Un triunfo convincente contra el Sevilla, transformado en el segundo tiempo por Carrasco y Griezmann (2-0), lanzó a la segunda plaza al Atlético de Madrid, ganador por ocasiones, determinación y pegada ante un insustancial equipo andaluz, con errores atrás, muchos amagos y una sola ocasión.

Tercera victoria seguida del conjunto rojiblanco, que toma velocidad entre los goles de Griezmann y Carrasco, la diversidad de su plantilla y la fiabilidad defensiva, -con un solo tanto en contra en los últimos cinco encuentros-, y un frenazo para el Sevilla, penalizado por sus fallos, plano, sin racha y doblegado sin matices.

El partido surgió vibrante. No admite dudas ni la posición ni la determinación ni la ambición del Atlético y el Sevilla, dos bloques con todo su significado como colectivo, bien con un estilo, el del equipo andaluz con más posesión, o con otro, el del madrileño más vertical hacia el ataque, pero los dos afilados para la victoria.

No hubo conformismo inicial en un duelo de tal calibre, los dos con el foco en la persecución del Barcelona, conscientes, además, de que están llamados a competir los dos entre sí por el podio o más. Ni hubo pausa ni concesiones en una puesta en escena trepidante, primero del Atlético, luego del Sevilla, serenada después y sin gol.

No marcó el Atlético en un primer intento de Vietto, una de las cinco novedades del medio once que cambió Simeone, y no entendió como penalti el árbitro Martínez Munuera una mano de Franco Vázquez tras un taconazo de Griezmann. Ni encontró el gol el Sevilla en un disparo de Sarabia que primero rechazó Savic y luego el poste.

Todo dentro de un combate feroz por cada pelota, por arriba, por abajo, atrás, delante o en el medio campo, con intensidad y con un ritmo exigente, incontrolable incluso, derivado en imprecisiones y decaído después, como lo hicieron las oportunidades, sólo una más antes del descanso: una volea de Filipe Luis contra la cruceta.

Había perdido ya fuerza ofensiva el encuentro, porque a la sostenida posesión del Sevilla le faltaba un plus de profundidad, porque a la verticalidad del Atlético le sobraba precipitación y porque enfrente de uno y de otro había dos defensas contundentes.

Tras el descanso, el decorado cambió y el Atlético tomó el mando del partido, las ocasiones y los goles. Primero marcó Carrasco, que siempre reanima a su equipo, y después sentenció Griezmann para atrapar la segunda plaza.