Quizá el instante mejor guardado en el recuerdo de Constante Ivars fuera su jubilación como baloncestista en el equipo de su pueblo y de toda su vida: el CB Ifach-Calpe. Lo hizo en plena LEB Oro, la antesala de la ACB, como líder de su equipo y su afición. O su partido-homenaje, celebrado con más de 50 jugadores-amigos.

Quizá también atesoraba el día en que asumió la presidencia de la entidad, hace un lustro, tras integrar una comisión que conmemoró los 50 años del basket en Calp. Pero lo que jamás imaginó es que la vida, a los 47 años, le iba a conceder una prórroga más allá de los despachos, de nuevo bajo la canasta. Y ni en sueños se vio compartiendo equipo con su hijo Arnau, de 17. Y sin embargo, así aconteció todo. La necesidad de componer una segunda plantilla obligó al club reclutar jóvenes promesas (como Arnau) y viejas glorias (como Constante). También juegan en el segundo equipo, pero este sábado se proclamaron campeones de grupo con la primera plantilla, en Senior Autonómico, tras 19 victorias, ninguna derrota y a cinco encuentros de la última jornada.Constante no pensaba ya en jugar porque la edad es la edad. Bastante tenía con la presidencia y entrenando a alevines.

Arnau tampoco lo sospechó «porque mi madre decía que ya estaba bien, que ya había jugado bastante». Pero todo ocurrió según lo imprevisto. El chaval se estremeció cuando se vio compartiendo plantilla con su progenitor: «No se puede explicar lo que sentí la primera vez que jugué con mi padre un partido oficial» confiesa Arnau. Aquel día, por cierto, tuvo que abandonar el dorsal 7, el que tomó a imagen y semejanza de su progenitor, pues es un dorsal que el club retiró para la primera plantilla en homenaje a Constante. «Jugar con mi hijo es lo más ilusionante que me podía ocurrir -reconoce éste-. De las mejores experiencias que puede tener un jugador y un padre».

Seguro que el italiano Dino Meneghin el gran mito internacional, comparte su opinión, pues llegó a jugar con (mejor dicho, contra) su vástago.Se conocen perfectamente porque se han visto jugar toda su vida. El padre vio balbucear al hijo con la pelota y éste contempló su madurez y edad de (LEB) oro. Pero también porque el chico es el vivo retrato de Constante. Uno y otro juegan en la posición de base-escolta y ambos miden 1,85 (a Arnau aún le aguarda algún estirón).«Todos dicen que en la pista Arnau tiene muchos gestos y acciones parecidas a los míos», explica el padre. Al muchacho también le han llegado esos comentarios. Pero a la hora de designar diferencias, Constante se viste de padre: «a esta generación a veces parece que les falta más fuerza, más ilusión. Ellos han tenido más de todo y lo tienen más fácil». Arnau ve otra jugada: «en las ganas de ganar somos iguales, le gusta tener el balón y no da nada por perdido. Igual es porque tiene más experiencia».

¿Y físicamente? «En el uno contra uno soy más rápido entrando a canasta, pero en saber jugar me pega auténticas palizas», resume el joven.El conocimiento mutuo también se nota en cada acción. «Me entiendo perfectamente con compañeros con quienes juego desde los tres años. Pero ahora jugando con mi padre me pasa lo mismo», prosigue. Constante sigue ejerciendo como padre y reconoce que es «muy exigente con él. Le pido cosas que otro no le pide a su hijo».Todas las similitudes también alcanzan a Aitana Ivars, hija y hermana respectivamente. Juega en las categorías cadete y junior.

«La actitud en la pista es la misma y la pasión, si cabe, mayor» afirma su padre. Arnau, mientras, avisa: «es muy buena. Jugamos juntos desde pequeños. Es tiradora, como nosotros». Y eso lo saben también en la Selección Autonómica, donde ha jugado. Si Andrea también viste el 7 es porque comparte esa admiración por papá. Su retorno lo ha convertido en su nuevo norte, antes que algunas jugadoras de la selección.

«Dicen que juego como él», afirma orgullosa. Y añade que, jugando contra su hermano, «me gana entrando a canasta, pero ambos somos buenos tiradores».Por cierto, quienes también jugaron partidos unisex fueron sus abuelos maternos: Rosario y Pepe Luis se ennoviaron jugando al basket en los años 60, cuando ellas formaron el primer equipo oficial de Calp, tras mucho jugar contra los chicos.Y la genealogía baloncestística es más ancha todavía.

El abuelo paterno de los jóvenes, presidente del club cuando Constante nació, fue durante décadas directivo de la entidad.Ambos hermanos han rechazado ofertas mejores de otros clubs. Constante también lo hizo.

Los dos quieren crecer bajo el techo donde lo hizo su padre. Arnau, además, lo asume como el momento de dejar claro a la maledicencia que no está donde está por su apellido, sino por su nombre. Constante, en su día, también jugó contra ese rival.