Un español trabaja de media 1.686 horas anuales, 300 más que los alemanes o los austriacos, según los datos que maneja la OCDE. Sin embargo, como alertan los especialistas, trabajar más horas no incrementa la productividad, sino todo lo contrario. Por ello, son muchas las voces que, desde hace tiempo, demandan un cambio de los hábitos horarios. La racionalización de la jornada laboral, para acabar con los tiempos muertos; el adelanto de las comidas y hasta del prime time televisivo; y la adaptación del huso horario al Meridiano de Greenwich, retrasando de forma permanente una hora el reloj, son sólo algunas de las propuestas que se plantean para corregir algunos de los hábitos más arraigados entre los españoles. Mientras esto sucede, algunas empresas de la provincia, sobre todo aquellas que trabajan con mercados exteriores, ya han decidido dar un paso al frente, y han hecho una apuesta decidida por los horarios europeos. Al fin y al cabo, no sólo es una cuestión de conciliación, sino también de tener trabajadores más felices y, por tanto, motivados, como señalan los expertos.

Una de las partes falla. La profesora de la Universidad de Alicante María Elena Fabregat, especialista en Sociologías del Tiempo, se muestra contundente: «Estamos fuera de nuestro huso horario, y el problema es que nos levantamos con el reloj y comemos con el sol, y eso nos obliga a hacer pausas para que el día no se nos haga tan largo, y va en contra de la conciliación y la corresponsabilidad», puntualiza. Es más, avisa de que «siempre se dice que los empresarios no tienen voluntad de adaptarse a los horarios europeos, pero es un patrón cultural y hay muchos trabajadores que tampoco quieren». Por ello, tiene claro que, al final, es un cambio que afecta a toda la comunidad y que, por tanto, no saldrá adelante sin legislación, una «vigilancia» que supervise ese cambio, e incentivos para los que sí cumplan. El cambio al huso horario británico, a su juicio, podría ser un rito de paso, el más superficial de los cambios, pero con capacidad para poder tirar de esta modificación de patrones culturales. «Estamos muy marcados en nuestra sociedad por el "presencismo", y no nos damos cuenta de que, si necesitamos más horas para un trabajo o el jefe está fallando y me está dando más trabajo, o fallo yo como trabajador porque no soy capaz de hacerlo en el tiempo que debo», deja claro.

Precisamente el calzado, uno de los sectores tradicionales por excelencia de la provincia, ha sido el que mejor ha sabido ver los pros de la racionalización de la jornada, en muchos casos, empujado por la internacionalización. Sin ir más lejos, el Grupo Pikolinos fue una de las compañías pioneras en esa transición al horario europeo. Fue allá por el año 1994. La dirección y, especialmente, el hoy presidente de la compañía, Juan Perán, se movían mucho por el exterior. Así las cosas, poco a poco, empezaron a descubrir que poner en marcha jornadas que les acercaran más a Europa sólo les traería ventajas, y casi sin darse cuenta las implantaron. A día de hoy, la plantilla, integrada por unas 120 personas, empieza la jornada a las ocho de la mañana, y a las seis ya ha acabado, con una hora para comer, pero los viernes finaliza a las dos de la tarde. Además, tienen comedor y servicio de cáterin, financiado en parte por la dirección de Pikolinos, y una sala de relax, donde, acabado el almuerzo, pueden hacer una breve siesta, leer o descansar sin más. «En esta empresa está tan asumido este horario que nadie se plantea si es bueno o malo. Simplemente, lo vemos como algo natural, pero somos conscientes de que permite conciliar la vida laboral y personal, y tener tiempo libre para hacer deporte y para otras actividades, y los viernes por la tarde hacer cosas que el resto de días no puedes», confiesa el vicepresidente ejecutivo de Pikolinos, Juan Manuel Perán.

