Todas las realidades cambian y la de los empresarios y trabajadores chinos en la Comunidad Valenciana no podía ser menos. Eso sí, su capacidad de adaptación a las diferentes circunstancias, especialmente las derivadas de la crisis, los ha convertido en auténticos camaleones que han ido acompasando el color de su piel al terreno. De los pioneros como Cheng Wen Zong en Valencia, que dieron el salto hace más de dos décadas y abrieron los primeros restaurantes chinos con el dinero que habían recibido de sus familias, han quedado algunos, los menos, que han conseguido amasar algunas pequeñas fortunas, más bien pocas, fácilmente detectables por su predilección por los coches de alta gama, sobre todo Mercedes y BMW. Pero la gran mayoría se ha limitado a sobrevivir a salto de mata y a fuerza de adaptarse a las cada vez más complicadas dificultades de la crisis. "Los buenos tiempos han pasado para todos" señala Lizhong Zhou, actual presidente de la Asociación de Empresarios chinos Valencia-España y uno de los primeros en establecerse en la Comunidad Valenciana. "Muchas familias están aguantando como pueden para ver si pasa ya la crisis antes de cerrar y volver a al país".

La realidad más próxima está ahí. Cerca de un tercio de los restaurantes que abrieron hace ya casi treinta años han tenido que cerrar sus puertas por falta de rentabilidad. Tras el cierre de los restaurantes, muchos optaron por pasarse a las tiendas de todo a cien -después a 1 euro-, que durante los primeros años registraron un crecimiento espectacular y provocaron la compra de grandes naves industriales en los polígonos de la periferia de las ciudades -en Valencia, el de Manises- para organizar la distribución de los productos importados de China. Pero el negocio también comenzó a decaer y a fecha de hoy ya han desaparecido el 40 % de estas populares tiendas -han sobrevivido las más grandes, tanto en superficie como en variedad- y han arrastrado al cierre de naves en los polígonos, como ha ocurrido con numerosas empresas españolas.

Visto que el todo a cien no funcionaba, algunos de los que tenían estas tiendas optaron por una nueva vía, la de la ropa, complementos o zapatos de bajo precio, en muchos casos importados de China o producidos en talleres de Italia. Parecía el colchón ideal para sobrevivir hasta que la crisis diera la vuelta, pero tampoco ha funcionado y de nuevo empezaron a echar el cierre.

La última vuelta de tuerca de estas familias chinas -que en muchos casos ya tienen hijos españoles- antes de verse obligados a regresar a su país, al que como confiesan "ya no conoceríamos por lo que ha cambiado" , ha sido invertir sus últimos ahorros en hacerse con traspasos de pequeños establecimientos, como bares o locales de muy pocos metros cuadrados para vender bebidas, frutos secos, Todo en espera de tiempos mejores. La filosofía, según reconoce un empresario que regenta varios restaurantes y almacenes para ma es no parar nunca. "Venimos de una tradición de trabajo. No nos importa estar muchas horas porque nuestra filosofía es esa, de esfuerzo. No hay parados chinos porque cuando se acaba un empleo empezamos con otro, invertimos lo ahorrado o buscamos ayuda. Somos como una gran familia, nos conocemos todos".

Averiguar el volumen económico que mueve la comunidad china en la Comunidad Valenciana (hay 18.882 ciudadanos asiáticos censados) es misión imposible. Al igual que conocer el número de empresas. "No lo sabemos ni nosotros", señalan. De hecho, aunque la asociación de empresarios que preside Zong es la más importante, también hay otras, como la de comerciantes chinos de la Comunidad Valenciana, que dirige Yuan Di Pastor, que habitualmente colabora con la Cámara de comercio y hay numerosas organizaciones que reunen a un número indeterminado de almacenes instalados en los polígonos industriales.

Mil quinientas empresas

Las cifras que se barajan, siempre muy poco rigurosas, son de unas 1.500 empresas en la Comunidad Valenciana, la mayoría pequeñas, entre las que hay unos cuatrocientos restaurantes, más de trescientas tiendas de "todo a cien", muchas reconvertidas a otros negocios, y unas doscientas, de muy pequeño tamaño, dedicadas a la venta de ultramarinos, frutos secos y bares traspasados. Además hay que sumar los almacenes mayoristas, que podrían ser un centenar.

