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El último tabú

El silencio inútil

Cerca de 4.000 personas se quitan la vida en España cada año y 160 de ellas lo hacen en la provincia. Supervivientes y expertos denuncian que la ley del silencio que rodea a los suicidios no funciona y piden prevención y diálogo sobre un problema social que dobla en víctimas a los accidentes de tráfico

El silencio inútil PILAR CORTÉS

Una tarde de otoño de 2013, J.F.M.M. creyó haber encontrado la solución definitiva: «Estaba metido en una relación tóxica y me había quedado solo llevando un proyecto. Estuve ocho meses cargado de problemas. Hasta que un día la cabeza me hizo "clic". Ya sabía cómo poner fin a la agonía. Sabía lo que tenía que hacer».

En las dos horas que transcurrieron hasta que llegó a su casa no se encontró con nadie. Cogió los tranquilizantes que el psiquiatra le había recetado para la depresión -«eran muy fuertes y sólo me dejaban tomar uno por la noche»- e ingirió 60 pastillas de golpe. Y se abandonó. «Notaba que me estaba yendo y me acordé de repente de mis perros. Le mandé un mensaje a una amiga para que viniera a recogerlos a la mañana siguiente y se hiciera cargo de ellos», cuenta J. por teléfono. «Tuve mucha suerte. A esta persona aquello no le cuadró y al no poder localizarme apareció en casa con el SAMU. Me reanimaron durante dos horas antes de llevarme al hospital», cuenta.

Hoy, este vecino de la Vega Baja es una persona más fuerte y más consciente. Capaz de distinguir entre su vida y aquel túnel sin fondo en el que se instaló, ha podido diseccionar aquellos momentos e identificar qué materiales psicológicos eran realmente fatales y cuáles en realidad reversibles. Y llega a una simple y poderosa conclusión: «Si me hubiera encontrado con alguien esa tarde seguro que me preguntaba cómo estaba viéndome la cara que tenía. Hubiesen bastado cinco minutos para desahogarme. No hubiese tomado las pastillas».

Sobre las palabras de J., varias personas con bata blanca asienten. Son los psicólogos y psiquiatras de la Sociedad Española de Suicidología (SES), una organización creada hace tres años para arrojar luz y taquígrafos primero y soluciones después sobre una de las zonas de sombra más incómodas de la vida social: la decisión de quitarse la vida. La primera de ellas, reconocerlo.

El tabú

El suicidio es una realidad que la sociedad moderna no ha sabido encajar tras emanciparse de la tradición, y ha quedado convertido en el último gran tabú de la sociedad española y occidental. «Hasta 1983 los suicidas eran enterrados en sitios apartados dentro del cementerio. Tenemos la cultura que tenemos y es un tema envuelto en oscurantismo. Está mal visto intentarlo o hablar de ello, y el que muere deja el tiempo congelado en su círculo personal: pasa a ser un tema que los que se quedan tienden a evitar, que se tapa, del que no se habla y en el que, consecuentemente, no se interviene», sostiene Andoni Anseán, psicólogo y presidente de la Fundación Salud Mental España y de la recién constituida SES. En efecto, el suicidio hiela para siempre la casa del fallecido antes de convertirse en un charco que el entorno trata de evitar. Pero, gota a gota, la cifra de españoles que decide quitarse la vida crece hasta adquirir dimensiones de problema social. Con cerca de 4.000 víctimas cada año, es ya la primera causa de muerte distinta a enfermedades en el país a mucha distancia de los accidentes de tráfico.

Investigadores y profesionales de la salud gritan basta, se rebelan contra el tabú y piden invertir la vieja estrategia de ignorar el suicidio. «Es un tema que debe salir del armario y tratarse en voz alta», asegura Anseán.

La sede de la sociedad está en Madrid, pero Alicante, en concreto Torrevieja, es una de las zonas más adelantadas en la aplicación de sus tesis. El vicepresidente y psiquiatra de la SES, Enrique Jesús Mesones, dirige junto con la psicóloga Raquel Martínez la Unidad de Conductas Suicidas del centro de salud de La Mata, una de las escasas iniciativas públicas en España para tratar a supervivientes y a personas afectadas por el suicidio familiar o por ideaciones autolesivas.

El trabajo que realizan desde hace tres años con perfiles como el de J. -hoy más colaborador que paciente- allana el camino de los políticos: en diciembre está previsto que la Conselleria de Sanidad Universal de la Generalitat presente el Plan de Prevención de Suicidios público «más completo y ambicioso» del país, según explica Anseán.

Estas iniciativas están entre las primeras en aplicar en España el mensaje que organismos internacionales como la OMS o la UE empezaron a convertir en proyectos piloto de información y prevención hace apenas ocho años. Reclaman un nuevo enfoque para frenar los suicidios: cada año se quitan la vida unas 800.000 personas en todo el planeta, lo que supone una muerte cada 40 segundos, según informa este organismo de la ONU.

