Emilio Ontiveros, catedrático de Economía de la Empresa en la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI), participó ayer en el foro «Repensar la crisis», organizado por el Centro de Estudios Andaluces y que se celebró en la Facultad de Económicas de la Universidad de Málaga. El prestigioso economista compartió ponencias con Juan Torres, Andrés Ortega Klein o Enrique Gil Calvo.

¿Qué pasó en el sistema bancario para llegar a este punto?

Fue una combinación de factores los que determinaron el incremento muy significativo del endeudamiento privado. Por un lado, unos tipos de interés históricamente bajos, ya que cuando España entró en la UE hubo una especia de choque derivado del interés de Alemania que fomentó muchas e importantes decisiones de inversión de empresas y familias españolas. En la medida en que el ahorro doméstico era insuficiente para hacerlo, los bancos españoles tuvieron que endeudarse fuera. Y el problema no es tanto que se incrementó el endeudamiento sino que todo estuvo demasiado concentrado en el sector residencial e inmobiliario. La regla más básica de las finanzas dice que no hay que poner todos los huevos en la mismo cesta. España puso una parte muy importante de su PIB, de su deuda de familias y empresas y del balance de sus activos bancarios en un solo sector. Y cuando en 2007 vino desde Estados Unidos la caída de los precios inmobiliarios, la crisis en España se particularizó con más intensidad que en la UE.

Hemos vivido una fase de concentración de entidades financieras, ¿qué conclusiones saca?

La reforma y la reestructuración tienen dos consecuencias sobre las que hay que estar muy atentos. Una es la desaparición de las cajas de ahorro, que me preocupa, ya que en el pasado fueron operadores bancarios que jugaron un papel muy importante sobre todo en el fortalecimiento de la competencia bancaria. La otra es que la concentración excesiva en la oferta podría derivar -vamos a ver el número de bancos que terminan quedando- en un oligopolio. No sería bueno para la economía real, para las familias y para las empresas, que un sector tan fundamental como el bancario estuviera en manos de pocos ofertantes. Tiene que haber competencia.

En el debate sobre austeridad frente a políticas de estímulo, ¿en qué lugar se sitúa usted?

Hay lugar para hacer políticas de estímulo en Europa suavizando las exigencias temporales de reducción del déficit público. No se trata de asumir propósitos de reducción incumplibles. Y hay lugar para estímulos de crecimiento en aquellas economías que no están sufriendo el escrutinio de los mercados de bonos que sufre España. Alemania, por ejemplo, tiene hoy una tasa de paro inferior a la del inicio de la crisis. Es razonable que reduzca impuestos o eleve las rentas de los trabajadores. Hay lugar también para estímulos en el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que tiene capacidad para invertir en una base paneuropea. Es cierto que algunas economías como España tienen un margen limitado de inversión pero no en términos panaeuropeos agregados.

En otras palabras, ¿Alemania debe asumir su papel de locomotora y tirar de los demás?

Claro, entre otras cosas porque le interesa a la propia Alemania, que está sufriendo y que este año va a crecer muy poco. Si sus propios socios siguen una senda de contracción va a tener problemas. No hace falta que Alemania haga un ejercicio de locomotora, sólo de egoísmo inteligente.

Parece que España va a pedir el rescate, aunque se discute mucho el sentido del término.

Creo que esa discusión semántica es una forma de distraer la atención. España necesita el apoyo de Europa para que los mercados de bonos no nos impongan unos tipos de interés inasumibles. No tenemos por qué pagar unos tipos tan elevados. Necesitamos esa ayuda, que luego tenga un componente más activo del Banco Central Europeo (BCE) o del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) es ahora lo de menos. No es momento de plantearse el estigma político del rescate sino de evitar que el Tesoro español siga pagando tipos de interés del 6%. Eso es, repito, inasumible. No podemos pagar 38.600 millones de euros de factura por la deuda. ¿Cuál sería la tasa razonable? Pienso que un 3,5%, en consonancia con las estimaciones del FMI y del BCE de que tanto España como Italia están pagando un exceso de 200 puntos básicos en la prima de riesgo.

Pero el Gobierno ¿puede hacer algo por suavizar el rescate?

Las condiciones ya no pueden ser más duras. El Gobierno debe hacer valer que ya llevamos concretando propósito de enmienda desde mayo de 2011. Incluso el presupuesto y las políticas de ajuste son las propias de un país intervenido. Por esa parte creo que ya no quedan más ajustes. Es verdad que a cambio de este rescate (o como se quiera llamar) las autoridades europeas, la troika, tendrán una presencia y una vigilancia mucho más intensiva. Los hombres de gris marengo serán sustituidos por los de negro.

Con el rescate no se acaban ni mucho menos los problemas.

Acabarse no se acaban pero se neutraliza uno de los motores del círculo vicioso en el que estamos: el de la elevada influencia del tipo de interés en la deuda pública. Seguiría, eso sí, el problema fundamental: la economía decrece y la tasa de paro en España estará el próximo año en el 36%, y para eso son claves también las políticas de estímulo del crecimiento.

¿Le genera dudas la creación del banco malo?

Quedan incógnitas por resolver. El banco malo puede ser una decisión clarificadora, introductora de transparencia, que permita una localización contable de los activos peores, pero debemos conocer quiénes va a ser los accionistas, a qué precios se van a traspasar los activos, a qué ritmo se van a vender y si los extranjeros van a ser adquirientes o inversores. Todo va a depender de cómo se gestione y hoy lo único que sabemos es que las intenciones de las autoridades españolas y europeas es que haya una mayoría de capital español y que los accionistas sean fundamentalmente instituciones financieras, pero no sabemos si entre ellas habrá extranjeras.

En esta crisis financiera, ¿fallaron los controles?

La gran lección de la crisis es que las autoridades, los gobiernos, están para intervenir. No pueden dejar que la juerga siga por su cuenta sino que en ocasiones deben regular la intensidad alcohólica del ponche. Eso implica decir al sistema bancario, por ejemplo, que no puede invertir más del 30% en un solo sector o cuidar los estímulos fiscales para que todo el mundo no circule por la misma calle. La política económica es importante y la calidad de los gobiernos y los supervisores también. A los mercados no se les puede dejar solos.

Por cierto que se nos ha caído el mito de que el Banco de España era el mejor supervisor.

Lo que hay que aprender, incluso supervisores con una tradición tan bien ganada como era el Banco de España, es que en el sistema financiero no se pueden aplicar principios liberales, de laissez faire. No se les puede tratar como a las mercerías.

Es un sistema delicado, de licencias, muy regulado, y hay que llevarlo de la mano, como a los conductores peligrosos.Imagino que hablar de salida de la crisis, en estos momentos, es hacer ciencia-ficción.

El año 2013 será de profundización de la recesión y elevación de la tasa de paro. Sólo si vemos señales de estímulo de la demanda en Europa empezaríamos a ver en 2014 que la tasa de paro cede un poco y que hay una transición hacia el crecimiento. Pero hace falta que la economía crezca al ritmo del 2% del PIB, y veo difícil eso antes de 2014 o 2015.