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Gala León: «He aprendido que no hay metas»

Nació en Alcalá de Henares hace 44 años y vive en la Gran Vía, la de Alicante - Se vino hace año y medio, tras ser consciente de que quería romper con su dinámica y volver a vivir cerca del Mediterráneo

Gala León: «He aprendido que no hay metas»

¿Qué regusto le ha dejado la experiencia de la Copa Davis

Lo asumí como reto. Después empezó a haber todo tipo de comentarios. Que si una mujer en el vestuario. Fueron 10 meses duros.

¿Qué ha sacado de la historia?

Agradecimiento, ya que necesitaba despertar. La Davis me vino bien para hacer un cambio de vida. Darme cuenta de que la verdadera felicidad no está en ostentar un cargo, sino en ocuparme de mí.

¿A qué se refiere?

A que el ego nos mata. Esta sociedad está montada para descubrir que cuanto más alto llegas en un cargo más valioso eres. Pues me he dado cuenta de que no es así.

Al año del despido se subió al coche con una maleta para cambiar de rumbo. ¿Sabía dónde ir?

La certeza era que a Madrid no volvía. Mi primer destino era Valencia, por número de amigos y por haber residido allí. Sin embargo, acabé en Alicante. Y genial. En Madrid iba siempre con prisa.

Además de que en la zona de Levante se vive más despacio, se refugia en la meditación. El escritor Pablo D'Ors medita una hora por la mañana y media por la noche. ¿Cuál es su enfoque?

Volver a la calma. Por ejemplo, después de llegar de trabajar. Es una forma de parar para vivir el presente, aprender a vivir más despacio y descubrir lo que me hace sentir bien. Me ha costado 43 años. Nada más. Ja, ja, ja.

Hay quien no lo descubre o tiene que pasar una enfermedad.

Yo me he dado cuenta de que, simplemente, concentrándome en respirar me vienen las cosas que me preocupan, siendo inconsciente de muchas de ellas. Me observo desde fuera y empiezo a ver con claridad.

D'Ors dice en Biografía del silencio

Pues sí. A medida que empiezas a vivir como quieres, muchos miedos desaparecen. Antes, era echada para adelante pero con mucho miedo, sobre todo, cuando viajaba sola. Seguramente, por la educación que recibí, en la que mandaba la sugestión mental.

¿Qué le saca del partido?

Decir las cosas mal o callarme. Alcanzo la tranquilidad cuando las expreso de forma diferente.

Para eso no hay que tener la mente dominada por el ruido.

Eso es otro nivel. Lo más difícil en la vida es alcanzar el equilibrio.

¿Y hablar con medias verdades dónde nos lleva?

Una amiga me cuestionó: «¿Por qué tienes que estar tan correcta? Si no te ha gustado lo que te han dicho. ¿Por qué te arreglas tanto? Si vamos a una comida informal. Estás en un teatro. Eres una actriz». Pues no me lo había planteado nunca desde esa perspectiva.

Su amiga le dijo con franqueza cosas que casi nadie desea escuchar. ¿Qué persona le ha inspirado más en la pista?

Steffi Graf, a la que casi le gano un set en primera ronda de Wimbledon, me pareció inspiradora.

¿Cómo le ganó?

Era una cría de 17 años mona, número uno y se comportaba mal cuando perdía tres puntos. Sin ser muy maleducada se quejaba. Parecía que todo tenía que ser perfecto. Con el tiempo, conviviendo con ella en el vestuario, me di cuenta de su evolución. Terminó siendo una señora, hablando siempre bien del rival y haciendo públicos los problemas con su padre.

Tanto ella como Agassi tuvieron padres complicados. De hecho, él ganó los 4 Grand Slam odiando el tenis. Con siete años, su padre, ex boxeador iraní, le obligaba a golpear diariamente las 2.500 pelotas. ¿Es habitual esa relación paterno-filial?

El padre de Caroline Wozniacki es su entrenador. En su día estaba Mary Pierce. Relaciones muy complejas por la falta de entendimiento de un padre que está muy involucrado a nivel emocional, que ve un negocio potente y cree que está capacitado para entrenar.

¿Cómo contempla la evolución de las tenistas?

Brutal. Antes había mucha diferencia entre las primeras y el resto. Ahora no. Un buen ejemplo fue ver en tercera ronda del Open de Australia a Halep contra la 50 del mundo, Davis. La número uno pasó a octavos pero tras salvar tres match points en cuatro horas.

Las competiciones femenina y masculina tienen casi la misma consideración. El tenis es más ecuánime que otros disciplinas.

Se está luchando. Por ejemplo, en igualdad de premios.

¿Y el fútbol femenino?

Los campos se llenarán cuando nos quitemos bloqueos y haya más visibilidad. Teledeporte está haciendo una gran labor.

¿Veremos un día competiciones entre mujeres y hombres?

¿Por qué no? Mis compañeros y yo, por ejemplo, no nos planteábamos el género de cada uno a la hora de entrenar. Nos mezclábamos y tan felices. Lo que no entiendo es el debate de decir que vosotros sois mejores que nosotras. Que se compare. Los hombres tenéis más fuerza. Y nosotras podemos llegar a jugar mejor. Por eso ahora, que se diera una competición mixta no sería real. Falta mucha educación.

En casa, en la escuela, en todos los ambientes.

Eso es lo que intentamos.

¿En el Club de Tenis Dénia?

Es de los pocos clubes de España que aún juegan personas mayores. Llenan las pistas. Hay siempre movimiento. No me esperaba que en un pueblo como Dénia hubiera un ambiente tan sano.

¿Por dónde suele perderse?

Por el Cabo de las Huertas. Es de mis lugares predilectos. Si puedo lo recorro junto a mi perro. Hay fines de semana que elijo ir a la montaña y subo el Cabeçó d'Or.

Reconectar en la naturaleza.

A través de Facebook me sorprende ver a muchas amigas ex tenistas, incluida Barbara Schett, que hacen vida en las montañas.

¿Casualidad?

Lo atribuyo a que estamos aprovechando para sentir lo que no hemos podido vivir. Siempre hemos ido rápido, cogiendo aviones...

¿Y ha logrado cambiar el chip?

Al principio, decía «tengo que llegar rápido». Y mis amigas decían: «¿Dónde vas? Para. Mira. Y ahora al subir hacemos un rato de meditación». He aprendido que en la naturaleza no hay metas.

¿Cómo?

Vamos a pasear sin obligaciones. Si te cansas, te bajas.

Curioso, cuando vivió con objetivos, sobre todo, hasta colgar la raqueta en 2004. Ganar torneos, comer esto, pesar tanto.

Me di cuenta de lo absurda que era y el agobio que llevaba a cuestas. Empecé a tener una calma que nunca había tenido.

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