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Guerra sin cuartel en Coepa

La reforma de los estatutos se ha comenzado a interpretar como un intento de relevo al actual presidente

Guerra sin cuartel en Coepa

El futuro es incierto en Coepa. A estas alturas, no es ninguna novedad. Con una situación económica agónica; una gestión que se pone en tela de juicio día sí y día también; una reforma estatutaria que, lejos de unir divide mucho más, y ahonda en la opacidad y el presidencialismo; y movimientos muy claros para tratar de buscar un relevo a un Moisés Jiménez que prácticamente todos dan ya por amortizado, la crisis se agudiza cada vez más. Ya nadie duda de la necesidad de un cambio. Los empresarios son conscientes de que lo que está en juego es la credibilidad de la institución y, por tanto, su continuidad. Sin embargo, también se ha puesto contra las cuerdas el prestigio social del empresariado, y las fracturas internas y las guerras intestinas en absoluto ayudan en estos casos.

De entrada, la brecha en la patronal es de dominio público, con un sector más oficialista, representado por el presidente de Coepa, Moisés Jiménez, y su entorno más cercano; y otro crítico, encabezado por el presidente de Cepyme y, hasta la fecha, vicepresidente estatutario de la confederación, Cristóbal Navarro. Uno y otro, además, han aprovechado las reformas estatutarias en sus organizaciones para escenificar la ruptura. Navarro fue el que tomó la delantera a mitad de mayo, con un cambio de sus estatutos, que, a la sazón, se crearon en su momento en el seno de Coepa. Con este proceso, no sólo buscaba demostrar su plena independencia orgánica de la confederación en la que nació, sino que echaba un pulso a los de Moisés Jiménez dando entrada a nuevos socios, y todo ello en el marco de las fugas de asociados que se han venido produciendo en los últimos tiempos en un lado y en otro en función de sus alianzas.

Esta ventaja, en cualquier caso, parece que fue más de cara a la galería. Coepa ya venía gestando su reforma desde hacía algo más de año, aunque no la hizo oficial hasta que Cepyme no movió ficha y llevó el cambio a su asamblea. Fue entonces cuando la patronal convocó a su comité ejecutivo, sólo un día después de la asamblea de las pymes, y presentó a una comisión de trabajo que ya había venido amasando la reforma desde tiempo atrás. Los estatutos estaban ya cocinados. Todos los sabían, y la prueba fue que a pocos sorprendió la composición de ese grupo encargado de la redacción del articulado, en el que se dejó fuera al propio Cristóbal Navarro, pero también a la patronal del metal Fempa y al presidente de Estic, Joaquín Garrido, pese a sus reivindicaciones pidiendo que se abriera la participación. Ahora, cuando ni siquiera ha pasado un mes desde el anuncio, el primer borrador de los estatutos ha llegado a los asociados. El contenido era el previsible. El texto deja fuera de la cúpula a Cristóbal Navarro, que pierde la condición de vicepresidente estatutario; suprime el punto que, hasta ahora, determinaba que la pertenencia a Coepa conllevaba de manera simultánea la integración en Cepyme-Alicante; y, lo que es peor, se abre a empresas y autónomos sin más, en una clara competición por ver quién consigue más asociados.

Sin embargo, hay quien empieza a ver en este cambio estatutario no sólo un intento de echar a Cristóbal Navarro de la cúpula de patronal, sino también una forma de dar una salida honrosa a Moisés Jiménez, antes de que venza su mandato, de cara a 2016. Algún empresario comentaba hace sólo unos días lo redondo de la jugada: el látigo del sector oficialista de Coepa sale de la patronal a través de un cambio estatutario en el que, llegado el caso, podría apoyarse un adelanto electoral que permitiría la marcha de Jiménez, con el añadido de que sería él quien cargaría con el cadáver de Navarro. Tenga que ver o no con la reforma de los estatutos, lo cierto es que desde el «núcleo duro» de la patronal ya ha empezado la operación para buscar un relevo, hasta el extremo de que en determinados sectores se da por hecho el cambio. Es cuestión de tiempo, opinan aquellos que también creen que Moisés Jiménez ya está cansado de la situación, y que se está planteando su marcha.

De momento, el presidente del Grupo Marjal, de la Asociación de la Empresa Familiar de Alicante (AEFA) y del Consejo Social de la Universidad de Alicante, Francisco Gómez, es el que suena con más fuerza. Su talante y su prestigio hacen que muchos lo vean como un hombre de consenso, pero también de transición, con capacidad de dar un giro a la situación y, sobre todo, de recuperar el prestigio. No es el único que suena. Antonio Alonso, gerente de la empresa Edijar y presidente de la Asociación Provincial de Industrias Gráficas y Envases de Cartón, aparece en otras papeletas, las menos todavía, en una opción que, para muchos, permitiría un acercamiento a los críticos.

Sea como sea, los tres guardan silencio de puertas para fuera. Prefieren mantener las formas. Tanto es así que incluso el aún presidente de Coepa reconocía el jueves, en una jornada organizada por Fundesem y Bankia en el ADDA, que no tiene ninguna intención de salir. «Estamos trabajando para que la confederación salga a flote, pero está claro que a alguien no le interesa que esto continúe», puntualizaba. Por su parte, Francisco Gómez ha optado por cerrar filas en torno al dirigente de la patronal y se limitaba a decir en ese acto que «estoy con el presidente mientras él quiera seguir, y, cuando se vaya, ya se verá». Antonio Alonso calla.

Y, mientras que las especulaciones en torno al relevo se suceden en los círculos empresariales, la amenaza económica sigue planeando en el ambiente. Cristóbal Navarro no sólo ha presentado ante el Ministerio de Economía una denuncia por irregularidades en la auditoría de 2012, también ha pedido una asamblea extraordinaria para plantear la liquidación de la patronal, y ya amaga con presentar una demanda por las cuentas. Enfrente, la otra parte, la oficial, acaba de hacer público un saldo de 2013 con unas pérdidas de 613.860 euros, que «es menos de una tercera parte de las que sufrió la confederación en el ejercicio 2012», según sostienen, y se amparan en unas operaciones ya muy avanzadas, para quitarse de encima el centro de oficios y el edificio de la plaza Ruperto Chapí, y soltar lastre. Unos y otros, los que se queden y los que se marchen, los postulados y los que se postulan, tienen claro que la situación económica es grave, muy grave, y ahí reside uno de los retos que marcarán en el presente y el futuro de la organización.

En cualquier caso, no será el único. Con una desafección que crece por momentos, una capacidad de reivindicación inexistente, y una generación empresarial más joven con la que la patronal no ha sido capaz de conectar y tampoco de ilusionar, quizás ahí esté el primer reto para ese presente y ese futuro que permita garantizar la supervivencia de Coepa.

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