecer a Sonia Castedo que en su momento saliera al rescate de la institución cameral, y acabara arrendando el Hotel Palas. «Nadie muerde la mano que le da de comer, y ese alquiler es muy importante para la Cámara», apostillaba alguien ayer por la mañana. Al margen de todo, lo cierto es que, mientras unos leían su presencia como un acto de valentía, otros veían en su llegada un desafío.

Más allá de todo, lo cierto es que las alusiones a la corrupción quedaron muy diluidas. Garrigós sólo se limitó a corroborar que ésta es una de las grandes preocupaciones de los españoles a día de hoy, a tirar balones fuera y decir que la solución sólo está en manos de los políticos. Eso sí, alertó de que, al final, la reputación también afecta a la economía. Ni una alusión a los empresarios que también participan en las tramas de corrupción, lógicamente tampoco se sumó a la denuncia de Cepyme de que hay «mafias» en las contratas, y, por supuesto, en esta ocasión ni se le ocurrió pedir líneas rojas o algo que se le parezca. Tenía que pasar por el tema de la corrupción para cumplir con el guión, y pasó de puntillas. «Qué podía decir ya este año si el año pasado ya lo dijo todo», apuntaron desde la Cámara tratando de disculpar el tono del discurso de Garrigós.

Mejor aceptada fue la voz de alerta sutil que lanzó el dirigente cameral ante la posible llegada al Consell de un tripartito o de un cuatripartito, cuando vino a decir que los empresarios querían «confianza, estabilidad y seguridad jurídica». Tanto caló el mensaje, que en el cóctel posterior no faltaron referencias en este sentido, y hasta hubo quien llegó a señalar que «mejor que se queden estos a que venga el de la coleta», en alusión a Pablo Iglesias.

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