Aunque el gran flujo de entrada de chinos en España se ha ralentizado (sólo se incrementó un 2,1% en enero de 2011) en los últimos años con motivo de la crisis y las mayores expectativas laborales en el gigante asiático, las cifras de autónomos de aquél país que se dan de alta en España no para de crecer. En el régimen general de la Seguridad Social hay inscritos 4.400 chinos en el ámbito de la Comunidad Valenciana (46.000 en España) y 3.500 más figuran como autónomos (29.000 en España). Según las estadísticas de la Unión Profesional de Trabajadores Autónomos (UPTA), dos de cada tres nuevas altas de extranjeros en el primer trimestre de 2011 son inmigrantes de aquél país. De hecho, el informe reconoce que los autónomos chinos llevan una carrera imparable y ya representan 16,5 % del total", superando incluso a los rumanos. Pero la pregunta es: si se ha ralentizado el flujo de entrada de inmigrantes a España, ¿por qué continúan incrementándose las altas?.

La respuesta podría encontrarse en su gran movilidad laboral. Muchos de los que trabajaban en las "tiendas de todo a cien" o del textil, que se han visto afectados por los cierres han optado por montar pequeños negocios, haciéndose con traspasos de bares o pequeños locales de ultramarinos. Gran parte de este colectivo procedía del mercado laboral irregular y había conseguido reunir unos ahorros que reinvierten en un negocio familiar, por lo que necesitan darse de alta como autónomos.

"A los chinos nos gusta ser nuestros propios jefes, por eso siempre tenemos negocios" señalan. En los bares, curiosamente, optan por mantener la cocina española, para continuar con la clientela habitual. En muchos casos contratan cocineros nativos hasta que aprenden o algún camarero si no entienden bien el idioma. En los pequeños locales de frutos secos o comestibles también trabaja toda la familia bajo la misma premisa: estar abiertos la mayor cantidad de horas posibles, incluidos los festivos, lo que ha empezado a provocar las quejas de otros comerciantes tradicionales.

Pero el gran negocio desde el punto de vista económico se encuentra en la distribución mayorista de los productos, sobre todo textil o calzado. La facturación anual de un almacén de este tipo puede rondar los cien mil euros anuales, según confesaba uno de los encargados. En el caso del calzado, concretamente, los almacenistas chinos de Valencia adquieren la mercancía a importadores que tienen su centro de operaciones en el polígono Carrus de Elx, donde cuentan con una media de entre quince y veinte naves. Estos almacenes pagan por cada par de zapatos a una media de 2,9 euros y se los venden a los distribuidores a 5. En Valencia, estos mismos zapatos se cobran a los vendedores de los mercadillos o a las tiendas a unos 8 euros, aunque esa cantidad llega a bajar hasta 5, o incluso 4, cuando termina la temporada y deben deshacerse del stock para adquirir nuevo material.

278 millones de euros

El volumen que se mueve anualmente con este género es muy elevado. Sólo en 2010 se importaron de China 278 millones de pares por un importe de 832 millones de euros, según los datos de la dirección general de Aduanas, lo que supone el 72% de todo el calzado que entró a España.

Otro caso diferente es el mercado del textil de bajo coste. Según señala uno de los importadores, la mayor parte del género llega desde el sur de Italia, de talleres chinos instalados allí -se estima que hay centenares, que trabajan incluso para grandes marcas-, que trabajan con patrones más modernos, adaptados a los gustos europeos. El traslado de los contenedores - normalmente de 40 pies- hasta Valencia se realiza por carretera y cuesta alrededor de 1.600 euros.

Aunque los empresarios chinos valencianos se empeñan en negar la existencia de los talleres clandestinos, pese a reconocer que "gente mala hay en todos los sitios, incluso entre los españoles", las intervenciones policiales demuestran otra cosa. Desde el mes de marzo, las Fuerzas de Seguridad ya han desmantelado media docena de talleres ilegales que explotaban a ciudadanos chinos en Sevilla, Madrid y Las Palmas.

Lo que sí ha empezado a cambiar entre la colonia china más arraigada en la Comunidad Valenciana han sido algunas tradiciones. La segunda generación, los hijos de los que abrieron el camino en su día, ya son valencianos y están integrados en las costumbres de la generación con la que conviven. A pesar de los esfuerzos de los padres de llevarlos los fines de semana a las clases de chino y confucionismo que dan en las asociaciones culturales, ellos prefieren "chicas y fiesta", como señala Cheng, que confiesa que el regreso a su país de origen ya es muy improbable.

Los más mayores son los únicos que toman el avión de vuelta, por tradición, para morir en su tierra, aunque ya tienen también a familiares en cementerios españoles. "No desaparecemos, como dice la gente, que se pregunta que dónde están enterrados los chinos", señala Cheng. "Los que llegamos al principio aún somos jóvenes y estamos vivos. Pero a pesar de todo, la gente continúa creyéndose esas leyendas que nadie sabe de dónde han salido, como la de que no pagamos impuestos. Pues no sólo eso, sino que además nos fríen a multas de tráfico de aparcamiento".