El consumo de electricidad se ha reducido de forma considerable desde el inicio de la crisis económica. Sin embargo, esa caída no ha tenido reflejo a su vez en la factura de la luz que pagan los ciudadanos. En un mercado regulado y tutelado por la Administración como el de la energía, la competencia y las leyes de la oferta y la demanda no funcionan. Al revés. Desde 2003, el recibo eléctrico se ha disparado hasta rozar el 70 %. Una familia española paga ahora de media 615 euros al año, frente a los 360 euros de una década antes. Si tiene en cuenta que la renta ha caído como consecuencia de la crisis y que la mayor parte de la ciudadanía ha visto reducidos sus ingresos no cabe duda de que la electricidad se ha convertido en un coste importante para las familias que resta recursos a otras cuestiones como puede ser el consumo comercial.

Controlar el consumo de energía, utilizar bombillas y tecnologías de bajo consumo y aprovechar las horas de luz para realizar determinadas tareas son medidas que permiten mitigar algo el impacto de la factura que periódicamente llega a los buzones.

Sin embargo hay otras cuestiones que dependen directamente del tipo de contrato firmado con la compañías eléctricas y que pueden influir en los costes finales. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ha introducido una entrada en su blog en el que aconseja como primera medida tratar de reducir la potencia contratada por el usuario. La potencia contratada es la electricidad máxima que se puede consumir de forma simultánea, es decir, la capacidad de conectar varios aparatos a la vez. «Puede darse el caso de que tengamos una potencia contratada superior a la que necesitamos y eso es lo que encarece nuestra factura», dice el blog de la CNMC.

Hay que tener en cuenta que el Gobierno acaba de proponer una subida de los peajes en el apartado de la factura que grava la potencia contratada y ha bajado los peajes del consumo de energía. A partir de ahora será tan importante ajustar la potencia contratada como controlar el consumo. «Todos los electrodomésticos tienen una placa que indica cuál es la potencia máxima que necesitan. Un buen ejercicio para por comprobar cuál es la suma de las potencias de aquellos aparatos que normalmente funcionan a la vez en casa: por ejemplo, la tele, la iluminación de la cocina, un ordenador y un fuego de la vitro. Esa suma sería la potencia que deberíamos contratar. Y probablemente será menor que la que tenemos contratada», afirma la CNMC.

También pueden modificarse los patrones de consumo. Por ejemplo: no poner la lavadora al mismo tiempo que se cocina con vitrocerámica, o no lavar la ropa a la vez que se usa el lavavajillas.

La compañía está obligada a modificar el contrato si se lo solicita el cliente adscrito a la tarifa de último recurso (TUR). La empresa eléctrica tiene cinco días para hacer efectivo el cambio de potencia contratada. Si en ese plazo no ha tramitado la solicitud tiene que compensar al consumidor con 30 euros.

Otra forma de ahorrar es suscribir un contrato de tarifa con discriminación horaria. Esta tarifa se divide en dos: horas valle y horas punta. La primera suele abarcar desde las diez o las once de la noche (depende de invierno o verano) hasta las 12 o las 13 horas. Las horas punta son un 21,5 % más caras y las tarifas valle un 57 % más baratas. «Si consumimos al menos un 28 % de electricidad en las horas baratas con esta tarifa (la de discriminación horaria) conseguiremos ahorros que serán mayor cuanto mayor sea nuestro consumo en las horas baratas».