La pasión por el baloncesto le llegó a Rosa Pérez Granero (Madrid, 1965) por vía paterna y por idéntico conducto familiar ella se la ha transmitido a sus tres hijas Sara, Carlota y Daniela Pellín Pérez, de 20, 18 y 12 años. La familia que compite unida permanece unida y Rosa juega a sus 53 años en el equipo de Preferente del Club Baloncesto Femenino San Blas de Alicante (BFSB) junto a sus dos hijas mayores y tiene intención de seguir en activo otras tres temporadas más, hasta los 56, para compartir quinteto también con la más pequeña de la casa. «Si el cuerpo me lo permite, estoy dispuesta a aguantar», admite con buen humor tras recibir el premio de la Federación Valenciana por ser la jugadora más veterana en activo.

Licenciada en Educación Física, «y en paro desde septiembre por no hablar valenciano», esta madrileña afincada desde hace 25 años en Alicante llegó a jugar en 2013 en Primera con el Cabo Mar, pero cuando tenía 49 sufrió la temible lesión de la «triada» en el ligamento cruzado y tras dos años de dura recuperación vive su primera temporada en el San Blas en compañía de sus tres hijas. Su mayor logro deportivo lo consiguió con el Canoe madrileño cuando se proclamó campeón de España júnior.

Por aquel entonces, Rosa ya había abandonado su afición infantil por el ballet para dedicarse por entero al deporte de la canasta, alentada por su padre, que fue directivo de la Federación Española de Baloncesto y árbitro.

No son muy altas en la familia Pellín Pérez. La madre mide 1,76, más o menos como Sara, y ocho centímetros más que Carlota. Con esa estatura se tiende a pensar que Rosa y sus hijas juegan de base, escolta o alero, «pero depende de la categoría en la que milites, porque yo en el Canoe era alero, pero aquí en San Blas soy la más alta del equipo y en una categoría inferior acabas jugando de pívot».

De modo que la polivalencia es esencial para jugar en estas categorías, en las que Rosa se ve en la obligación de dominar todos los recursos y obligaciones: dirección, pase, tiro, conducción, rebote... «Un poco sí», concede, «aunque con la edad me resulta más fácil tener posiciones debajo del aro, aunque aún corro bastante. La velocidad es algo que se pierde con la edad, pero yo me defiendo».

El alero de los Bulls de Chicago, Michael Jordan, es su gran referente como jugador de baloncesto, así como las que fueron sus compañeras en el Canoe y disputaron los Juegos de Barcelona en 1992: Mónica Mesa, Carolina Múgica y «Wonny» Geuer, madre de los hermanos Hernangómez de la NBA.

El amor por el baloncesto es el principal motor competitivo de Rosa, que tiene asumido «el escaso apoyo» que reciben en este mundo aficionado de la canasta. «En el San Blas nos han acogido muy bien a las cuatro y están muy metidos en la marcha del equipo, pero fuera del club Alicante no conoce lo que hay y apenas trasciende». «No es Alicante una ciudad que se vuelque con el deporte de competición, ni siquiera con el Hércules», apostilla. «Sin embargo, en etapas formativas sí que se cuida más».

Pero el tiempo libre de las Pellín Pérez no se destina en exclusiva al baloncesto «porque nos gusta mucho viajar, el arte, la que no pinta, actúa en teatro, y también nos encantan los animales».