A sus espaldas, 27 títulos de campeona de España en diferentes categorías y modalidades, muchas horas de sacrificio y el honor de haber sido una de las cinco alicantinas participantes en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016; pero todo ello parece no valer lo suficiente como para que alguien apueste por ella. Éste es el dilema de la saltadora de longitud alicantina Mar Jover Pérez (21-IV-1988), la tercera mejor atleta española de todos los tiempos, que denuncia cómo se les ha dado la espalda a muchos de ellos tras la pasada cita olímpica.

«Antes de los Juegos Olímpicos España invirtió mucho en gente como yo porque teníamos opciones de acudir, pero después todo aquello ha desaparecido, cortaron el grifo de cuajo y nos hemos quedado con una mano delante y otra detrás», lamenta la saltadora, que sigue, pese a todo, entrenando duro día tras día en la pista del Tossal, su segunda casa, donde entrena desde hace 21 años.

La alicantina denuncia que los atletas «no viven del aire» y que a ella ahora sólo le queda un patrocinador: «Se llama Patrocina Un Deportista y es una empresa que de lo que se encarga es de buscar pymes por todo el país que con sólo 99 euros al año puedan hacernos felices». También recibe una cantidad de su club, el Valencia Esports, y una beca de la Federación casi simbólica. «En estos años se ha reducido casi a la mínima expresión, el seguro médico, por ejemplo, tengo que pagármelo yo», explica.

La vida tras tocar la cima

Después del logro que supuso su clasificación para los Juegos Olímpicos de Río (consiguió el billete al saltar en Granada 6.78 metros en agosto de 2015), no ha conseguido repetir tal éxito, pero sigue convencida de que todavía puede dar mucho de sí. «Los Juegos Olímpicos te llegan a obsesionar, das todo lo que tienes durante tanto tiempo que el año y medio siguiente puede ser criminal», se sincera. «Quiero reencontrarme en la pista, después de un objetivo tan grande lo difícil es pensar cómo seguir porque la mente y el cuerpo están cansados; además, no se valoró lo que conseguí y me afectó y estuve en un proceso en el que no pude obtener resultados deportivos», reflexiona.

Renovada de piernas y de cabeza, asegura que vuelve a ser feliz y que quiere hablar saltando: «Estoy feliz y con ganas, hago lo que más me gusta y miro al Europeo de agosto, ojalá pueda conseguir la mínima y medirme de nuevo con las mejores de Europa». Tampoco rechaza mirar a Tokio 2020, aunque quede lejos, pero es consciente del reto: «Deberé saltar más que nunca».

Además, sale al paso y censura a quienes le tachan de «vieja» a los 29 años. «Es un problema gordo que aquí no se prime la constancia ni la experiencia, hay patrocinadores que apuestan por las promesas, que está muy bien, pero hay gente que llevamos mucho tiempo, con una experiencia que nos diferencia de los que empiezan», señala. Y lanza un deseo: «Aquí sólo hay ojos para el fútbol y para los que consiguen medallas, deberíamos cambiar este modelo deportivo educativo».

De la arena al pupitre

Mientras, compagina su esperanza de volver a la élite más absoluta del atletismo con la vida que se ha labrado fuera del tartán y la arena. Mar es diplomada en Magisterio, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y estudia las oposiciones para ser maestra en Primaria. «Del atletismo no se puede vivir», indica. Pero no oculta cuál es su verdadera pasión: «Me encanta la sensación de volar durante unos segundos».

Y hacerlo con un respaldo que se ha labrado a base de ello.