Si la cara es el reflejo del alma, la de Modesto Crespo ayer no tenía muy buena pinta. Estaba pálido y tan tenso que su rostro hubiera servido para estudiar los músculos en una clase de Anatomía. Peinado como un novio y de correcto traje adornado con un par de gemelos, el destino quiso que el expresidente de la CAM tuviera que esperar en la antesala del juzgado Central de Instrucción número tres de la Audiencia Nacional el tiempo suficiente para ver desfilar ante sus narices a media docena de detenidos que eran conducidos ante el juez con las manos esposadas a la espalda y el calzado sin cordones, signo inequívoco de su procedencia carcelaria. Por mucho que intentaba distraerse conversando con sus abogados, la presencia de un nuevo detenido no podía evitar que captara la atención del ahora imputado hasta el punto de escapársele alguna mirada de conmiseración. Ni él ni sus representantes legales quisieron hacer comentario alguno ni antes ni después de comparecer ante el juez.