La importancia de la buena gestión. Si bien el calzado ha sido uno de los sectores donde más predicamento ha tenido este sistema, el catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, José María Gómez Gras, alerta de que, «al final, depende de las personas y de las empresas. Una compañía bien gestionada seguirá funcionando con el horario europeo, porque tiene sensibilidad y cualificación». En esta línea, precisa que «es la empresa la que tiene que priorizar lo que quiere, pero está claro que la adaptación a los horarios europeos favorece la formación complementaria y la puesta en marcha de talleres de creatividad, y funcionará sólo en las mejores empresas». De todos modos, se confiesa optimista y dice que, por tiempo, la racionalización se acabará implantando en todas las mercantiles. «El clima laboral mejora cuando no se prolonga la jornada innecesariamente, y los trabajadores acaban siendo más productivos», puntualiza este catedrático de la UMH. No en vano, proclama que «el problema de la productividad siempre se enfoca en el trabajador, y el problema rara vez está en él, sino en la empresa, que no tiene protocolos ni rutinas para potenciar esa productividad, y algo parecido sucede cuando la selección de personal se hace sin criterios».

Internacionalización y motivación. Lógicamente, los polígonos industriales se prestan mucho para la adaptación a los horarios europeos, como bien demuestra Elche Parque Empresarial. Allí está Pikolinos, pero también el Grupo Ferrotall, una empresa familiar dedicada al sector metalmecánico, que, con 40 años de trayectoria a sus espaldas, acaba de empezar recientemente el proceso de adaptación. Así, el tiempo destinado a la comida se ha reducido de dos a una hora, se ha puesto en marcha un comedor con servicio de cáterin, por el que el empleado paga dos euros al día, y se ha fijado un turno de trabajo de 8 a 18 horas y otro de 9 a 19 horas. «Los trabajadores tienen que venir al parque empresarial en coche, y con el comedor pueden ganar tiempo, y, además, favorece el compañerismo, mejora el ambiente de trabajo y todos ganamos, aunque para llegar al horario de 8 a 17 horas todavía nos falta un poco, pero tenemos que ir dando pasos para acabar con la cultura del "presencismo" y que la gente sea consecuente con los objetivos para lograr mejores resultados», apunta el responsable de Recursos Humanos del Grupo Ferrotall, Fernando Coloma. En cualquier caso, la empresa ha ido más allá, y ha puesto en marcha clases de inglés gratuitas de dos horas para todos los trabajadores, de manera que una se da en horario laboral y otra fuera, y se ha empezado a tramitar la puesta en marcha de un servicio de fisioterapia, y la intención es habilitar incluso un gimnasio. «Por un lado, la internacionalización es una realidad, y, por otra, la parte más importante de la empresa es el equipo humano, y estas medidas permiten motivar a los trabajadores y que, por tanto, rindan más», precisa el gerente de la empresa, Manuel Fernández.

En otras compañías, como Innovatec, una empresa de ingeniería creativa con siete trabajadores, fundada en 2006 y con sede en Alcoy, no sólo se han acogido a la racionalización de la jornada, sino que también se han adherido al teletrabajo. En su caso, la presencia en la oficina no es obligatoria. Trabajan por objetivos, y ellos mismos se organizan. De media, cada empleado va a la oficina tres días a la semana, de 9 a 14 horas, y el resto del tiempo trabajan desde casa, con su portátil. «Al final, con este sistema, el trabajador es más productivo, porque sabe cuáles son los objetivos y él mismo se organiza, aunque tiene que haber una corresponsabilidad por las dos partes, y confianza, mucha confianza», indica el responsable de Proyectos de I+D, Francisco Ibáñez. De hecho, comenta que «todos nos dicen que tenemos mucha suerte, porque esto es muy bueno para la conciliación, pero, en el fondo, no todo el mundo está preparado para un sistema como éste».

Preparación y, sobre todo, predisposición al margen, de momento son pocas las empresas de la provincia que se han abrazado a esta filosofía de la racionalización de horarios, es verdad, pero las que lo han hecho están convencidas de que el cambio es irreversible. Sólo es cuestión de tiempo.