Los datos

«Estamos ante cifras históricas de suicidio. Son diez muertes cada día. Que una persona se quite la vida es un fracaso social y es un problema del que hay que empezar a hablar», sostiene Anseán. En números absolutos, nunca ha habido tantas muertes autoprovocadas desde que el Estado español empezó a recoger esta estadística en el año 1906. En las gráficas que elabora el INE sobre Defunciones por Causa de Muerte, el suicidio y las lesiones autoinflingidas siguen una tendencia ascendente irregular pero que toca techo en los tres últimos años auditados: en 2012 hubo 3.539 muertes, 3.870 el año siguiente y 3.910 en 2014.

Alicante, a su escala, replica el comportamiento. Según la misma estadística, en 2014 se quitaron la vida 159 personas en los municipios de la provincia. Supone el 41% del total de muertes autoprovocadas que se registraron ese año en la Comunidad. De nuevo, las tres cifras más altas se han registrado en los tres últimos ejercicios para los que hay datos: 2012, 2013 y 2014.

La realidad se vuelve aún más preocupante cuando se comprende que la muerte por suicidio representa sólo «la punta del iceberg», como simboliza la psicóloga de la unidad. Porque los estudios de la SES reflejan que por cada suicidio consumado se producen alrededor de diez intentos como el de J. -en la Comunidad hubo 380 muertes en 2014 pero se registraron 4.214 intentos infructuosos, según datos del INE y de la Conselleria de Sanidad-.

Además, por cada persona que se quita la vida se estima que «hay seis afectados directamente y un círculo de 20 que lo sufre de forma indirecta», apunta el doctor Mesones. Lejos de reducir la probabilidad de que se repita el suceso en la familia, cuando se produce un suicidio aumenta el riesgo de que otro familiar siga los pasos, como apunta Martínez.

El objeto oscuro sigue ensanchando su base invisible. Los expertos desconfían también de la fiabilidad de las estadísticas y sospechan que se quedan cortas. «Hay muchos suicidios que se enmarcan como accidentes de tráfico o intoxicaciones. El número real de incidentes está subnotificado», apunta el psiquiatra del centro torrevejense. Salvador Giner, forense del Instituto de Medicina Legal de Alicante, confirma esta tesis. «En estos casos nos inclinamos por certificar el accidente como causa de la muerte cuando no hay suficientes indicios de suicidio. Puede haber casos de intoxicaciones medicamentosas en las que no sabemos si el fallecido era consciente de lo que hacía o no», sostiene el médico forense.

El médico declara a su gremio «libre de presiones» de aseguradoras o cualquier agente externo a la hora de determinar la causa, pero afirma que «cuando no hay pruebas claras, como en una precipitación desde una altura o un ahorcamiento», la prioridad en la autopsia «son los familiares». La voluntariedad se obvia.

Los datos que ayudan a poner cara al suicidio en España son dos: los hombres se quitan la vida en una proporción de tres a uno respecto a las mujeres, pero ambos sexos comparten la edad de mayor exposición a ideaciones suicidas: la franja de edad entre los 40 y los 60 años.

La prevención

Resulta sencillo afirmar que la Gran Recesión está detrás del incremento de casos, pero probarlo con estudios es más complicado. Existe un gran debate sobre si la crisis ha contribuido a aumentar los intentos y los actos consumados o no.

El profesor de Salud Pública de la UA y director de Gacetasanitaria.es, Carlos Álvarez-Dardet, en línea con varios estudios sociológicos publicados en su medio, es radical: asegura que las altas tasas de paro, la debilidad de las políticas de empleo y «el escándalo de las hipotecas» han empeorado mucho las tendencias y provocado «que aumenten los suicidios». Los expertos de la SES, por su parte, piden mesura y reclaman entender el suicidio como un trastorno mental agravado por múltiples factores, entre los que la consecuencias de la recesión han tenido mucho peso.

La buena noticia es que cuando se habla abiertamente de un problema se puede estudiar en detalle y proponer soluciones. «Si se ha podido bajar desde el año 2000 la cifra de muertos en accidente de tráfico de 6.098 a 1.800 en 2014», según Anseán, y «contener la cifra de muertes por violencia de género» entre 60 y 54 anuales con políticas públicas; «se puede evitar que el suicidio siga siendo la principal causa de muerte externa a enfermedades en España».

La SES pide hablar abiertamente y convertirlo en un asunto de salud pública como se hizo en su día con las enfermedades de transmisión sexual o la violencia de género.

El camino por recorrer es largo. Martínez asegura que sólo existen dos unidades como la de La Mata en España, mientras que Anseán señala que el único plan homologable al valenciano es el de Cataluña. «Está limitado al sistema sanitario, de manera que si la persona no entra en contacto con médicos no se detecta. El de la Generalitat Valenciana parece ser más amplio», sostiene. Este diario contactó con la Conselleria para conocer detalles del citado proyecto, pero no fueron facilitados.

El martillazo a la urna donde se esconde el tabú está dado. Es cuestión de tiempo que se articulen políticas específicas que emanen de la convicción de que sobre el drama de los suicidios el silencio es inútil.

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