Aún necesita una combinación de resultados, que pasan por su victoria en la última jornada frente al Chelsea en Stamford Bridge y al menos un empate del Qarabag en el estadio Olímpico de Roma, para avanzar a la siguiente ronda del máximo torneo europeo. Aún difícil, pero no imposible. Mientras tanto, ya ha asegurado la Liga Europa.

Una última ocasión para la ambición del Atlético, que ayer ni esperó ni dudó cuál era el camino. Después de tres empates y una derrota en cuatro jornadas, al borde de la eliminación, sólo valía la victoria. No había términos medios, menos aún con lo que había sucedido unas horas antes en Baku: el 0-4 del Chelsea al Qarabag.

Jugó con esa vocación el conjunto rojiblanco, aún con sus déficit de precisión, aún con su inseguridad en determinados momentos, aún sin el desborde que ha demostrado muchas veces, pero sí con presión, con intensidad, con despliegue físico, con inconformismo y con verticalidad, dispuesto a mantener la esperanza en la Champions.

Y la única fórmula era ganar al Roma, que le creó los mismos problemas que se provocó él mismo, cuando el Atlético cometió errores en su salida de balón, unos cuantos al principio, un par de Thomas, inesperado lateral derecho entre las lesiones de Juanfran, de última hora, y Vrsaljko; otro de Lucas, uno más de Augusto...

El camino a la victoria lo abrió un golazo de Griezmann, que con una increíble media chilena culminó la mejor jugada del choque de los rojiblancos.