Alicante se convirtió en la mañana de ayer en el escenario de un grito unánime por el mantenimiento de la fábrica de Coca-Cola y todos los empleos directos e indirectos que genera. Varios miles de personas recorrieron a pie los cinco kilómetros que separan las instalaciones de la empresa de la Subdelegación del Gobierno para expresar su rechazo al expediente de regulación de empleo (ERE) presentado por la multinacional que prevé el cierre de la embotelladora de Alicante y otras tres en Asturias, Mallorca y Madrid. Los trabajadores contaron en esta marcha con el respaldo de familiares, amigos y de prácticamente todos los vecinos de la ciudad con los que se iban encontrando a su paso, en una movilización que despertó una empatía como pocas veces llega a verse.

La Policía Local cifró en 700 los participantes al inicio de la marcha, pero lo cierto es que un gran número de personas se fue uniendo a lo largo que la misma se acercaba al centro de la ciudad. Además, era muy ilustrativo ver cómo casi todos los conductores que circulaban en sentido contrario a la manifestación -esos carriles se dejaron abiertos al tráfico- hacían sonar el claxon de sus vehículos para animar a los trabajadores o bajaban las ventanillas para darles gestos de apoyo. Incluso el dueño de un negocio de comida preparada de la Avenida de Orihuela utilizó la pizarra donde habitualmente pone el menú del día para escribir «No al ERE, ánimo» y agitarla, muy emocionado. Un mensaje que se sumaba a todos los que se leían en pancartas y carteles, como «Una Coca-Cola y una puñalada», «Si Alicante no fabrica no bebe», «La fórmula es ganar más», «Coca-Cola, la chispa de la muerte» o «Si ésta es la fábrica de la felicidad, ¿por qué lloran mis papás?», entre otros muchos. Y entre los manifestantes, familias enteras, desde niños hasta ancianos con dificultad para caminar pero con paso decidido.

El despliegue de seguridad ante esta marcha era muy fuerte, sobre todo de Policía Local, pero obedecía fundamentalmente a la necesidad de regular el tráfico y mantener la seguridad de los manifestantes, dado el recorrido por una de las principales arterias de Alicante. La cita transcurrió sin absolutamente ningún incidente, pese a que la dureza de los mensajes y los lemas que se coreaban evidenciaban la desesperación de los afectados por la amenaza de cierre de la planta. José Antonio Pomares, miembro del comité de empresa, señaló que «peleamos por nuestro futuro y el de Alicante», ya que el ERE es una amenaza de «desindustrialización» para la ciudad. Por su parte, el presidente del comité, José Vicente Salinas, denunció que la empresa ha dicho que el expediente es «innegociable» y que, por ello, «no nos queda otra que protestar».

Una representación de la plantilla de Coca-Cola en Alicante acudirá a la movilización de carácter nacional que se celebrará en Madrid el viernes. Asimismo, está previsto llevar a cabo otras acciones de protesta todos los sábados de este mes. Estas medidas se sumarán a la huelga indefinida convocada a partir de mañana. La planta de Alicante cuenta con 160 empleados, de los cuales los sindicatos denuncian que 111 se irán al paro con el ERE y los 39 restantes serían recolocados en otras fábricas. Sin embargo, la empresa, tal y como señaló este periódico ayer, argumenta que los afectados serían 90 y que todos podrían ser reubicados en otras plantas.

«Llenarse los bolsillos»

Llegados a la plaza de la Montañeta, los convocantes exhibieron el muñeco de un trabajador ahorcado y un ataúd con la inscripción «RIP Industria Alicantina» -que habían portado a lo largo de toda la marcha- como fondo durante la lectura del manifiesto final. Agradecieron todos los apoyos mostrados, que les hacen, según dijeron, «sentir que no estamos solos en esta batalla». Denunciaron que a la empresa «sus 160 trabajadores no les importan nada», ni, entre otras cosas «esa felicidad que tanto nos han vendido en millonarias campañas publicitarias».

Aseguraron que Coca-Cola «ha decidido utilizar esa gran reforma laboral que tantas y tantas familias ha destrozado», para «hundir un poco más a esta sociedad» y «tratarnos como a verdadera basura», entre otras cosas. También hicieron hincapié en que «ninguna autoridad laboral puede permitir que se inicie o se apruebe un ERE en una empresa que ha ganado en el último año más de 160 millones de euros», para concluir con el «mensaje claro y conciso» de que «Alicante no se cierra».

En la plaza, los asistentes, como los trabajadores César Parra, Norberto Muñoz y Raúl Casado, aplaudían y suscribían las palabras del manifiesto. Parra lamentaba que «tenemos hijos, hipotecas y pagos, y nos han arruinado la vida», mientras que Muñoz comentaba que «mi hijo de ocho años me ha preguntado si vamos a tener para comer» y Casado aseguraba que «esto es un funeral, una tortura a la que nos han condenado». La protesta tuvo el apoyo de cargos públicos del PSPV, EU, UPyD y Compromís, como Gabriel Echávarri, Miguel Ángel Pavón, Fernando Llopis y Mireia Mollà, entre otros.